LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

PARET Y ALCÁZAR ( de Luis Antonio de Villena)




Autorretrato, 1775 
Luis paret y Alcazar
 exiliado en
Puerto Rico (1775-78)


Se hizo hacer un amplísimo sombrero de paja.
Tan ancho, que parecía casi un quitasol.
(Los soles de Puerto Rico, las palmeras. 1775).
Pero aquel hombre menudo, vivaz,
contínuo buscador de moluscos raros,
no podía evitar el trato con la seda y el raso,
pasear los dedos, en la iglesia, por un marco dorado
retorcido como rosa de los vientos y tan frágil...
¡Caramba! había visitado los monumentos portentosos
de Roma. En algún mimento -ocio raudo-
tocó en Versalles las sedas evanescentes del lujo,
que es sólido y escapista como el aura....
Pintaba con el refinamiento que usan los ricos
y los nobles. Casacas brillosas, rocallas galantes,
las cenas aparatosas del rey en Aranjuez
con músicos y cortesanos y altos dogos daneses....
Dicen que ayudó sin reparo a los vicios de su protector,
el peculiar infante Don Luis (hermano de rey)
aficionado a los placeres y a la belleza toda
y que no habia hecho apenas uso de los cargos eclesiásticos.
¿En qué le ayudó nuestro pintor,
nuestro melancólico perseguidor de bellezas
al poderoso hermano de Carlos III?
¿Gozaron ambos de muchachas plebeyas,
que nunca hubieran dicho que no a la inusual largueza regia?
¿Buscó el artista a los chicos de Curtidores
para escenas de lascivia divina -figuradas- orillas del Orontes?
Hubo juventud de cuerpos,
que en su suavidad preciosa
no precisan untos de bálsamo
ni la benignidad de la canela o similares...
Para el elegante pintor,
para él que comprendía la belleza más allá de la belleza
y el lujo, como una múltiple fuente,
más allá del mero lujo,
hiciera lo que hiciera el infante Don Luis
(que lo había querido y protegido)
eso fue el final.
El rey lo llevó al precipicio y lo djó caer,
sin crueldad (es probable), también sin remilgos.
Volvió a Bilbao y finalmente a Madrid,
su ciudad. Pero no pudo más que sobrevivir.
Y aseguramos que hay cuadros muy bellos,
refinadas líneas, huidores horizontes, el brillo del raso
color de perla. Es probable que los bonapartistas,
al huir, se llevaran más de uno... ¡Tan elegantes ellos!
él, para entonces, ya había muerto.
Sin salud, sin gloria, sin dinero.
Ahora lo vuelvo a ver, con el joven Campeche,
recorriendo las blancas playas de la isla perdida.
Con los ligeros pantalones de seda
el ancho blusón venteado en tisú de Venecia... Las sandalias.
Y el gran sombrero, ese gigantesco sombrero de paja
que parecía parasol ambulante...
¡Un príncipe del reino del arte
malvivió bajo el chaparrón de la vida!
Debió ser un duque, el maestro de un gran taller
de artistas, el lujoso bailarín que bajo arañas
de Murano respira el esplendor de la vida
como un dorado crepúsculo;
fue a la postre (aunque ahora lo queramos rescatar)
un pobre hombre humillado, melancólico y perdido...
(¡Ese soñador autorretrato entre el rado y los bustos,
entre mapas y engofrados de mar...!)
¿Seré yo como él, yo que le veo
elegante paseador al viento? ¿Seré como él?
¿Mi destino será su destino?
¿Desdicha por desdicha, mala traza
que siempre te aparta el fuego y le horizonte que no llega?
¿Mi destino su destino?
¡No dejes caer así mi vida!


Autorretrato, h. 1780
Museo del Prado
Luis Paret  y Alcázar