LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

MORANDI ( de Adam Zagajewski)


Las cosas velaban incluso de noche
cuando él dormía y soñaba con África;
el jarro de porcelana, dos regaderas,
verdes botellas de vino, un cuchillo.
Cuando él dormia tan profundamene como puede dormirse
sólo el creador mortalmente cansado,
las cosas se reían y la rebelión estaba cerca.

La regadera curiosa de largo pico
trataba con fervor de convencer a los demás de algo
y latía ferozmente la sangre en la porcelana,
que no conocía el roce de labios sedientos,
sólo los ojos, la mirada, la vista.

De día se tornaban dóciles e incluso orgullosas:
toda la aspereza de vivir, del mundo,
se cobijaba en los objetos,
abandonando un instante los guindos
en flor y los pesados corazones de los moribundos.





INSTRUCCIONES PARA DIBUJAR UN ÁNGEL (de Jorge Esquinca)


No debes hablar con los hombres, sino con los ángeles
Santa Teresa de Ávila



Para dibujar el Ángel incida con violencia sobre su silueta en mo-
vimiento. Atáquelo en pleno vuelo, jamás cuando duerme; todo Ángel
duerme siempre con los ojos abiertos. Lance un delicado arpón, un
garfio sutil. Comience la búsqueda en todo sitio luminoso, descubra
en las paredes del aire la huella turbia de su sangre imposible. No
se anuncie, no entre por la puerta, no establezca benévolas alianzas:
podría sucumbir en el intento. Mantenga con lucidez una consigna:
Nunca enamorarse del Ángel. Recuerde que quien cede al hechizo
carga para siempre el fardo de esa lenta desdicha.

Proceda como un ladrón, trabaje en secreto, no confíe a otros ese
proyecto insensato. Familiarícese con la paciente labor de los alqui-
mistas: juegue con fuego, meta las manos en la llama de la vela;
quémese las ingles, el vientre, escáldese la lengua: acostúmbrese a
ser un incendio ambulante. No olvide los ojos, empiece con alfileres
calentados al rojo vivo: prepárese a mirar en la luz.

Frecuente la compañía de aciagos personajes: viejas rameras,
contrahechos, manipuladores de cadáveres; no excluya a los ciegos
ni a los santones callejeros: ellos saben, ellos han visto. Visite los
más sórdidos tugurios, revuélquese en el fango, consígase un alma
perversa. Recuerde constantemente la consigna, para dibujar al Ángel
es necesario resistirlo. No se entregue a la promesa de una plenitud
espuria.

Persiga cierta clase de silencios, en ellos —se dice— habita por
un instante la quietud del Ángel. Pero desconfíe, dude siempre; esa
sombra que ahora cruza por la página podría ser sólo una mentira
del Ángel, una de las infinitas artimañas de las que se vale para
confundirlo. Siga, sin embargo, todas esas pistas falsas: la mayor de
todas es usted mismo. Usted mismo es el principal instrumento del
Ángel. Tema siempre, el temor le pudrirá el corazón y alimentará su
búsqueda.


Haga las cosas más inusitadas: converse con los muertos, re-
cuerde que el Ángel no distingue. Conserve en todo momento una
atención exacerbada, vigile, no duerma: el sueño es otra trampa, uno
más de los múltiples rostros del Ángel. (Si acaso soñara despierto,
si en ese agitado sueño se viera frente al lienzo convénzase de que
aquella imagen que su mano traza con habilidad es la de un Ángel
falso, un mero espejismo que le fragua el desierto en el que se ha
convertido su vida.)

En las tardes inútiles contemple largamente los espejos, cubra
con ellos un cuarto de su casa, construya las perspectivas más equí-
vocas, disuelva todo límite entre reflejo y objeto, coloque una lám-
para votiva en el centro de ese laberinto: observe, siga la trayectoria
inagotable de la flama, acostúmbrese a la fascinación del vértigo.

Está usted preparado para recibir al Ángel. Disponga
cuidadosamente las armas: el agudo escalpelo, los ganchos, las mor-
dazas: el látigo romano, los lápices, la tela inmaculada. No olvide
la consigna, proceda con temor, sólo ese temor lo salvará.

Abandónese. No mire: ábrase al tacto de ese cuerpo deslumbran-
te. Piérdase en la llaga de esa carne amadísima, como el barco se
precipita en el remolino del naufragio.



LA GIOCONDA HABLA A LEONARDO (de Lola Velasco)



Ese violento
pacto
de virtud,
se oculta
en un espacio estratégico
de nuestra biografía,
en la galería
de las últimas
voces,
mi boca,
claroscura.
Y no supiste
que una vez quise
reír,
el alma
de tu sexo,
ahora.

EL PINTOR (de Fina García Marruz)


Despues de comer mariscos de un naranja oceánico
junto a la vulgaridad de la motorola entonando delicados
     boleros,
fuimos, alegres, los amigos a caminar un rato
hasta el embarcadero de podridos tablones casi humanos,
oscuro entre las diosas de la alta tarde,
como un mortal entre inmortales.

Nuestro amigo iba delante, hablando alto,
mostrándonos sus tesoros con nadie compartidos,
la casucha de pintor que alquiló por unos pesos
en medio de aquel paraíso, el  paseo
que hizo con una dama, cual los poetas de antaño,
por la costa de azul napolitano,
de franca luz abierta que de pronto se hacía
huraña levemente, pasada por el ópalo.
Los pescadores remendaban las redes como los
     evangelistas,
los hijos de los camaroneros caminaban descalzos y
     radiantes
entre los guijarros de la orilla. El ruido seco
de los remos al encallar en la arena iba diciendo
los versos Marti, y el poeta Manzano
nos saludó al desembarcar en al playa de caletas y
     mangles.

Recogíamos, como conchas, los colores, cuando
de regreso, hacia el anochecer, pasamos
por la casa del pintor, a conocer sus lienzos,
y entonce fue que vimos lo impensado:
En una claridad de lámpara de campo
mal esparcida, a trechos, a una
claridad  azulenca de acuarium,
mientra caían sobre el pueblo los paños del morado,
vimos al pintor en el portal, trabajando todavía,
la luz era ya tan escasa que, doblado,
su cuerpo corpulento se inclinaba hacia el lienzo
con una infinita delicadeza,
como una bordadora junto a su bastidor parecía,
en ese silencio en que la araña hace su tela.
Tardó un instante en advertir nuestra presencia,
borrosas, sonrientes, salieron las mujers de la casa,
y nos mostró sus telas grotescas y leves.
Entonces comprendí que el lienzo verdadero era el otro,
el fugaz, en que estábamos,
viendo sus bastas manos que querían tocar la gloria,
escapada unos instantes que no manchaba el tiempo
al portal morado del pueblo anocheciendo tan despacio
en el umbral que nos detuvo junto al pintor absorto.


EL GEÓGRAFO SOY YO, Y CON LA MIRADA (de Carlos Pujol)


El geógrafo 1669
Museo Städel,Fráncfort del Meno
Vermeer




El geógrafo soy yo, y con la mirada
perdida abrazo lejanías. Uso
compás para medir lo que en mi mente
es incomensaurable.
Delante de mis mapas y en mi cuarto
miro el vació y veo
el sinfín de los mares y las tierras
que en la distancia puedo dibujar;
como se reconstruye
el perfil minucioso y el azul
de la imaginación.















(del poemario "La pared amarilla")

ANTE LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (de Paco Jover)



Miré este muro de la patria mía,
suspenso el ánimo ante tal grandeza
donde tiene su asiento la belleza,
nuncio del siglo de oro que venía.

Pródiga filigrana en armonía
para engarzar Minerva a la realeza,
lienzo de singular delicadeza
que es retablo, tapiz y orfebrería.

En la piedra color del arrebol,
labrado por cincel renacimiento
para el templo albergar del pensamiento,

en el albor de una esforzada España
que el orbe encendería con su sol,
pasmando al mundo por su inmensa hazaña.


LOS PINCELES (de Marina Aoiz Monreal)


El espejo del cielo
guardado en una caja de acuarelas.
Los pinceles
sedosos y corteses
caballeros del pudor
y las galantes maneras
precisan un poco de locura. Pasión
entre el color y el agua. Corazón y sexo.



(del poemario "Don de la Luz", 2006. Edelphus Ediciones)


ENFRENTE, EL MAR PINTADO, LOS ESCOLLOS (de Carlos Pujol)



Enfrente, el mar pintado, los escollos
y jirones de playa. La visión
deshabitada de un naufragio antiguo.
El paisaje nos mira
y ve en nosotros más que los espejos.



ME DETENGO A OÍR EL ESTREPITOSO TRIUNFO DE CIGARRAS (de Derek Walcott)


Me detengo a oír un estrepitoso triunfo de cigarras
ajustando el tono de la vida, pero vivir a su tono
de alegría es insoportable. Que apaguen
ese sonido. Después de la inmersión del silencio,
el ojo se acostumbra a las formas de los muebles, y la mente
a la oscuridad. Las cigarras son frenéticas como los pies
de mi madre, pisando las agujas de la lluvia que se aproxima.
Días espesos como hojas entonces, próximos los unos a los otros como
horas y un olor quemado por el sol se alzó de la carretera lloviznada.
Punteo sus líneas a las mías ahora con la misma máquina.
¡Qué trabajo ante nosotros, qué luz solar para generaciones!-
La luz corteza de limón en Vermeer, saber que esperará allí
por otros, la hoja de eucalipto
rota, aún oliendo fuertemente a trementina,
el follaje del árbol del pan, de contorno oxidado como en van Ruysdael.
La sangre holandesa que hay en mí se dibuja con detalle.
Una vez quise limpiar una gota de agua de un bodegón flamenco
en un libro de estampas, creyendo que era real.
Reflejaba el mundo en su cristal, temblando con el peso.
¡Qué alegría en esa gota de sudor, sabiendo que otros perseverarán!
Que escriban: «A los cincuenta invirtió las estaciones,
la carretera de su sangre cantó con las cigarras parlantes»,
como cuando emprendí el camino para pintar en mi decimoctavo año.

A LA MAJA DESNUDA (de Rafael Sánchez-Mazas)




















Tú tienes frío hasta los huesos, joya,
y he de echarte una manta palentina;
si dejamos de ver canela fina,
por otra parte la moral me apoya.

Entre ventana, puerta y claraboya,
Cayetana, Fulgencia o Serafina,
se te ha puesto la carne de gallina,
por obra y gracia del señor de Goya.

Tiritas, castigada sin brasero;
en los montes la nieve de enero
y en tus muslos la nieve y las violetas.

Cuando puedes pegarte un buen verano
veneciano, en un óleo de Ticiano,
sin perder lo que valgas en pesetas.

SOBRE UN TRONO DE PIEDRA (de Andrés Sánchez Robayna)

Ludovisi. Palazzo Altemps 





Dime, si es que lo sabes: esa piedra,
ese trono de mármol indiviso,
¿durará más que el tiempo? ¿Acaso llevará,
más allá de nosotros, nuestros sueños
a la región oscura en que naufraga
la memoria que abriga nuestro ser de esperanza?

Mira, en la piedra, la mujer que sale
del agua. Dos sirvientas que la asisten
cubren su desnudez apenas, y ella lleva sus brazos
mojados a los hombros, a los cuerpos
que hacia ella se inclinan: luz carnal,
la ansiedad de las manos, los hombros del deseo.
A un lado, una muchacha toca ahora
un caramillo. Está sentada y cruza
sus piernas. Es verano: está desnuda.
Y toca y toca, y en su melodía
se escuchan las cigarras. Oye el canto
atravesar el tiempo, llegar a estas laderas.


Una mujer, del otro lado, quema
incienso. Un manto cubre su cabeza.
Al extremo de un alto tallo brota
el pebetero como flor abierta
a la luz, y que bebe luz ardida. Mirad
la ofrenda que ese fuego hace a la luz.

No hay destrucción, dijiste. Volveremos
al seno de la estrella, a la región
del origen y el fin, a la materia
inmortal y materna. Y aunque sólo
quedara de nosotros esa piedra,
esa piedra dirá toda nuestra memoria.


PRESENCIA (de Lucian Blaga)


Me gusta verte en el preciso cuadro.
Bajo hojas de parra rojas y cobrizas:
en el ocaso cuando las cosas se completan,
dando un paso, y otro más, atrás hacia el boceto.

Aun si ensueño eres que bebes mi canción
me gusta verte donde y como sea.
Sólo un poco hasta el borde de la imagen,
y se extiende el tiempo y se abre un camino.

Me gusta verte hechura clara
reflejada en el lago de montaña cuando
una golondrina en vuelo encorvado
rompe el espejo de agua, deslizándose.
Si no yo, que al menos
esta agua te quiebre,
que esta onda te deshaga,
te apague, te apague.




SONETO CASI MÁGICO PARA LORENZO GOÑI (de Carlos Murciano)


























La mosca, el cigarrón, el alba bruja,
el ojo que no es ojo sino bajo,
la campana que pierde su badajo,
el búho que bucea en su burbuja,

todo es materia que una mano estruja,
raja, baraja y maja en su dornajo,
mientras que el gato se hace escarabajo
y un dedo que no existe lo dibuja. 

Lorenzo Goñi gañe, engaña, guiña
su ojo frontal, y la pintura es niña
que escapa de su cueva de gigante.

Y Cuenca, encaramada en su barranca,
se arranca como un toro, brava y blanca,
y se lleva Lorenzo por delante.



EL CUADRO NEGRO (de Paul Borum)


1.   Me gusta particularmente el cuadro negro.
2.   Es una negrura singular la que usted, señor, ha creado.
3.   El cuadro negro es totalmente negro.
4.   Imagínese no ser capaz de decidir dónde termina el cuadro.
5.   Si percibes el cuadro negro como un paisaje, el paisaje es negro.
      Si percibes el cuadro negro como un retrato, el retrato es negro.
      En cualquier caso el cuadro negro es de una negrura total.
6.   Conseguimos propagar la negrura a través del cuadro negro.
7.   Si te quedas mirando bastante rato al interior de tus propios ojos
       con una luz intensa en un espejo, verás al cuadro negro.
8.   El cuadro negro está colgado en la pared y está fuera de mí, así es
      que puedo acercarme a él y alejarme, darle la espalda, arrodillarme
      ante él. Puedo hacer cualquier cosa delante del cuadro negro.
9.   Es posible percibir el cuadro negro como una mujer y amarlo.
10. La negrura del cuadro negro afirma lo ilimitado. Uno puede
      apartar la vista de él horrorizado, señor. Pero ¿adónde?
11. Lo que queda colgando en la pared cuando te hayas marchado
      es el  cuadro negro, mientras que lo que te llevas contigo cuando
      te vas es el cuadro negro. 




LA OREJA DE VAN GOGH (de Lars Forsell)




Van gogh se corta la oreja
La envuelve en un paño
Que lentamente se tiñe de rojo
Y te la envía

A ti

¿Qué haces tú con esta prueba
De amor, locura, dolor?

¿La tiras con repugnancia al fuego de la chimenea
O a la basura?
¿O la escondes furtivamente, tal vez con cierto orgullo,
En un cofrecillo?

Una vez susurraste en ella algo
Que tú has olvidado
Pero él recordaba

Tengo la vaga idea de
Que esa oreja sigue existiendo
Atenta
Escuchando eternamente
La luz del cruel campo de cereales

Y el rumor del sol implacable.

EL GRITO - EDVARD MUNCH- (de Ricardo Defarges)


Un ser asexuado, medio feto, medio cadáver,
se retuerce en curva paralelas a las del claro cielo del Norte.
Las dos figuras del puente se alejan, ignorando el grito.
La angustia, brotada de un pequeño germen, invade el mundo.
El color, en los lienzos del pintor, es puro y luminoso.
Los humanos, quietos, nos dan frente: sus ojos, abiertos y callados, nada miran.
La angustia, el sexo y la muerte se ven en los cuadros, pero no se dicen.
El solitario de Ekely allí trabajó hasta su fin, en la patria ocupada.
Nos dejó la luz del mundo, la luz del cielo, vivas en el grito.

El grito, 1893
Galería Nacional de Oslo
Edvard Munch


































LA NIEVE QUE CAE EN LA ALDEA DE CHAGALL (de Chunsu Kim))

En la aldea de Chagall nieva en marzo.
Del varón que de pie espera la primavera,
las venas, de nuevo visibles en sus sienes,
laten.
La nieve cae, alada,
Cubriendo los tejados y las chimeneas
de la aldea de Chagall
y tocando las venas de nuevo visibles
en la trémulas sienes del hombre.
Si nieva en marzo en la aldea de Chagall
los frutos invernales, tan pequeños como caca de ratón,
se tiñen de nuevo de color olivo
y por la noche las amas de casa
alimentan en el fogón
el fuego más hermoso del año.

GRAN VÍA "1974 -1981" (de Inaxio Goldaracena)



Gran Vía (1974-1981)
Antonio López

ahora recuerdo
aquel amanecer estival
prolongado de mi niñez
que crecía en tu caballete;
aquella imagen
alimentada de arte
que el músculo de tu saber
puso a salvo de museos:
cómo apretabas
sobre la tela el verano,
cómo posabas el alba
y decantabas su licor.
cuántos años
he esperado recorrer
aquella alfombra de luz serena
para encontrar allí
el final
             de mi impaciencia.

LONDRES, POR WHISTLER (de José Emilio Pacheco)


La ciudad irreal
se duplica irrealmente en el agua.
Masas de sombra se desbordan. El río
las lleva en vilo tembloroso.

Como una fantasma en la otra orilla, observas
luces difusas en la masa gris
de las bodegas y edifcios.

La noche
también es gris.
La oscuridad se disuelve.
Arde la luna muy adentro del agua.

 Nocturno de Londres.1871-1874
James Abbot McNeill Whistler.

ESOPO, POR VELÁZQUEZ (de José Emilio Pacheco)



Esopo, 1640
Museo del Prado
Diego Velázquez
Este retrato imaginario,
asexuado,
muestra al fabulista
con aire de Goya
y mirada de madre triste.

Su rostro,
herido por el desencanto,
irradia
una melancolía incurable.

Su mano izquierda
sostiene sin entusiasmo unos manuscritos.
La derecha
calma un dolor de vientre,
producto
de su indecible pesadumbre.

No está peinado
ni vestido de calle.
Lo cubre una tosca bata.
Hay a sus pies una tinaja
y algunas prendas misteriosas.

Mechones negros
son entre el pelo blanco
la señal última
de su antiquísima juventud.

La sombra invade
por la izquierda esta acre fábula ocre.

DIEZ LÍNEAS PARA ANTONI TÀPIES (de Octavio Paz)




Sobre las superficies ciudadanas,
las deshojadas hojas de los días,
sobre los muros desollados, trazas
signos carbones, números en llamas.
Escritura indeleble del indendio,
sus testamentos y sus profecías
vueltos ya taciturnos resplandores.
Encarnaciones, desencarnaciones:
tu pintura es el lienzo de Verónica
de ese Cristo sin rostro que es el tiempo.

OLIMPIA -MANET- (de Juana Bignozzi)



Olimpia, 1863
Museo de Orsay
 Manet
























me han dicho que soy lo único que una mujer de izquierda
llevaría a una isla desierta más un poco de música
là ci darem la mano del perverso y triste del amor
no espero a un teórico de la literatura
ni a un militante de izquierda
atrapada por una historia que sólo la deja afuera
sólo vendrá un señor
con queso roquefort borgoña y alguna chercuterie
me han dicho que hay alguien duro y áspero
que no sale después de las 8 de la noche
y los que fueron jóvenes excedidos
escriben cartas burocráticas desde Texas
no me visitan los atrapados entre el minimalismo y la narratividad
pero mi suave mano en el muslo las flores que llegan y ni miro
este tributo a la moda española en el mantón
y la desvergüenza de mi color plano
que por primera vez mira a quien lo mira
muñeca de cartón me llamó el lúcido Courbet
pero era un hombre de la injusticia y la Comuna
que en este cartón no puede entrar
yo fui como muñeca en mi belleza muerta en la pose
pero Manet me hizo mirar por primera vez
a quien no acostumbraba tener respuesta en la posesión
ese señor de familia ordenada no esperaba que yo lo mirara
sin sombras sin tenues claroscuros
la brutalidad de la luz de frente
marcaba el final de su impunidad
muchachas lúcida cultas y agotadas que vendrán detrás de mí
miren miren siempre a la cara de los que les rinden homenaje
cuando este brazo acartonado y plano empezó a levantarse
para horror de los señores y espanto de la pintura oficial
empezaba a quebrarse la discreción que amparaba a una clase
mi cara fue más importante que las flores o las chinelas





ARCOS ROMÁNICOS (de Tomas Tranströmer)



Dentro de la enorme iglesia románica se apiñaban los turistas en la penumbra.
Bóveda abierta tras bóveda y sin  vista de conjunto.
Algunas llamas de cirios aleteaban.
Un ángel sin rostro me abrazó
y susurró por todo el cuepo:
"¡No te avergüences de ser hombre, sé orgulloso!
Dentro de ti se abre, interminablemente, bóveda tras bóveda.
Nunca estarás completo, y así ha de ser".
Me cegaron las lágrimas
y me sacaron acosándome a la piazza que hervía bajo el sol
junto con Mr. y Mrs Jones, el Señor Tanaka y la Signora Sabatini
y dentro de todos ellos se abrían bóveda tras bóveda, interminablemente.







ANTE LA RENDICIÓN DE BREDA (de Jorge Trías Sagnier)



La rendición de Breda, 1635
Museo del Prado
Diego Velázquez






























Alejado de la ciudad de cuatro calles en cruz,
caminando entre dos avenidad paralelas,
suspendido,
contemplando el cielo que Velázquez pintó sobre Breda
-azul, humareda, polvo y ciénaga-
diez años después de la singular batalla
se aproxima el olor de la temprana primavera
y el árbol del amor despliega sobresaltado su primera flor.

Al filo de la tarde anduve de puntillas entre los edificios,
aliño descuidado, encendido por Eros indeciso
y cortés.

El sol se acuesta sobre el estanque del parque
creyendo ser un lago.
Y a mí me circundan los árboles amados:
castaños, secuoyas y álamos; cipreses, magnolias y robles; acacios y tilos;
y dos olivos mediterráneos.

El atardecer llega a su fin
y el cielo se vuelve azul brillante hasta vestirse de luto en esta noche sin luna.

¡Cuánta belleza en el cielo del lienzo sevillano
y cuánto horror encubierto bajo él!
Y el Marqués de Leganés, un hombre al cabo,
posando ante el espectador para la posteridad.


EPITAFIO (de Wislawa Szymborska)



Aquí yace, como la coma anticuada,
la autora de algunos versos. Descanso eterno
tuvo a bien darle la tierra, a pesar de que la muerta 
con los grupos literarios no se hablaba.
Aunque tampoco en su tumba encontró nada
mejor que una lechuza, jacintos y este treno.
Transeúnte, quita a tu electrónico cerebro la cubierta
y piensa un poco en el destino de Wislawa.










Adiós, Señora Szymborska,
y gracias por sus poemas.