LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

LA LECHERA (de Manuel Rivas)


A Carmen, de Corpo Santo, que me crió


Hace siglos, madre, en Delf, ¿recuerdas?,
tú vertías la jarra en casa de Johannes
Vermeer, el pintor, el marido de Catharina Bolnes,
hija de la señora María Thins, aquella estirada,
que tenía otro hijo medio loco,
Willen, si mal no recuero,
 el que deshonró a la pobre Mary Gerrits,
la criada que ahora abre la puerta
para que entres tú, madre,
y te acerques a la mesa del rincón
y con la jarra derrames mariposas de luz
que el ganado de los tuyos apacentó
en los verdes y sombríos tapices de Delft.
La misma que yo soñé en el Rijksmuseum,
Johannes Vermeer encalará con leche
esas paredes, el latón, el cesto, el pan,
tus brazos,
aunque en la ficción en el cuadro
la fuente luminosa es la ventana.
La luz de Vermeer, ese enigma de siglos,
esa claridad inefable sacudida de las manos de Dios,
leche por ti ordeñada en el establo oscuro
a la hora de los murciélagos.

ÁVILA y COVENTO DE SANTO TOMÁS (de Guillermo Carnero)

Tumba del Príncipe Don Juan, de Domenico Fancelli de Settignamo




ÁVILA

En Ávila la piedra tiene cincelados pequeños corazones de nácar
y pájaros de ojos vacíos, como si hubiera sido el hierro martilleado por Fancelli
buril de pluma, y no corre por sus heridas ni ha corrido nunca la sangre,
lo mismo que de los cuellos tronchados sólo brota el mismo mármol que se entrelaza al borde de los dedos
en un contenido despliegue de pétalos y ramas,
en delgados cráneos casi transparentes en la penumbra de las bóvedas
que conservan la ligera sombra azul de los ojos yertos en las raíces de lluvia,
la morbidez, las redondas mejillas de los niños nacidas al mármol para la muerte,
los senos vagamente estériles de las Parcas diluidas en rígidos ramos de volutas y frutos,
el doloroso latir de las irisadas tibias sobre los cojincillos de mármol, ondulados
para ofrecer un reposo caliente y amortiguar la delgadez helada
de esa mano de ámbar que acaricia con el pausado ritmo de la lluvia
la cabeza de un perro también muerto en la piedra,
muerto en la piedra junto a unos dedos y un cuerpo demasiado hermoso para haber vivido,
muerto en la piedra mientras se escucha brotar hacia la tumba
toda una inmensa vegetación de alas.
Luego, por la ciudad, tiene la noche
un lejano horizonte de olivos y acaso alguna ermita
entre las llamas color de cardo que suben hasta las figurillas de bronce de las fuentes,
los jirones de almenas lamiendo entre la noche
el torturado brazo de las norias,
los jirones de almenas lamiendo como un turbio
arroyo, entre el helado crepitar de las fuentes,
entre el resbaladizo gotear, en el aire
de la estepa, del sordo sonido de los siglos.

A pesar de la noche, es imposible
reconstruir su muerte.
Ir ensamblando antiguos inciensos y sudarios,
medallones, y viene hasta mí el golpeteo
de un caballo en los lisos espejos de la noche,
es imposible, nadie sabrá, ni esas raíces
ni esas pequeñas uvas de humedad y salitre
ni ese tenue azabache como el salto de un pájaro
que al trasluz se desliza, en los atardeceres,
al fondo de la carne de los ángeles muertos en el mármol.

Hay algún bar abierto en donde suena un disco.
Es tan vasto tu reino que no puede llenarte,
pero yo sé que nada hay de ti entre tus libros,
en tus palabras, nada puede saberse, nada
puedes mostrar.
También tú has recibido la oscura herencia de un inmenso dominio inaccesible
que no tiene ni principio ni fin ni esperanza en el tiempo.
Pero hoy algo renace en las pequeñas flores de óxido de las órbitas vacías,
levanta por entre los hacinamientos de escorias ecos y presencias de pájaros,
transcurre con un ligero temblor de alas por los delgados caminos de la sangre, despierta
amortiguadas voces al fondo de los cuerpos, inicia
los ahogados latidos de los fríos corazones de hierro.
Por eso, entre el inmenso latido de la noche,
elevado entre un rumor de vides húmedas, es triste
no tener ni siquiera un puñado de palabras, un débil
recuerdo tibio para aquí, en la noche,
imaginar que algún día podremos
inventarnos, que al fin hemos vivido.




 CONVENTO DE SANTO TOMÁS


Después de tantos años tu figura
no ha perdido una tilde de belleza,
ni el sereno posar de tu cabeza
o la fragilidad de tu armadura, 

ni tu rostro desmiente su tersura 
ni tu serena frente su nobleza, 
ni tus ojos la paz y la entereza
forjada  en fe sin lastre de cordura. 

Eras muy joven cuando tu camino
ensombreció un silencio de la suerte
y cinceló tu imagen sorprendida; 

por igualdad contraria de destino 
tú moriste de un golpe de tu muerte, 
yo he muerto lentamente de mi vida.

LOS FUSILAMIENTOS (de Ildefonso-Manuel Gil)

Los fusilamientos de la Moncloa
Francisco Goya
Museo del Prado


























En aquella ocasión pintaste un grito,
un grito levantándose desde el profundo abismo
hasta tu mano diestra estremecida.

Esa camisa blanca,desgarrada,
esas manos que crecen en la sombra.
ese farol luciérnaga horrorosa
que bebe carmesíes en la tierra,
ese hombre que gime
con atónitos ojos deslumbrados
por la mirada última del mundo
o el otro ya caído que se abraza a la tierra
como con ansia de nacer de nuevo,
y esa fría muralla inexpugnable
de violentas espaldas obstinadas
forman el grito inolvidable, inmenso,
que del odio subió a tu mano diestra.

Después de haberlo visto
nada lo arrancará de la memoria.
Ni los claros de luna,
ni la rosada y virgen luz del alba.
ni primavera en flor, ni lento otoño,
ni árbol ni mar, ni pájaro ni rosa
ni ojos azules en amor mirados
pueden borrar la imagen de esos cuerpos
calmando su profunda sed de vida
en los regueros rojos que de dentro les nacen.

Nada podrá librar al mundo de esa angustia,
de esa agonía lenta de los hombres
en rebeldía inútil
contra el destino del seguro paso,
que inevitable rítmica andadura
acortando las horas,acercándose.

No sé si con zarpazos o temblores
quedó inscrito en tu cuadro este mensaje
que yo digo en palabras llanamente:

"Pasad de largo, si pasad de largo.
No miréis esos muertos
cuyos labios inmóviles os gritan su desprecio.
La vida es vuestra prisa,
vuestro pequeño mundo donde todas las cosas tienen su sitio fijo".

La muerte que aquí alienta
no es esa esbelta dama que conoce
la familiar tibieza de las sábanas.
Esta es la muerte vil de los caminos
cuyos pasos se acercan uno a uno,
hembra mala de noches sin aurora,
nodriza del espanto
hija y madre del crimen.

No la miréis. Para descanso vuestro
he pintado la fina alegoría
de las verdes praderas en declive
donde el amor acampa y el donaire.
A vuestros ojos fáciles he dejado primores,
milagrosas cinturas, tornasoladas tardes
de un arrebol igual que las mejillas
de la muchacha dulcemente amada.
Cómplice malicioso de la risa
he pintado el vacío de unos rostros
que las monedas de oro hermoseaban.
Llevad allí vuestra mirada húmeda.
Aquí sólo deseo que se fijen
los ojos habituados a la muerte:
miradas secas de horizontes anchos
como las tierras de mi nacimiento.

Quiero que me comprendan
los que cuentan el tiempo por latidos
y han pasado despiertos sin temores,
el confín turbio de las pesadillas.

Habitantes de agónicos trasmundos
donde el sueño y la vida se confunden.
ellos son mis hermanos, para ellos
va escrito mi mensaje en este cuadro.

LÍNEA CUATRO (de Santiago Elso Torralba)

Monje frente al mar, 1809
Caspar David Friedrich
Berlín Alte Nationalgalerie























Ya quisiera yo,
mi muy amado monje frente al mar de Friedrich,
verte aquí, en este otro lado fuera de tu lienzo,
zarandeado, no por el vaivén de lo sublime,
sino a merced de, por ejemplo,
el traqueteo de la línea cuatro interurbana,
mi pequeño templo de diaria meditación.

En tu niebla, donde todo es impreciso
y huele sólo a yodo y a salitre,
también sabría yo ser contemplativo
y amar  a la entera humanidad.
Pero en la cuatro,
entre brumosos rostros taciturnos
que ni un saludo te dirigen, ni una mirada,
tan noble mandamiento te ha de parecer más complicado.

No, mejor amar tan sólo a unos pocos
seres con nombre y apellido,
y no sentirse obligado a más con otros,
sino al respeto.

Visto desde el cuadro,
el autobús avanza entre una lluvia que lo azota,
peor pintada que en el óleo, aunque más real.
En él, compartimos viaje algunos, pero no destino;
igual espacio, pero diferentes mundos.
Si un lazo de hermandad nos une a todos,
un aislamiento nos separa,
ya que, aun dignos de la misma conmiseración,
unos se apean antes, otros lo harán después, 
sin que a nadie le interese quiénes son ni a dónde van.
Si hubiera un accidente, seríamos salvados,
no en bloque, sino escogidos por las pinzas del azar.
¿Cuántos cederán, entonces, sus asientos
si, ni ahora, en un trayecto sin peligro,
parece hacerlo nadie?

Claro, claro, mejor tu playa, monje,
donde el agua siempre permanece quieta
y la gente es una abstracción.
Imposible detener aquí esta marea humana
que no para de subir y de anegar la línea cuatro.
Cuanto más y más apretujados,
más lejanos nos sentimos, más incomprensibles somos,
semejantes sólo en el mismo malhumor.

¡Vayan hasta el fondo, se lo ruego!,
para que pueda respirar un poco
este pobre fraile dominico.

BODEGÓN DE CAZA, HORTALIZAS Y FRUTAS (de José Ovejero)


Bodegón de caza, hortalizas y frutas, 1602
Juan Sánchez Cotán
Madrid, Museo del Prado



























Aquí la perdiz no es engañosa
ni símbolo de la avaricia, sencillamente cuelga
de un hilo. Y la manzana
no es el pecado; los rábanos
no sugieren falos,
los limones se limitan
humildemente a ser limones. Las zanahorias
no pretenden más
que seguir siendo zanahorias. El cardo
es color, textura, líneas, luz
una forma junto a otras.
Aquí todo es pintura, y las cosas
son las cosas.



Cansa ver la ciudad, esas fachadas... (de Carlos Pujol)



Vista de Delf
Johannes Vermeer
Royal Pictura Gallery Mauritshuis



Cansa ver la ciudad, esas fachadas
de colores ingenuos, los canales,
todo visto mil veces día a día,
repitiendo el engaño
del tiempo que se va.
La puerta de Schiedam y su reloj,
y la puerta de Rotterdam
con sus torres gemelas,
la vida amurallada que protege
en vano de pretextos tentadores.
Hay una alegoría en esta imagen
de quietud que se mira en un espejo
que finge no existir.

LIENZO Y PISADAS (de Isabel de Rueda)


Hay un llanto de río
y una flor de papel entre la oscura
soledad de sus ojos.
Hay un cielo
Y unas alas que fluyen melodiosas.
Hay una luz
Porque nunca la noche permanece
y un circuito de voces
hay en el afluente discurriendo.
Hay dolor y tristeza en los colores
de esta extraña paleta
y una flor y un verbo de caricias.

…Hay un lienzo y pisadas

CUADROS DEL MANICOMIO DE SANSUEÑA (de José Emilio Pacheco)


Se parecen, sí, todos se parecen
En el planeta entero, en cualquier época.
Tienen mucho en común,
A semajanza de la pintura rupestre
Y los dibujos infantiles.

Con la soberbia de aspirar a creernos
Sanos, cuerdos, impunes,
Juzgamos estos cuadros "interesantes,
Frescos, espontáneos
Y sobre todo ingenuos".

Pero en verdad los preside
Una sabiduría que no alcanzamos a ver.
Llegan de otra caverna que no responde
A la cronolgía de aquí afuera.
Su extrañeza consiste
En ser lo mas natural:
La defensa propia
Contra la vida que les hizo daño
Y terminó por encerrarlos.

Para quienes pintaron estas obras
Somos también pacientes impacientes,
Internos, reos
En otra institución no amurallada
Pero igual de opresiva
Con sus segregaciones implacables.
Pregunta el director: "¿Verdad que el arte
Tiene grandes valores terapéuticos?...
¿No quisiera usted hablar con los artistas?
La entrada no está prohibida.
Puede pasar cuando quiera.
Lo que no podrá nunca

Es salir de nuevo".

EL MUSEO DEL PRADO ( de Rafael Alberti)


¡El Museo del Prado! ¡Dios mío! Yo tenía
pinares en los ojos y alta mar todavía
con un dolor de playas de amor en un costado,
cuando entré al cielo abierto del Museo del Prado.


¡Oh asombro! ¡Quién pensara que los viejos pintores
pintaron la Pintura con tan claros colores;
que de la vida hicieron una ventana abierta,
no una petrificada naturaleza muerta,
y que Venus fue nácar y jazmín trasparente,
no umbría, como yo creyera ingenuamente!
Perdida de los pinos y de la mar, mi mano
tropezaba los pinos y la mar de Tiziano,
claridades corpóreas jamás imaginadas,
por el pincel del viento desnudas y pintadas.
¿Por qué a mi adolescencia las antiguas figuras
le movieron el sueño misteriosas y oscuras?
Yo no sabía entonces que la vida tuviera
Tintoretto (verano), Veronés (primavera),
ni que las rubias Gracias de pecho enamorado
corrieran por las salas del Museo del Prado.
Las sirenas de Rubens, sus ninfas aldeanas
no eran las ruborosas deidades gaditanas
que por mis mares niños e infantiles florestas
nadaban virginales o bailaban honestas.


Mis recatados ojos agrestes y marinos
se hundieron en los blancos cuerpos grecolatinos.
Y me bañé de Adonis y Venus juntamente
y del líquido rostro de Narciso en la fuente.
Y -¡oh relámpago súbito!- sentí en la sangre mía
arder los litorales de la mitología,
abriéndome en los dioses que alumbró la Pintura
la Belleza su rosa, su clavel la Hermosura.


¡Oh celestial gorjeo! De rodillas, cautivo
del oro más piadoso y añil más pensativo,
caminé las estancias, los alados vergeles
del ángel que a Fra Angélico cortaba los pinceles.
Y comprendí que el alma de la forma era el sueño
de Mantegna, y la gracia, Rafael, y el diseño,
y oí desde tan métricas, armoniosas ventanas
mis andaluzas fuentes de aguas italianas.


Transido de aquel alba, de aquellas claridades,
triste «golfo de sombra», violentas oquedades
rasgadas por un óseo fulgor de calavera,
me ataron a los ímprobos tormentos de Ribera.
La miseria, el desgarro, la preñez, la fatiga,
el tracoma harapiento de la España mendiga,
el pincel como escoba, la luz como cuchillo
me azucaró la grácil abeja de Murillo.
De su célica, rústica, hacendosa, cromada
paleta golondrina María Inmaculada,
penetré al castigado fantasmal verdiseco
de la muerte y la vida subterránea del Greco.
Dejaba lo espantoso español más sombrío
por mis ojos la idea lancinante de un río
que clavara nocturno su espada corredora
contra el pecho elevado, naciente de la aurora.
Las cortinas del alba, los pliegues del celaje
colgaban sus clarísimos duros blancos al traje
del llanamente monje que Zurbarán humana
con el mismo fervor que el pan y la manzana.
¡Oh justo azul, oh nieve severa en lejanía,
trasparentada lumbre, de tan ardiente, fría!
La mano se hace brisa, aura sujeta el lino,
céfiro los colores y el pincel aire fino;
aura, céfiro, brisa, aire, y toda la sala
de Velázquez, pintura pintada por un ala.
¡Oh asombro! ¡Quién creyera que hasta los españoles
pintaron en la sombra tan claros arreboles;
que de su más siniestra charca luciferina
Goya sacara a chorros la luz más cristalina!


Mis oscuros demonios, mi color del infierno
me los llevó el diablo ratoneril y tierno
del Bosco, con su químico fogón de tentaciones
de aladas lavativas y airados escobones.
Por los senderos corren refranes campesinos.
Patinir azulea su albor sobre los pinos.
Y mientras que la muerte guadaña a la jineta,
Brueghel rige en las nubes su funeral trompeta.


El aroma a barnices, a madera encerada,
a ramo de resina fresca recién llorada;
el candor cotidiano de tender los colores
y copiar la paleta de los viejos pintores;
la ilusión de soñarme siquiera un olvidado
Alberti en los rincones del Museo del Prado;
la sorprendente, agónica, desvelada alegría
de buscar la Pintura y hallar la Poesía,
con la pena enterrada de enterrar el dolor
de nacer un poeta por morirse un pintor,
hoy distantes me llevan, y en verso remordido,
a decirte, ¡oh Pintura!, mi amor interrumpido.

PAISAJE (de Juan Antonio Massone)


                                                   (Pablo Burchard)

Paisaje
Pablo Burchard


Conjunción agreste de tierra silenciosa,
solaz y alivio que enamoran al verse
toman en prenda a los ojos, los agracia y traspone.
Pablo Burchard labró en esta muda apariencia
un silbo de ensueño en paisaje chileno.

Hacia el fondo del lienzo el camino se tuerce
y nadie sabe si llueve o si un día regrese
a sostener su luz la intemperie del tiempo.
Mientras elevan los árboles el alma de aquel sendero,
las más hermosas formas corren luego a perderse,
a dejar verdades sueltas bajo cielo inclemente.

Algo siempre está igual; algo queda por verse.

VOCALES (de Arthur Rimbaud)


A, negro; E, blanco; I, rojo; U, verde; O, azul, vocales.
Un día diré vuestros nacimientos latentes.
A, negro corsé lleno de brillantes insectos
que revuelan en torno de los hedores crueles.

Sombrío golfo; E, vapores blancos, tiendas,
lanza de los tremendos heleros, reyes blancos,
temblor de umbelas; I, púrpura, sangre, risa
de los hermosos labios con ira o penitentes;

U, cielos, vibración divina del mar hondo,
paz de los prados llenos de animales, oh, paz,
de los pieges que pone el estudio en las frentes;

O, supremo clarín de horribles estridores,
silencio atravesado por Mundos y por Ángeles,
O, el Omega, el relámpago violeta de sus Ojos.

VAN GOGH (de Jorge Guillén)

(Museo Kröller-Muller,
Otterloo, Holanda)

                    I

Mira escuchando bien, alerta.
Esas frutas en un cestillo
Te arrojan su grito amarillo.
Jamás naturaleza muerta:
Naturaleza de Van Gogh.


                   II

Exaltado entre tus dos jotas,
    Fan Joj, Fan Joj,
Con tu fuerza genial azotas,
    Van Gogh, Van Gogh.


                   III

Este frenético Van Gogh
Procede con tal maestría
Que, bajo una furia de sol,
Todo a su Dios uno se alía.
Van Gogh: las doce en el reloj.

SAN SEBASTIÁN (de Jorge Guillén)


¿Quién te pone en peor estado,
San Sebastián desventurado:

El cruel que arroja su flecha
Contra un mozo que Dios acecha,

O ese pintor que como efebo
Te imagina, ya Adonis nuevo,

Y mezclando hermosura y muerte
Desea en tu martirio verte

Suave y sangriento sin un grito,
Repugnantemente exquisito?

CARCERI D'INVENZIONE (de Hans Magnus Enzensberger)


estas bóvedas
oscuras claras oscuras

relámpagos sin cielo
rayos sin astros
ni día ni noche

estas bóvedas
racionales y enigmáticas
estas fosas y cuevas
nos alojan
estas grietas y galerías
nos ocultan
estas vigas y puentes
nos llevan a lo incierto

ante este andamiaje
que nos sobrepasa
parecemos
mudos y enclenques
soñadores sin sueño
prisioneros
invictos

estas mazmorras
pululantes
en donde reina el abandono
estas bóvedas soñadas 
infinitamente oscuras
infinitamente claras
infinitas e impenetrables

son nuestras cabezas soñadoras