Venus del espejo, hacia 1647, 1651 National Gallery Londres Velázquez |
Siempre me espera aunque jamás suspira.
Yo la frecuento cuanto me es posible.
Yacente, no se yergue ni aun me mira.
Mas me ofrenda hermosura inmarcesible.
Tornada –pudorosa si ostensible-
y absorta en la beldad de su mentira,
su grácil rostro –en el cristal sensible
que Cupido le ofrece- a sí revira.
Que, ajena a todos, a sí misma se ama.
De rosa, nardo y crema se recama,
y se enflora de fresa en el reflejo.
Es ella, en Londres, mi española dama,
y susurro al deciros que hoy se llama