Quisiera hoy que la hierba fuera blanca para hollar la evidencia de que te veo sufrir: no vería bajo tu mano tan joven la forma dura y sin revoque de la muerte. Un día arbitrario, otros menos ávidos que yo, sin embargo, retirarán tu camisa de tela, ocuparán tu alcoba. Pero al irse olvidarán ahogar la lamparilla y por el puñal de la llama se derramará un poco de aceite sobre la imposible solución.