Tiene cara de daga. Por su ojos asoma
un oscuro pasado de confabulaciones,
alcobas y venenos. Planean sus pasiones
como águilas sobre las cúpulas de Roma.
Un gesto de esa mano azul y florentina
puede librar a un hombre del horror del Infierno
o hacerle aparecer, cualquier alba de invierno,
inexplicablemente muerto en cualquier esquina.
Retrato de cardenal, 1510 Museo del Prado Rafael Sanzio |