Ya debiste pintar ese soldado,
su cara fuerte
y taciturna,
sus ojos
acostumbrados a la muerte,
¿Encontraste
un fulgor en sus pupilas,
algo que te
hiciera pensar en un gesto sensible hacia los otros?
Me pongo en tu
lugar, ¿qué pensarías?
Tú que
pintaste el río con sus pinos
y un puente de
eternidad en sus orillas,
hermano de mi
sombra, y esa noche
que baja en
farolitos sobre las piedras
del antiguo
bulevar, donde un coche de caballos negros
no cesa de
pasar en la ventisca.
El soldado acaso
te miró con sobresalto
y las horas se
fugaron como cuervos.
Retrato del soldado Millet
Vincent Van Gogh, 1888