Flechas.
Sentía a pesar
de aquel dolor agudo del costado,
flechas
zumbar aún, lanzarse
una tras otra
Antonello da Messina, 1476. Gemäldegalerie,
Dresde
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y el blanco era su pecho.
Ya cerca
se desviaba
alguna,
se desviaban
muchas, una tras otra
hacia qué otro destino...
Él está en el centro
del sufrimiento, puesto
allí, ombligo
él mismo del mal,
de la tortura.
¿A mí por qué, por qué
esta acrimonia
del enemigo
en contra de mi carne?
Monótono demonio.
Pero hormiguea -se da cuenta-
el mundo de pesares,
su suplicio no es suyo,
es de la especie que se mueve
y chapotea
en la luciente tina.
Oh no lo mortifica,
más bien lo reconforta
la comunión promiscua.
Casi no lleva más tormento
ni gloria
el dardo último que lo traspasa.