Blog elaborado por Santiago Elso Torralba: santielso2@yahoo.es y poesía-pintura.blogspot.com

LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"
Descripción de cuadros para Guillermo
A RENÉ MAGRITTE ( de Juan Eduardo Cirlot)
Las mujeres con pechos de papel
alumbran la armonía de los prados.
A las ventanas vienen los venados
bajo un cielo de páginas de miel.
Detrás de esa cortina hay un doncel
con los ojos azules y vendados
pero en las blancas vendas hay pintados
tres ojos negros donde está Luzbel.
La pierna adolescente de la bella
abre sus abanicos de cristales
mientras un aerolito resplandece.
La carne es un espejo y una estrella.
El hombre la contempla con puñales
pero la rosa corre mientras crece.
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René Magritte
MORANDI: UN EJEMPLO (de Eugénio de Andrade)
Había anochecido. Yo hablaba de Morandi como ejemplo de un arte poética que, a pesar de la desmaterizalización de los objetos y del aura de silencio que los inmovilizaba en su pureza, no se desvinculaba nunca de la realidad más común y trémula, cuando alguien me interrrumpió: - Yo lo conocía, era intratable, vivía en Bolonia con dos hermanas, casi no salía de casa más que para irse de putas. - Está bien, volví yo, si lo necesitaba para pintar depués como Vermeer y Chardin, benditas sean tosas las putas del cielo y de la tierra. Amén.
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Giorgio Morandi
RETRATO DE MUJER (de Francisco Álvarez Hidalgo)
Qué silenciosa, inmóvil melodía,
esta mujer del cuadro, de tan leve
sonrisa complaciente… Me conmueve
su aspecto de sutil melancolía.
Sabe que no ha llegado todavía
ese instante en la vida que la eleve;
en el rostro el afán de quien se atreve,
y al fondo de los ojos, rebeldía.
Tiene el aire sensual de quien pudiera
capitular, arriando la bandera
del orgullo, el recelo o el prejuicio.
Y parece mirarme con la gracia
de quien cede al avance de mi audacia
cuando invisiblemente la acaricio.
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Francisco Álvarez Hidalgo
AL CRISTO DEL GRECO (de Ángel Valbuena Prat)
Jesús de la inquietud y la agonía,
de la sombra y la nube, yo te invoco,
llama en los cuadros del cretense loco,
descoyuntado y sin anatomía.
¡Líbrame de este siglo que porfía
por hacerme de piedra! ¡Soy tan poco
para ser firme! Y cuanto veo y toco
se alarga en un temblor de melodía.
Contigo, sin el orden y el diseño,
en mi carne de aflicto penitente
de lágrima, crepúsculo y ensueño,
se grabará el dolor omnipotente,
como punzante clavo de tu leño,
como sangrienta espina de tu frente
como sangrienta espina de tu frente
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Angel Valbuena Prat,
El Greco
PORQUE NADA TERMINA -Ramón Gaya- (de Eloy Sánchez Rosillo)
Es preciso que todo en apariencia acabe
para que al fin comience.
Sólo entonces los hechos
de nuestro acontecer desordenado
adquieren poco a poco
la rara consistencia indestructible
del sueño o la leyenda; sólo entonces podemos
comprender lo vivido, completarlo,
y soñar sin temores ni asechanzas,
interminablemente,
la maravilla cierta del vivir.
Cuando pienso, Ramón —después del trance
natural de tu muerte—, en los años aquellos
en los que coincidimos en el mundo,
siento que me estremece
el misterio absoluto que es la vida.
Qué suerte para mí tan inmensa y extraña,
inexplicable y misericordiosa,
fue el que nos condujeran nuestros pasos
—a través de avatares cuyo oculto sentido
cifrado permanece—
al día y a la hora y al lugar
en que nos conocimos;
y qué providencial para el que soy
resultó que en sí mismo llevara nuestro encuentro
la bendita semilla
de una amistad tan larga y luminosa.
¿Es esto mero arbitrio
de la casualidad? Es destino y enigma.
A cierta edad, un hombre no se engaña
y sabe lo que ha sido en su existencia
de veras decisivo. No ignoro que sin duda
tú en la mía lo fuiste,
y es imposible y triste imaginarla
sin tu ejemplo constante,
y sin la relación tan duradera
que mantuve contigo y con tu obra.
Sí, yo he estado muy cerca muchas veces
de increíbles prodigios.
Vi surgir tu pintura del abismo del lienzo
y pude contemplar cómo sus formas vivas
lentamente empezaban a respirar despacio
al llegar a este mundo.
Con frecuencia, asimismo,
sabía del fulgor de tus escritos nuevos
antes de publicarse,
y tuve el privilegio de escuchártelos.
Tu obra es patrimonio
de cuantos quieran que les pertenezca.
Pero, además de compartir tan fértil
y tan bella heredad con los que la hacen suya,
yo fui también testigo de tu vida,
y eso sólo unos pocos lo hemos sido.
Ineludible obligación gustosa
y legítimo orgullo
mueven y moverán mi ánimo y mi lengua
al testimonio fiel.
No encuentro en la memoria
lances que te afectaran
y en los que tu persona rayase por debajo
de ti, de la alta imagen
que en quienes te tratamos proyectabas.
Hondura y gravedad no te impedían
ser diáfano y alegre. Nunca he visto
a nadie menos dado a complacerse
en sus propias miserias y desdichas,
aunque al igual que a todos,
e incluso más que a muchos,
la angustia y la tragedia te salieran al paso
y en tu ser pretendieran en vano agazaparse.
Severo y exigente contigo y con los otros
hasta extremosos límites,
mas generoso y comprensivo al cabo,
sin componendas ni renunciaciones.
Ahora estoy acordándome de tus ojos vivísimos,
que hasta el fondo miraban con rigor y ternura.
Y recuerdo tu voz tan íntima y serena,
tu voz que por costumbre, sin excepciones, iba
a buscar las palabras
hasta el origen mismo sagrado de las cosas.
Nada de cuanto digo
se extingue con tu muerte.
Tras esa puerta estrecha, oscura y necesaria
que un día atravesaste,
continúa el camino, ya sin riesgo ninguno
de que discurra por lugar baldío
ni de que, como pudo suceder,
nos resultara ajeno su trazado.
Que los muertos entierren a sus muertos
y la ceniza vaya a la ceniza.
Tu luz y tu verdad
entre nosotros siguen
y han de seguir, tan vivas y tan puras
como en cualquier momento,
limpias de escorias y de contingencias.
Es preciso que todo transcurra y se remanse,
que al parecer concluya para que al fin empiece.
Porque todo está siempre comenzando.
Porque nada termina.
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Eloy Sánchez Rosillo
IMITACIÓN DE BOTTICELLI (de Alberto da Costa e Silva)
Como la luz en una caja de naranjas,
o la lluvia sobre la mesa de verduras en el mercado,
desciende la mañana en este jardín, descalza,
y las flores que trae, en la involuntaria belleza,
parecen, contra su cuerpo de verano inflado,
musgo, limo, herrumbre, las heridas que los pájaros
abren en la corteza lisa y perfecta de un fruto.
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Alberto da Costa e Silva
EL GRECO ( de Jorge Guillén)
La peñascosa pesadumbre estable
ni se derrumba ni se precipita,
y dando a tanta sigla eterna cita
yergue con altivez hisopo y sable.
¡Toledo!
Al amparo del nombre y su gran ruedo
-Toledo: "quiero y puedo"-
convive en esa cima tanto estilo
de piedra con la luz arrebatada.
Está allí Theotocópulos cretense,
de sus visiones lúcido amanuense,
que a toda la ciudad prescrita en vilo,toda tensión de espada
flamígera, relámpago muy largo
alumbra, no da miedo.
¡Toledo!
"A mí mismo me excedo
sin lujo de recargo".
Filo de algún fulgor que fue una hoguera,
siempre visible fibra,
zigzag candente para que no muera
la pasión de un Toledo que revibra
todo infuso en azules, ocres, rojos:
El Alma ante los ojos.
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El Greco,
Jorge Guillén
SÉ TÚ TU TEMPLO (de Santiago Elso Torralba)
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La iglesia del mercado de Halle, 1929 Lyonel Feininger Nuea York, Museo de Arte Moderno |
si hasta su estructura entera vibra
con los magníficat de dentro?
Muchos edificios se han construido
sobre la tierra, y aún más altos; pero mira,
nada tan cerca de los cielos como las catedrales,
pues no se sabe si sólo son del hombre
o también divinas, y al vez del infierno,
porque acaban siendo torres de Babel.
Poco somos frente a ellas, nada más
que algún brochazo: unas mínimas pinceladas
para el cuerpo, otra rápida para la sombra.
¿No ves, acaso, en esos trazos, al que, temeroso
de su muerte, mira la fachada?
¿O a esa viuda diciendo a su retoño que tañen
las campanas alados ángeles de mármol?
Así que, ¿cómo no va a conmoverse tu corazón
por esta gente, tu corazón sagrado, que vibra
con su música de dentro?, ¿cómo no va a enternecerse
su estructura entera, si hasta las piedras de esas torres
se disuelven en esos cubos azulados?
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Lyonel Feininger,
Santiago Elso Torralba
ELIGE BIEN, GUILLERMO, APRENDE DE ESTE HOMBRE (de Santiago Elso Torralba)
Elige a los mejores, su amistad,
a quien protege sin temer la muerte;
y a quien arroja piedras con maldad
no quieras ni siquiera parecerte.
No te abandone nunca la piedad,
ni al débil tú abandones a su suerte;
rechaza al cruel, que no es ni la mitad
de hombre -y que, sin duda, es menos fuerte-
que el compasivo. Escoge estar con quien
te enseña a ser mejor, elige bien.
Si a alguno ves que a otros los socorre,
ahí tienes un amigo, y una torre
en que apoyarte, y un bastión robusto
desde el que hacer, del mundo, un sitio justo.
El Padre Jofré protegiendo a un loco, 1887 Joaquín Sorolla Diputación de Valencia |
Elige a los mejores, su amistad,
a quien protege sin temer la muerte;
y a quien arroja piedras con maldad
no quieras ni siquiera parecerte.
No te abandone nunca la piedad,
ni al débil tú abandones a su suerte;
rechaza al cruel, que no es ni la mitad
de hombre -y que, sin duda, es menos fuerte-
que el compasivo. Escoge estar con quien
te enseña a ser mejor, elige bien.
Si a alguno ves que a otros los socorre,
ahí tienes un amigo, y una torre
en que apoyarte, y un bastión robusto
desde el que hacer, del mundo, un sitio justo.
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Santiago Elso Torralba,
Sorolla
VEN A VERLO (de Santiago Elso Torralba)
Es preciso que vengas, hijo,
y lo veas con tus propios ojos.
¿Es esto el mundo? ¿Todo lo que hay?
No lo sé.
Pero adondequiera que se dirija
la sombra de tus pensamientos
encontrará al final
un día luminoso.
Roberto Aizemberg
Padre e hijo contemplando la sombra de un día, 1963
Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes
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Roberto Aizemberg,
Santiago Elso Torralba
UNA CONVERSACIÓN JUNTO AL VOLGA (de Santiago Elso Torralba)
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Ilya Repin Los sirgadores del Volga, 1897 San Petersburgo, Museo Estatal |
No hay nada nuevo bajo el sol, murmura.
¿Qué saco de mi afán? Alguna llaga,
por ser un sirgador; escasa paga
y harapos, por tirar de mi atadura
aquí en el Volga, y ser el que procura
botar un barco, halar del que naufraga
o ha encallado luego, y en la aciaga
orilla ser –lo dice tu pintura,
que me retrata- el de mirada triste.
¿No hay nada nuevo bajo el sol, dijiste?,
le responde el pintor, dejando su arte
a un lado. Tú eres nuevo, y lo es el río
a cada instante, y lo será el gentío
que acudirá a un palacio a admirarte.
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Ilya Repin,
Santiago Elso Torralba
LA GITANA DORMIDA (de Santiago Elso Torralba)
La gitana dormida, 1897 Henri Rousseau Nueva York, Museo de Arte Moderno |
Este cuadro, Guillermo, es sólo el fragmento de una más extensa historia. Habrá que darle, entonces, su antes y después, su ayer y su mañana. Ven, desde aquí podremos ver sin miedo qué sucede; la deslumbrante luna ha vuelto nítidos los contornos del desierto y de las dunas.
Al llegar la irrevocable noche, la gitana se ha sentido exhausta y, en este decorado de tragedia, se ha tumbado en una manta de igual tejido que su ropa. Mira cómo duerme, aferrada aún a su vara de madera que le sirve de cayado, arma, protección contra las sombras. Pero, en verdad, está indefensa, y no es sólo por el sueño. ¿De qué le ha de servir frente al peligro que la acecha? Ya un león inquieto y de ojos ambarinos la olfatea.
Ha estado la gitana, durante mucho tiempo, huyendo de la fiera. Pávida, atribulada por su pesarosa condición de presa, yerra por los páramos. Ha cruzado precipicios, lastimosas cañadas, se ha internado por parajes últimos. Sólo encontró consuelo musitando para sí plegarias de la viaja aldea.
Hoy, después de la fatiga bajo el sofoco del sol, superados los montes y la árida planicie que han quedado a su espalda, creyó encontrar, en esta suave ondulación del arenal, un mejor refugio y un descanso para sus pies quemados por la tierra férvida, cuarteados por las piedras.
Semanas antes, sabiéndose perseguida -pues que varias veces lo vio rondándole los pasos por las inmediaciones de la selva-, imaginó que se pondría a salvo llevando a su enemigo lejos del verdor, donde ni siquiera las hierbas adventicias arraigan. Supuso, equivocadamente, que no se adentraría en una tierra desacostumbrada.
Para ser más ligera en esta travesía de escasez, lleva consigo sólo un cántaro con agua, y un laúd, que nunca hace sonar, para no afligirse más con dulces melodías y para evitar ser descubierta. Ella no sospecha que, aun sin verla, tal como intuye al deleitable antílope con el olfato, o al bisonte y su pisada con el oído a kilómetros de distancia, el león siempre sabe en qué lugar se encuentra.
Pero esta noche la bestia ya se acerca. Lo anima el recuerdo del venturoso día en el que vio algo extraordinario. Ocurrió cuando vigilaba, desde su regio promontorio, la formicante columna de los ñus, a alguno de los cuales, tras la caza, desmembraría para saciar el hambre con su carme. De pronto, las veleidosas nubes descargaron una lluvia tenue y, entonces, vio un arco rutilante tensarse sobre toda la extensión de la sabana rasa. Sucumbió al hechizo de sus colores, a su curvatura hipnótica hecha de sustancias ilusorias. Nada igual ni tan hermoso había contemplado nunca y se lanzó hacia él tan resuelta como inútilmente. El espacio que recorría era lo que el arco se fugaba, y no servía de nada acelerar el paso, porque siempre huía más allá.
A lo lejos pudo divisar a una muchacha vestida con los mismos tonos que el celeste prodigio. A sus pies había un cántaro, y tañía un instrumento del que brotaba un sonido extraño. Cuando dejó de hacerlo, los colores del cielo se embebieron en el ánfora, y el arco despareció de súbito.
Renunció a sus dominios, a sus leonas, a sus usuales matanzas por un amor imprudente y, desde entonces, va detrás de la muchacha y la persigue por los alfoces de la floresta, por los senderos que conducen al río, por los caminos perfumados de flores domésticas.
Aullidos de hombres y torbellinos de antorchas y de lanzas lo hostigaron durante muchas noches; hervía la selva con cánticos intimidantes. No le importó la pesadumbre de saberse odiado; él nunca renunciaría a ella.
Y ahora ahí, en lo alto del montículo, refrescado con la plácida brisa que desordena su melena, el león imita, con el hopo de su cola -pues es un pincel-, el poder de la gitana; y está pintando el cielo, las estrellas y las dunas, porque es él quien crea este desierto, y lo hace inhóspito, yermo, sin principio ni final, sin origen ni término, inhabitado, donde nadie puede entrar ni interrumpir el sueño de quien guarda el arcoíris en una tinaja.
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Henri Rousseau,
Santiago Elso Torralba
DESPRECIA LA GUERRA (de Santiago Elso Torralba)
Pablo Picasso
Masacre en Korea, 1951
París, Musée National Picasso
|
Mira, Guillermo, a quien empuña un sable
y se dispone, con el arma alzada,
a dar la orden de… ¡disparen! Nada
le detendrá y la salva insoportable
ha de atronar cuando el soldado hable.
¿No ves que no es un hombre el de la espada?
¿No ves la humana tropa transformada
en máquina; que nadie que eche un cable
queda, las ruina que hay al fondo, el acre
cielo que acepta la brutal masacre?:
Madres y niños con la muerte enfrente,
y a esos que sienten una prisa urgente
por matar, antes de que el más pequeño
consiga hacerse de esas flores dueño.
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Pablo Picasso,
Santiago Elso Torralba
HAY ALGO MÁS FUERTE QUE EL TIEMPO Y LA DISTANCIA (de Santiago Elso Torralba)
Murillo Muchacho en el antepecho, 1675 Londres, National Gallery |
Murillo Muchacha en la ventana, 1675 Londres, Corras |
La suya es una historia paralela.
Se asoma a la ventana el sonriente
mozalbillo, que está, con evidente
picardía, mirando a la chicuela;
ella se quita el velo con cautela.
Es digno de elogiar el insistente
celo que se profesan frente a frente,
pues los pintaron, a él en una tela,
a ella luego en otra, y ni por esas
se dejan de mirar. Desde Sevilla
envían a uno a tierras escocesas
y al otro a América. Su unión se trunca,
pero aún se buscan. ¿Qué lección sencilla
dan? Que el primer amor no muere nunca.
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Murillo,
Santiago Elso Torralba
UN TIPO ELEGANTE (de Santiago Elso Torralba)
Franciso de Goya
El marqués de San Adrian, 1804
Pamplona, Museo de Navarra
|
Con fusta, espuelas, botas de alta caña,
algo tiene de dandi o de galán
el séptimo Marqués de San Adrián.
De cuerpo entero, un poco con desmaña,
desenfadado, amable, con extraña
desenvoltura posa y sin afán
de aparentar, pues mira, su ademán
es más de Lord que de Señor de España.
Cultísimo, tradujo del francés
dos libros: Lógica y Los elementos
del Arte de Pensar, que aquí el Marqués
lleva en la mano; y, aunque ya son cientos,
otra elegancia veo en él: la calma,
que es el donaire con que viste su alma.
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Eduard Munch,
Santiago Elso Torralba
LA GENTE SE REÚNE EN EL MUSEO (de Santiago Elso Torralba)
Se ha perpetrado un crimen
hace un momento.
Alguien muere en el camino
confundido con la sombra de ese álamo.
Quienquiera que se acerque,
llega tarde para salvarle;
quienquiera que regrese años después,
lo hará de nuevo con un instante de retraso.
Se está alejando el asesino
y, dentro de un momento, ya no veremos más
a quien tiene su mirada abigarrada
con las piedras del sendero.
Aquel que venga tiene aún tiempo
para ver al homicida;
aquel que vuelva años más tarde
lo hará otra vez con un segundo de adelanto.
Edvard Munch
Asesino en la alameda, 1919
Oslo, Munch-Museet
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Se ha perpetrado un crimen
hace un momento.
Alguien muere en el camino
confundido con la sombra de ese álamo.
Quienquiera que se acerque,
llega tarde para salvarle;
quienquiera que regrese años después,
lo hará de nuevo con un instante de retraso.
Se está alejando el asesino
y, dentro de un momento, ya no veremos más
a quien tiene su mirada abigarrada
con las piedras del sendero.
Aquel que venga tiene aún tiempo
para ver al homicida;
aquel que vuelva años más tarde
lo hará otra vez con un segundo de adelanto.
Aquí la gente se reúne, y nadie acudirá
más pronto ni después que otros;
aquí, al fin, nos encontramos todos: los de ahora,
los que ya se fueron, los que aún no han venido.
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Eduard Munch,
Santiago Elso Torralba
EL BELLO AMOR DE MARC CHAGALL Y BELLA (de Santiago Elso Torralba)
Las cosas nos anhelan,
se sienten solas sin nosotros,
vacilantes, huérfanas, absurdas,
y, por eso, se vueven posesivas,
ávidas de afecto,
nos rondan con angustia,
nos imantan,
nos colman de pesadas atenciones,
nos retienen con su terco afán de sumisión.
No importa no tener dos alas,
si se tiene amor,
para poder alzar el vuelo
y suavemente
desasirse de ellas; para ser
como Chagall y esposa, allá en lo alto:
dos ángeles que pasan
por encima de las cosas.
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Sobre la ciudad, 1918 Marc Chagall |
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Marc Chagall,
Santiago Elso Torralba
DÍA DE APATÍA (de Santiago Elso Torralba)
![]() |
Dia de apatía, 1951
Musée National d’Art Moderne, Centre Pompidou,
Yves Tanguy
|
¿Son gónadas con tuercas, son escaras,
desechos de la tanatología
flotando en unos puses, o alquitaras
o simples chirimbolos? Se diría
que algo tienen de caracol las raras
criaturas de “Día de apatía”,
y que reptan. Guillermo, si me hablaras
en chino, mucho más te entendería
que lo que entiendo a ese Yves Tanguy.
¿Pintó entelequias, gusarapos muy
del otro jueves, lo que regurgitas
cuando toses? Grotescas, feas, puro
horror, no sé qué son, pero seguro
que algo significan las malditas.
(del poemario inédito "Descripción de cuadros para Guillermo")
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Yves Tanguy
ESTATUA MUTILADA (de José Hierro)
Mujer de un funcionario romano,
recorriste la tierra
-sombra suya- de Gades a Palmira.
Soles distintos te adoraron,
maduraron tu piel, fueron dejando
seco tu corazón.
Cómo sería tu cabeza, tu mano,
lo que fue carne tibia, vestidura del alma
y luego piedra silenciosa...
Ahora la mano ya no está en la piedra.
Y la cabeza fue limada, desfigurada y corroída
por el agua que la albergó durante siglos.
¿Cómo serías? Imagino que el escultor,
sumiso a los clientes, las rutinas,
los tópicos vigentes en la Roma de los Césares,
copió de ti la apariencia banal.
¿Serías verdaderamente
-no quedan rasgos que dejen comprobarlo-
matrona dura que mandaba sus hijos a la guerra,
que prefería muertos valerosos,
soledad y desolación,
antes que amor, calor y compañía de cobardes?
¿O tu rostro impasible
revelaría otra verdad?
Ahora no tienes ojos,
ni siquiera de piedra,
para que en ellos se refleje y cante el mar,
el mismo que rompía en tus ojos humanos
y te vestía de llamas azules.
(A la orilla del mar ocurriría aquel amor).
Un legionario, un soñador, un triste,
a la orilla del mar... Y le decías: “Ráptame,
llévame contigo, da a mi vida
sentido y esperanza, olvido y horizonte,
dale vida a mi vida”. (Él fingiría indiferencia
cuando subías con ofrendas al templo.
Y te abrazaba, enloquecía, te daba vida y muerte
cuando estaba con él a solas.)
El día que marchaste, dócil al lado de tu esposo,
a otro sol y otra tierra del Imperio,
lloró desconsolado el que era fuerza tuya.
Te hizo un collar de lágrimas.
(Esto debió de suceder en la Imperial Tarraco.)
Ahora no tienes ojos,
ni siquiera de piedra.
El mar y el tiempo los borraron.
(Dentro del mar se pudriría aquel amor.)
Sólo te queda la impasibilidad con que te imaginaron
para edificación y pasmo de los hombres.
Jamás podrá la piedra
albergar un soplo de vida.
Y entonces, dónde ha ido tanta vida,
dónde está tanta vida que la piedra no puede contener,
no puede imaginar y transmitir.
Tanta vida que fue la salvadora
del olvido y la nada, ¿habrá muerto contigo?
Cómo puede morir lo que fue vida.
Quién puede asesinar la vida.
Quién puede congelar en estatua una vida.
Qué hay en común entre este bulto
-pliegues rígidos y elegantes,
rostro esfumado, manos mutiladas-
y aquella estatua de ola tibia,
aquel pequeño sol poniente,
aquel viento de carne pálida,
aquella arena palpitante,
aquel prodigio de rumores:
lo que tú fuiste un día,
lo que eres para siempre en un punto del tiempo y del espacio,
en el que escarbo inútilmente
con el afán de un perro hambriento.
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José Hierro
LA VENUS DE MEDICIS (de Manuel del Palacio)
Por la fuerza del genio concebida,
en un delirio de placer creada,
eres la imagen del amor soñada,
que a la ventura celestial convida.
Nada te falta para ser querida;
hermosura, candor, juventud, nada;
¡Ay, quien al mármol del que estás formada
llevar pudiera el fuego de la vida!
Más de una vez, cuando al pasar te veo
del pedestal queriendo desprenderte,
buscando a tu belleza digno empleo,
cautiva entre mis brazos sueño verte;
¡Aberración sublime del deseo,
que va a estrellarse en la materia inerte!
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Manuel del Palacio
PINTURA MURAL, TORRE DE LAS DAMAS (de Antonio Carvajal)
Iban con sus banderas hacia oriente
desplegadas, vibrantes, rojas, vivas
en un viento feliz, la llama al cielo.
Caballeros que fueron y jinetes
que ya no son sino un mancha casi
borrada en una estancia cuyo aroma,
las ventanas cerradas, me recuerda
el de las altas cámaras de casa
de labor, nunca el aura que se aspira
en grácil torre abierta hacia jardines:
Jardín, estanque, palmas, blancas casas,
un breve río musical y cauto,
leves montes, nevada sierra, cimas
de la delicia; el valle, paraíso.
Hacia el valle también los caballeros,
hacia donde la luz y la alegría
fingen tener su manantial perenne.
Mural de la "Torre de las Damas". La Alhambra, Granada. |
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Antonio Carvajal
VANITAS ( de Jaime García Máiquez)
Pesados libros con olor a rancio - quizá de teología-,
una armadura, una corona, un cetro, una mirra roída,
cartas dispesas, un reloj de arena, una copa abatida;
de súbito, la vela, consumida del todo, expira un humo
fúnebre...
la calavera, maliciosamente , esboza una sonrisa.
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Jaime García-Máiquez
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