adherido fuertemente a las exclusas,
ha venido creándose, creciendo
durante siglos en la descomposición.
Por azar de la naturaleza un día recibe el don
de la existencia: respirar,
extenderse, reproducirse. Ahora ya
se le puede catalogar
como un cuerpo vivo más entre los vivos.
Ubicado como un intruso en el primer peldaño
de la evolución
abre lentamente los párpados
y sólo ve hacia lo alto
puentes colgantes, cadenas, poleas, palancas,
estructuras de madera que se repiten
como una pesadillla, infinitamente.
También oye gritos, cientos
de sombras lamentándose, retorcerse
en los potros de tortura.
Así es el mundo que el animal desde el fondo mira
y al que ha sido destinado.
Debido a que esa confusión no parece
tener fin cierra los ojos
y su cuerpo alargado, su membrana
gelatinosa se estremece de satisfacción
porque todo lo que repite bajo sus párpados
le servirá algún día de alimento.