La gran ola de Kanagawa, entre 1830-1833 Museo Metropolitano de Arte, Nueva York Katsushika Hokusai |
Supongamos que la Gran Ola cobra vida en el viejo grabado de Hokusai, y desciende con toda su fueza sobre las islas y los mares de Japón. Es una ola gigantesca arrastrándolo todo, una ola rugiente nacida, de súbito, en un extraño meridiano envuelto en los efluvios del calor y las estaciones muertas.
Supongamos que esa ola es la última noticia del siglo. Surgió en la mano del artista y ahora es un poderoso remolino de agua, una tromba a la altura de un rascacielos neoyorkino.
Cuando termino de escribir este poema, la Gran Ola estará arribando seguramente a la tibias aguas del Caribe, precedida de vientos que azotarán el litoral y la bahía. Su espuma amenazante mojará los pies de los niños, saltará los peldaños que conducen a mi casa, se deslizará por debajo de la puerta rumbo a las grises habitaciones donde yo deambulo conversando con mi sombra a la caída de la tarde.
La última imagen que tendré será la de mis papeles flotando con pereza encima de una ola.