La entrada de Cristo en Bruselas, 1888-1889 Musée Royal des Beaux-Arts, Amberes James Ensor |
El vulgo sólo distingue desorden, caos, incorrección
J.F
Para los niños nómadas
he pintado la entrada de Cristo en Bruselas.
Para los indiferentes, los Obispos y las coristas
he pintado la entrada de Cristo en Bruselas.
Para los desesperados
que van rastreando un cuerpo debajo de la lluvia,
para taumaturgos y suicidas
he pintado la entrada de Cristo en Bruselas.
Pudiera parecer absurdo pintar a Cristo
rodado por esa gentuza;
pudiera ser banal
poner mi arte en función de tanta mediocridad.
Sin que nadie lo supiera tomé el pincel y los colores
y pinté esas máscaras chillonas,
apreté un tubo de carmín y apareción una legua;
hice un trazo al azar
y surgió, vehemente, un grito.
Todo el día
y la noche que sigue a ese día,
y la madrugada siguiente
pinté y pinté sin cesar
la entrada de Cristo en Bruselas.
Aquellos rostros asustan;
hay en ellos tanto miedo, tant fealdad;
hay tanta demencia en este cuadro,
y en el centro está Él
y la ciudad de Bruselas al fondo.
En realidad no hay rostros, sino máscaras;
tampoco existe ciudad
sino un infierno de colores.
No sé quién vendrá a contemplar esta obra.
La gente, al verla, se escandalizará
y apartará su vista de allí
como se aparta la vistra de algo indecente.
En realidad, es una pintura indecente
para un mundo indecente.
Y todo cuanto he representado
no es más que pura indecencia.
Por eso lo titulé
"Cristo entrado en Bruselas".
Donde está el horror, ahí debe estar Cristo.
Donde está la sobervia, debe estar Cristo.
donde está la indecendia, Cristo también.
Estoy llamando a Cristo con mi cuadro.
Esoy diciéndole: "Señor, este fue el mundo que tú creaste a imagen y semejanza".
Antes de que la muchedumbre derribe mi puerta
y me aprratre como un fardo
y me abofetee y escupa
por pintar tu rostro entre asesinos y prostitutas,
he de terminar, por fin, tu mirada triunfal en Bruselas.