LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

CANTO XXX. SOBRE UN BAJORRELIEVE SEPULCRAL ANTIGUO, DONDE UNA JOVEN MUERTA ESTÁ REPRESENTADA EN EL INSTANTE DE PARTIR, DESPIDIÉNDOSE DE SUS PARIENTES (de Giacomo Leopardi)


¿Dónde vas? ¿Quién te llama
lejos de tu familia,
bellísima doncella?
Sola, peregrinando, ¿el patrio techo
tan pronto ya abandonas? ¿A esta puerta
volverás tú? ¿Harás feliz acaso
a los que en torno tuyo están llorando?

Secos los ojos y animoso el gesto,
pero triste estás tú. Grata si fuera
o enojosa la senda, oscuro asilo
al que vas o gozoso,
por tu grave semblante
mal se adivina. Ay, ay, ni yo podría
decirlo para mí, ni acaso el mundo
lo supo aún, si en el cielo malquista
si debes bienamada,
si mísera o dichosa ser llamada.

Muerte te llama; al comenzar del día
su último instante. Al nido del que partes
no volverás. La vista
de tus tiernos parientes
dejas por siempre. El sitio
donde acudes se encuentra bajo tierra:
allí tendrás eterna residencia.
Quizá seas feliz; pero quien mira,
viendo tu hado, para sí suspira.

No ver nunca la luz
era, creo, mejor. Mas nata, cuando
belleza soberana se despliega
por los miembros y el rostro,
y el mundo ya comienza
desde lejos ante ella a reclinarse;
cuando florece la esperanza, y mucho
antes que en torno a la radiosa frente
su fosco rayo la verdad destelle;
como vapor cuajado en nubecilla,
bajo formas fugaces a lo lejos,
disiparse, sin casi haber surgido,
y cambiar por oscuros
silencios de la tumba su futuro,
esto si al intelecto
feliz le parece, invade
de alta piedad al más valiente pecho.

Madre dura y llorada
desde el nacer de la animal familia,
natura, ilaudable maravilla,
que por matar engendras y alimentas,
si daño es del mortal muerte inmadura
¿por qué tú lo consientes
en esos inocentes?
si bien, ¿por qué funesta,
por qué, supremo mal,
a quien se marcha, a quien se queda en vida
inconsolable le haces la partida?

¡Mísera donde mire,
mísera donde clame o donde acuda,
esta sensible prole!
Plúgote que burlada
por la vida quedara
la espera juvenil; de afanes colma
la ola de años; al mal único amparo
la muerte; y ésta, segura meta,
ésta, ley inmutable,
pusiste al curso humano. Ay, ¿por qué al cabo
de senda tan penosa, el fin al menos
feliz no prescribirnos? Y aun a aquella
que futura e indudable
en vida, siempre, llevamos ante el alma,
aquella que de afanes
fuera único consuelo,
cubrir con negros velos,
ceñir de triste sombra,
y espantoso a la vista
más que cualquier tormenta hacer el puerto?

Ya si desdicha es este
morir que nos destinas,
a nosotros que ignaros y sin culpa
ni voluntarios a la vida arrojas,
la del que muere es envidiable suerte
ante aquel que la muerte
siente de los que ama.
Pues si en verdad, como sin duda creo,
el vivir es desdicha,
gracia el morir, ¿quién nunca lograría,
aunque bien debería,
desear de los suyos la hora extrema,
para quedarse al cabo
de sí mismo privado,
ver del umbral llevarse
a la persona amada
con la que habrá pasado muchos años,
y adiós decir sin esperanza alguna
de encontrarla ya nunca
por la mundana senda;
y después solo, abandonado en tierra,
mirando en torno, a la hora acostumbrada
recordar la pasada compañía?
¿Cómo, ay, cómo, oh natura, tú soportas
arrancar de los brazos
al amigo el amigo,
al hermano el hermano,
el hijo al caro padre,
al amante el amor, y el uno extinto,
vivo al otro dejar? ¿Cómo pudiste
decretar necesario
tanto dolor, que sobreviva amando
al mortal el mortal? Mas por natura
otra cosa en sus actos,
que nuestro mal o nuestro bien se busca.