De pronto el viento, el aire, la humedad y la vida
en un río sin cauces, sin riberas ni chopos
caen
desde el órgano múltiple y toda
la ternura ojival allí penetra.
Ciegas arquerías, toral mirada múltiple
aleteo de Dios, estrellas
que aún perduran, como palomas cuya
soledad no es la muerte. Pero
¿dónde la danza, el paso
que extiende el pie desde un rojo remoto
que fluye? ¿Dónde el delicado pezón que se abre
a un ritmo, el movimiento, su eternidad
perecedera? ¿Qué exedras, qué ámbitos
infinitos del templo, lo corcovo
del contrapunto y alma y quién diría?
¿Dónde tú, poseedora
de la hermosura, brevísima cintura,
magia o tobillo a quien indefinida
mente asiste la realidad?
La realidad que nace,
que se escucha nacer y hacerse forma,
línea delgada que organiza el sueño.
Y así se oye un color: azul
mediterráneo canta
el mar, un rojo limpio, blancos... Inocente
universo, vulnerado vacío,
intimidad en cuya hondura el órgano
dilata la frontera
del ser y cálido
en su ardor allí ilumina.
De pronto el viento, el aire, la humedad, y la vida
llegan.
Joan Miró contemplaba y ahora existen.
Bailarina oyendo tocar órgano en un catedral gótica
Joan Miró