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No era preciso eternizarse, muchacha.
Y ahora tu desnudez llega radiante
desde un amanecer interminable.
Invento de la luz, ala de espuma,
surges de las profundidades más azules.
Arena siempre nueva y no ceniza
judeocristiana, isla
de eterno amor entre las tempestades.
En el cuadro rehecho sin sosiego
tu carne perdurable es joven siempre.
El mar se hiende atónito y observa
otra vez el milagro.
Y ahora tu desnudez llega radiante
desde un amanecer interminable.
Invento de la luz, ala de espuma,
surges de las profundidades más azules.
Arena siempre nueva y no ceniza
judeocristiana, isla
de eterno amor entre las tempestades.
En el cuadro rehecho sin sosiego
tu carne perdurable es joven siempre.
El mar se hiende atónito y observa
otra vez el milagro.