LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

JUDITH Y HOLOFERNES -Caravaggio- (de Jesús Ponce Cárdenas)

                                                    
                                                          Revuelto con el ansia el rojo velo
                                                          del pabellón
                                                                                         Lope de Vega
                                 I

Desconocen los sabios
que en la remota adolescencia
pergeñé la luz marchita
de mi bisabuela, Filomena
Melandri: sus ojos inquisitivos
la alta nariz rapaz,
la sumida boca cruel.
Mnaïs dormía aún,
los muslos húmedos
de mi semilla reciente.
El sol del Trastevere
hacía nacer en su cabellera
undosa la majestad
prístina, el oro
de un crepúsculo
embarcado en el comercio secreto
de tósigos y alquimias.
La cabeza feroz y frágil
de mi ancestro puso en marcha
el canto de la sangre.
Mientras tomaba el amarillento
bosquejo, Mnaïs bostezó,
la fina Holanda y las cuentas de ámbar
enmarcaban la dalia
suave y rosa de los senos.
Tintineaban ajorcas
en los albos tobillos
delicados, invitando
a posar la cálida lengua.


                              II

La noche había sido larga.
Orsetto había hecho resonar
el oboe tenebroso,
no recuerdo el nombre
del citarista que besaba
al adolescente Biondino,
camaradas felinos, avaros
entre los muchachos de placer.
Flavia, Iris y Roxanna
danzaron en la alta noche,
volantes carmesíes y negro
intenso en sus ojos
ávidos como la Parca.
Clelia, de trenzas oscuras
y su fogosa grupa.
Después del esforzado
trabajo de Gelsomino Ligure,
tomé a Mnaïs con furia,
Mnaïs que dulce
tiene el angostura. Pudo
más el vino: apenas
acabé el tercer asalto.


                            III

La colación fue frugal:
restos de un frasquillo
de Venecia, una ensalada
compuesta a la usanza
del norte (achicoria,
flor de borraja, camuesa,
hierbabuena, lechuga,
diacitrón, albahaca,
pulpa de granada, olivas
y yema de huevo confitada),
oscuras ciruelas dulces.
Tras rendir tributo
a si ígnea belleza,
Mnaïs accedió a posar de nuevo.


                                 IV

El lienzo comienza a tomar forma.
Los mejores zarzillos de Flavia
(lazo negro de raso, perlas barruecas)
deslumbraban en el nácar
lobulado de Mnaís la cruel.
El perfil protervo
de mi bisabuela resonaba
en la escena como un crótalo
somnoliento, con la intensidad
solar de un curioso espectro.


                            V

La jornada acaba.
Pietro el herrero se quita el tizne
y reclama irónico sus monedas.
¡Dejarse retratar
por un varón dudoso
mientras la cortesana
finge cortarle a uno la cabeza!

Judith y Holofernes.  Caravaggio, 1599, Galería Nacional de Arte Antiguo,  Roma