No me preguntes lo que fui. Soy solo
columna
rota
de un Partenón soñado
por sabios arqueólogos.
Vienen llenos de ciencia a
visitarme,
me sacan fotos en color, pergeñan
a lápiz unos cuentos garabatos
y
se van.
Cuanto más vieja, cuanto más mordida
del tiempo y de las lluvias,
tanto más les parezco interesante;
y se van sin saber que a ciertas horas
esta
columna
rota y sin flor de acanto
tiene respiración como los árboles,
siente en
su carne pétrea latidos
de luz solar y besos de la luna,
y en la piel estriada
cosquilleos de errantes lagartijas,
que hacen soñar…
Para los hombres soy
columna rota,
columna vieja, abandonada, inútil.
Todavía me elevo sobre un plinto
y lucho a solas con el viento amargo
del mar, que mordisquea
mis carnes
pasas. Pronto
seré sarmiento enjuto, cepa seca,
polvo de cuarzo, escombro
de
un Partenón quimérico, que nadie
volverá a visitar con la pregunta
de antaño: ¿Tú
, que fuiste? porque en torno
de mí se habrá cerrado toda senda
al crecer las
ortigas del olvido.