LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

"LAS MENINAS" (de Vicente Aleixandre)



































El que mire al pasar en el salón cuidado 
verá una lápida fría, convenida expresión de un loor académico.
A un lado el vacuo espejo, comprobación inútil de una profundidad que sin vidrios se ahonda.
Y dos ventanas grandes, con colgantes cortinas
dirigiendo una luz que el pintor quiso libre.

Después... El mundo se abre en un rompiente súbito que desborda y no espanta.
Vertiéndose hacia ti que lo miras como si de una verdad profunda aquí cayese:
estuviese cayendo.
Roto un cielo que es mundo
total, ingresa un orbe por el rompiente: invade.
Ah, perpetua invasión rodando en orden, hacia ti que contemplas.
 
En esa material suma orgánica se adelanta diario
el más humilde ser, también quizá el más próximo:
el mastín que a tu mundo incorpora mediatamente el mundo donde tú aún no respiras.
La distancia, ese supremo arte del pintor que respeta, está aquí tensa, al borde,
y late con diafanidad, en su filo, ahora ya casi equívoco,
frente a ti humano mismo que eres ya de otro reino.
Nunca tú más pedido, tú la sola, la suprema respuesta a la enorme demanda.
Y casi salta o mira ese can que establece tu ser la atadura.
Realidad: fácil copia. Oh, verdad: más profunda.
Y esa ala más terrible de la luz no son plumas,
aunque tiemblen sus fuerzas.
Mas ve: Nicolasillo,
un instante detenido cuando pone su pie en la piel leonada,
grita o suspende un aire.
Maribárbola triste, Margarita, meninas: un ritmo del espacio, en su curva rodando.
Y allí, engarzado, el lienzo y su sombra: el pincel,
su pensamiento: un hombre.

Si aquí quedase todo, sin dimensión girara solo un mundo primero,
y el vasto allá, con cósmica alianza, solo un gemido fuese.
Pero en los ojos graves del pintor que no vemos, pues  que vemos su imagen,
se pinta el orbe a fondo.
Son las fuerzas que invaden el espacio las solas protagonistas vivas
de esos ojos oscuros.
Y no hay revelación de la sombra insondada, sino por esa espalda que es su luz: sombra ilustre.
Inmerso en tiempo está el espacio, y es la luz quien lo mide mientras se expande, exalta como puro universo.
Y va ganando ser, realidad, existencia: mientras crece en sus límites,
en la total conciencia de su existir, que es numen donde todo es presencia.
Experiencia de vida revelada, y la luz reconoce, y son formas.

Una oleada más, y allí está inmóvil ahora:
la dueña, el guardadamas: agua oscura; es la misma.
Y otra oleada, y más compartimentos de la luz, rota en fueras.
La puerta, y más allá la luz yéndose en fugas,
y una figura neutra sobre el gran fondo rútilo: José Nieto día a día.
Y aún más allá la otra, la suprema realidad delantera que aquí no está. ¿Son sombras?
Donde tú estás que miras, ellas, las dos figuras, aquí tendrían que estar, oh, sobre-estar,
a tu lado, sin vérselas.
Y se ven solo al fondo del otro reino, sumas, coronadas, en vidrio de un espejo o unas aguas.
Y tú que lo contemplas casi arrojas la piedra
por romper el espejo: ¡ahora el gran cuadro a oscuras!

Largamente has mirado del mastín a las sombras
del fondo: sólo el tiempo en espacios.
Y los bordes quemados de las formas, hirviendo
en las luces: vividos, como en síntesis constan.
La gran obra es recinto. La distancia, respeto.
Y el allá, en su oleaje, deposita los seres, un instante presentes,
sorprendidos, perpetuos.