Era una baranda junto a la tumba de Viana:
No los campos de la pelea o de la muerte antigua vimos, no.
Instados por la lápida del héroe, decidimos cambiar la vida.
¿Queda vida? ¿A estas cuadrículas, leyes, prohibiciones,
reglas, trabajo, oscuridad, desaliento, normas, llamaría César la Vida?
Galopaban caballos blancos en una tierra sin tiempo.
Una mujer hermosa cantaba lascivas canciones a un complaciente obispo.
Alguien había abolido las obras de Justiano
y había nombrado a la emperatreiz Teodora, Reina Universal del Mundo.
Una viaja rezaba ente piedras visigodas,
yo le dije: si el Hombre fuese perfecto, perfecta sería su Norma.
Mas somos sanguinarios, osados, absurdos. Nuestra Norma así,
engaña una perfección que no posee...
El estupro no es bueno, pero acaso sea más saludable.
La violencia no es buena, pero acaso sea más limpia.
La crueldad asusta, pero también trae caricias y dulzura no obligadas.
Los salvajes -le dije a la vieja orante-
son más nobles que los civilizados. No es Rousseau ni su mito.
Hablo del rudo real, del ladrón, del opiómano, de la meretriz:
Son más puros en lo prohibido.
Los guardas son más hórridos que la delincuencia.
Entre imperfecciones, elijamos la que se sabe a sí misma.
Junto a la iglesia de Viana, el pie sobre la tumba:
Todo o nada. Quizá fuese orgullo, problablemente -grité-
buscaba otra vida, nos enseñaba un camino,
a nosotros, descendiente en un mundo abolido, al pánico borde
de la nada, educados en libertad ciebérnetica: Vivos cadáveres...
Llegó el condottiero y al bajarse del coche -atardecía-
exclamó: Cuando no existe el delincuente no existe libertad.
Sin torceduras no hay vida.
Sin transgresión, sin violación llamas a lo difunto vivir.
La vida es cruel. Necesita serlo.
Sólo en otra galaxia sin heridas será limpia la Vida:
sin golpes, sin sangre, sin caridad, sin amor: Música.
Ahora la imperfección es necesaria.
Es nuesta sola garantía.
Arrancó el condottiero su deportivo rojo. Rugió. Huyó de Viana.
Campos de Viana. Mirábamos el futuro.
Pedíamos desorden, creación, tumulto, variedad, exceso...
Nos daban leyes fijas. Palabra cuadradas. Piedra inmóvil.
(Hablaba Aludra).
Quien estaba junto a mí, se arrodilló,
cerca del barandal, a unos metros de la lápida humide,
y rogó en voz alta: Manda a tus ángeles, Señor,
venga la predicha apocatarsis,
y arda todo cuanto ya está seco.
Fuego sobre los ríos. Montañas heridas.
Ciudades de abismo.
Destrúyelo todo, Señor, como prometiste en la Revelación.
Luego vendrá la Vida.
Y si no hay perfección, si no llegara,
volverá, al memos, el terrible y humano Reino de la Orgía.
El Orden es siempre peor. Porque es frío y mata el Futuro.