Expulsión del paraíso Masaccio |
Ni siquiera las lágrimas,
espesas como el mercurio,
ni el yunque ardiente
que les quemaba muy adentro,
ni los kilómetros de zarzas,
que hicieron sangrar sus tobillos,
ni la prolongada llovizna
que los recibió de pie en la intemperie.
Nada, nada de eso, ni las semanas ni las arenas,
ni las sucesivas generaciones
han podido borrar de nuestros cuerpos
ese aroma a jazmín que un día muy lejano
trajeron del Paraíso.