LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

LA NOVENA OLA (de Santiago Elso Torralba)

La novena ola, 1850
Ivan Aivazovsky 
San Petesburgo, Museo Estatal
                                                           (Para mi hijo Guillermo)

¿Has visto qué real es esta escena?
Nos llaman desde el palo de un velero
los pobres náufragos. Asusta, pero
no temas, hijo mío, la novena
ola, que enorme y verde se envenena
contra ellos: está pintado el fiero
mar que a una suerte incierta los condena.
Ten fe, resistirán en el madero;
no se hundirá tampoco nuestro barco,
pues es el firme e insumergible marco
del lienzo en que flotamos. Ven, si subes,
iremos en la nave que nos salva
a salvarles. Pon rumbo hacia esas nubes,
hijo, teñidas de amarillo y malva.


DE LA PROFUNDA TAREA (de Normand Argarate)









Hokusai pinta una hoja.
Cien años demanda su tarea.
Con paciencia elabora
las finas nervaduras
los ínfimos detalles.

Al final se estremece.
Nunca sabremos
si la hoja o su mirada.

EARLY SUNDAY MORNING (de Hilario Barrero)



Early Sunday Morning
Edward Hopper

Única criatura, la claridad
extiende sus raíces en la línea
horizonte de la calle vacía,
bautizando al color por su apellido:
azules infantiles, verdes lluviosos,
ocres enamorados, húmedos blancos
que son frontera con la sábana tibia,
el olor a café, la primera caricia,
y el roce de la muerte que, temprana,
teje precipitada la túnica del barro.
Dando razón de luz al carbón de la sombra,
el sol va señalando a la fachada
su destino de noche aún distante.
Dormidas las persianas, amarillo
despierto de septiembre, un visillo
entretiene su frágil esqueleto
en el lento columpio de la brisa,
mientras Mrs. McLaughlin siente un escalofrío,
protegida por Gato (y una buena ginebra)
y comienza a leer la última edición
del New York Times, cuando tan sólo son
las siete menos cuarto, en la recién
creada mañana del domingo.

CAMPO DE TRIGO BAJO CUERVOS (de Amelia Biagioni)

Campo de trigo con cuervos
Vincent Van Gogh


















Porque hay que servir hasta el final del fuego
            con el que siempre quise calentar al sumergido
y la tristeza alcanza el rango
           que ahuyenta al espíritu y enajena la mano,
pinto con estertores.

Dentro del solo Ser
bajo el largo presentimento azul
quiero trazar largo camino doble
                                                       el rojo azar
quiero lanzarlo así fluyendo entre canciones verdes
     quiero extender
                           inmenso ardor reinando y resonando
el salmo el oro victorioso de la vida.

De pronto el viento es anatema
se retuerce la soledad
acomenten los turbios
surge infinito de la médula
                               lo negro
                               se abalanza traidor perverso…



Despavorido
el amarillo enorme puja oblicuo arrancándose.
Lo negro abierto en alas viles
                  ronda al candente espanto
                              sube crece estermina cielo
huye el camino cárdeno
            huye al revés su doble aullido verde
                          huye el espacio la salida la razón
no puedo detener los cuervos…

"LA MENTE NO ES MÁS QUE UN MONO LOCO" -Provervio de la India- (de Carlota Caulfield)



Anders Gezelius
pintor sueco del siglo XIII
tituló uno de sus autorretratos
"Mi cara original, antes
de que mis padres nacieran."

La expresión del artista
está siempre comenzando
a formarse en el lienzo.
El cuadro es a cada momento
un nuevo cuadro
y nadie ha podido ver
la misma cara dos veces.

Acabo de ver la obra en Estocolmo,
pero lo que en realidad he visto
ha sido mi cara
dentro de mí
con mi mente de principiante.

De Gezelius se dice que era un ángel.

EL PINTOR PEREZA (de Carlos Pezoa Veliz)


Éste es un artista de paleta aneja
que usa una cachimba de color coñac
y habita una boharda de ventana vieja
donde un reloj viejo masculla: tic tac…

Tendido a la larga sobre un mueble inválido,
un bostezo larga, y otro, y otro: ¡tres!
¡Diablo de muchacho, pobre diablo escuálido,
pero con modorras de viejo burgués!

Cerca de él, cigarros fingen los pinceles,
sobre la paleta de extraño color:
sus últimos toques fueron dos claveles
para un cuadro sobre cuestiones de amor.

Cerca un lápiz negro de familia Faber
enristra la punta como un alfiler;
hay tufo a sudores y olor a cadáver,
hay tufo a modorras y olor a mujer.

Juan Pereza fuma, Juan Pereza fuma
en una cachimba de color coñac,
y mira unos cuadros repletos de bruma
sobre un hecho que hubo cerca del Rimac.

El pintor no lee. La lectura agobia,
y anteojos de bruma pone en la nariz;
Juan odia los libros, ve horrible a su novia,
y todas las cosas con máscara gris.

Su mal es el mismo de los vagabundos:
fatiga, neurosis, anemia moral,
sensaciones raras, sueños errabundos
que vagan en busca de un vago ideal.

Ni piensa, ni pinta, ni el humor ingenia.
¡Qué ha de pintar, si halla todo sin color!
Tiene hipocondría, tiene neurastenia,
y hace un gesto de asco si oye hablar de amor.

Mira un cuadro antiguo sin pensar en nada,
mira el techo, el humo, las flores, el mar,
una barca inglesa que ha tiempo está anclada
y unas acuarelas a medio empezar.

De un escritorillo sobre la cubierta
un ramo de rosas chorrea placer
y una obra moderna, rasgada y abierta,
muestra sus encantos como una mujer.

El pintor no lee. La lectura agobia:
Juan Valjean es bruto, necio Tartarín;
Juan odia los libros, ve horrible a su novia
y muere en silencio, de tedio, de esplín.

Sudores espesos empapan los oros
que el lacio cabello recoge del sol,
y se abren al beso del aire los poros
del rostro manchado con tintas de alcohol.

Y mientras el meollo puebla un chiste rancio,
que dicho con gracia fuera original,
una flor de moda muere de cansancio
sobre la solapa donde está el ojal.

Hay planchas que esperan el baño potásico;
un cuadro de otoño y una mancha gris,
una oleografía de un poeta clásico
con gestos de piedra y ojuelos de miss.

Juan Pereza fuma, Juan Pereza fuma
en una cachimba de color coñac,
y enfermo incurable de una larga bruma,
oye un reloj viejo que dice: tic tac…

Ni piensa ni pinta, ni el humor ingenia.
¡Qué ha de pintar si halla todo color gris!
Tiene hipocondría, tiene neurastenia
y anteojos de brumas sobre la nariz.

Así pasa el tiempo. Solo, solo el cuarto…
Solo Juan Pereza, sin hablar. ¿De qué?
Flojo y aburrido como un gran lagarto,
muerta la esperanza, difunta la fe.

La madre está lejos. A morir empieza,
allá donde el padre sirve un puesto ad hoc;
no le escribe nunca porque la pereza
le esconde la pluma, la tinta o el block.

Hace ya diez años que en el tren nocturno
y en un vagón de última dejó la ciudad;
iba un desertado recluta de turno
y una moza flaca de marchita edad.

Un gringo de gorra pensaba, pensaba…
Luego un cigarrillo… Y otro. ¿Fuma usted?
Luego un frasco cuyo líquido apuraba
para tanta pena, para tanta sed.

¡Tanta pena, tanta! Su llanto salobre
secaba una vieja de andrajoso ajuar;
iba un mercachifle y un ratero pobre
y una lamparilla que hacía llorar.

La vida… Sus penas. ¡Chocheces de antaño!
Se sufre, se sufre. ¿Por qué? ¡Porque sí!
Se sufre, se sufre… Y así pasa un año…
y otro año… ¡Qué diablo! la vida es así!





 






COLOR SOLO (de Diego Jesús Jimenez)

¿Cómo, entonces,
salir de aquí? ¿Intentar la aventura
de salir de este tiempo
de desolación?
                              El verde claro
que nos trae la alegría y la esperanza, no como el del
     musgo o el de las botellas,
llenos de incertidumbre y de sollozos, o el verde ya
     oxidado
del tiempo; ni tan siquiera el de la manzana o el del
     oleaje
porque no tienen ojos ni cintura. Ni los verdes del puerto,
                                      [porque están en silencio; ni aquellos
que nos dicen adiós desde las estaciones o desde la
      ventana.
Ni el de los cuarteles o el de las casullas
porque jamás dan flor. Yo digo el verde de la infancia
que no nos deja solos nunca, y vive y sueña
y morirá con nosotros; o el de ese vestido
que lo levanta el aire a nuestro paso, y nos mira y acepta
                                                                                               [desde
su inocencia infantil; no el de ese otro
que anda desde la amanecida en bata
y nos ve con recelo; ni ese que está siempre
con los ojos en blanco; ni el que se santigua
porque no tiene fe.
                                    Yo hablo del verde que está solo
y que es aventura, del verde de los mares
porque no tiene rumbo, del que nace en los sueños
porque no nos olvida.
                                          Hablo del verde
que nos mira a los ojos
y jamás siente miedo.
                                          Zurbarán lo pintaba
con racimos de uvas y en mesas florecientes. Yo lo recojo ahora
del juego de esos niños que están ahí, en las sombras,
      cerca de casa. Toco ese verde
que se encoge de hombros
porque es inocente, y sus pechos me miran
ligeros como gestos, tiemblan
de amor
                bajo las estrellas.

 
 
 
 
(del poemario "Bajorelieve")

BERLÍN (de Manuel García García)

Metrópolis.  1916.  
George Grosz
-Poema sobre el cuadro "Metrópolis
(Die Grosstadt)" (1916) de Geroge Grosz-

                                                                         A Suzanne Bégin

Berlín no es la ciudad, es una herida
que duele, es una llama no apagada.
Si miras bien, mortal, verás en cada
piedra la sombra de otra destruida.

El hombre es hombre y por lo tanto olvida
y vuelve a construir, y en su jornada
donde hubo ruinas pone nueva vida
y pone ruinas donde no hubo nada.

El hombre empuja, rompe, salta, siente,
construye, vibra, sueña, cruje, estalla,
y en ese hueco pone la simiente

donde ayer sólo cupo la metralla.
Berlín no es la ciudad, es la siguiente
espiga tras el campo de batalla.



(del poemario "Sabor a sombras")

SANTA TERESA DE AVILA (de Severo Sarduy)

Retrato que hizo Fray Juan de la Miseria en 1576 de Santa Teresa , la cual, al verse, exclamó:
 Dios te perdone, Fray Juan, que ya que me pintaste podías haberme sacado menos fea y legañosa”.

































                                                                                           a Elisabeth Burgos

Dios te perdone, Juan de la miseria,
que la pintaste legañosa y fea,
y perdone también a quien la vea
bajo este ruin disfraz de la materia

y no bajo el de un ángel abrasado
que otro ángel, por amor, flecha y castiga.
-No hay nada que se piense o que se diga
más hondo que este amor y su ciudado-.

El reino recorrió diseminando
no la revolución, mas la reforma
radical, sin violencia -siempre y cuando

fuera posible-. aunque maltrechos sobre
los caminos, sus pies fueron la norma.
De andar y desandar. De andar, la pobre.



(del poemario "Un testigo perenne y delatado")

RETRATO DE MUJER ( de Gonzalo Rojas)



Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí mujer, te dejo tu figura.

VENUS DE GIORGIONE (de Pere Rovira)


Venus dormida o Venus de Dresde
Giorgione, 1507-1510

                                                                                    A Jordi Jové
La juventud, qué deprisa se pudre...
Y en cambio ha de durar
encerrada en los frágiles colores
más que el oro que paga su desnudo,
mucho más que una espada o que un palacio.

Pero ella no lo sabe, no ve la luz que salva
su cuerpo para siempre, ni las llamas de un sueño
que no se apagará.
                                 Ignora aún que es Venus,
la Venus que los siglos verán enamorados.

Pues hoy es todavía una muchacha
y duerme con caricias
de un hombre que la adora y la quiere inmortal.

EL CIRUELO BLANCO Y EL CIRUELO ROJO (de Luis Antonio de Villena)

               












                                                                                   Museo Atami

Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin.
Gozó del esplendor de la juventud en
los barrios de licencia, frecuentó el paladar
sagrado del deseo. Ordenó sus kimonos
en la seda más fina; pintó un fondo
de oro para lirios azules. Refinado y altivo,
no olvidó sin embargo (artista como era) la melancolía
fugaz del tiempo que transcurre.
En su madurez, con audaz virtuosisimo,
se dedicó sobre todo a la búsqueda estilística.
Creó lacas y biombos. Le hizo célebre
la perfección, el refinamiento de su
arte -lirios, ciruelos, dioses- decorativo.
Debió morir fascinado en la belleza,
rodeado por una seda extraña, tranquilo.
Fue afortunado, en verdad, Ogata Korin;
su vida fue un culto a la efímera
sensación de la belleza. Al placer y al arte.
Y la vida le concedió sentir, ser traspasado
por el dardo febril de la hiperestesia.
Le llamaron excéntrico, dandy o esteta.
Pero no pidió más. Sensación por sensación.
Vivir, sentir, gozar. Sin más problemas.



(del poemario “Hymnica” Ed: Hiperión)




EL TRIUNFO DE LA MUERTE - Brueghel - (de Ramón Cote Baraibar)

    





















      No podrá la furia alcanzar la altura temida de tus ojos, ni
tu voz llamar a la guardia, ni siquiera vendrá en tu ayuda el
halcón ancestral de tu linaje, ni el cetro que empuñas o el ar-
miño que cubre tus hombros harán prevalecer en medio de
la rapiña tu condición real.

      Una dinastía más antigua y poderosa que la tuya escarba
con sus manos huesudas la riqueza acumulada por genera-
ciones, y arrojando por el suelo las monedas que rebosan tus
calderos hace manifiesto su desprecio, pesa en su balanza ca-
da uno de los pecados y señala la hora del castigo.

      Si para los ungidos por la majestad piedad no hay ni atis-
bo alguno de gesto cortés, tampoco parece que la habrá con
aquellas pobres gentes que aparecían con pavos en Navidad
y gratas doncellas para tu aprobación en verano. Ahora sus
cuerpos, de los unos y de los otros, se alzan en las colinas ata-
dos a las ruedas de las carretas como alimento para los cuer-
vos que estrechan cada vez más sus círculos en el aire.

      Por toda la extensión de tus ojos reina un color plateado
y lo cubre ese espesor acuoso, de lástima y tormento, de
quien espera en el atrio de una iglesia una vulgar limosna.
Por eso un manso abatimiento, una debilidad ósea te obliga
a abrir los brazos para rendirte sin ofrecer la menor resisten-
cia ante ejército victorioso de la Soberana.

      Sonámbulo, destronado y perplejo has permanecido des-
de entonces, cuando Brueghel te abandonara hace ya qui-
nientos años en la esquina inferior izquierda del Triunfo de
la Muerte.

El triunfo de la muerte (Pieter Brueghel h. 1562)
Museo del Prado
  
Del poeta:
RAMÓN COTE BARAIBAR

De su poemario:
COLECCIÓN PRIVADA.

III PREMIO CASA DE AMÉRICA DE POESÍA AMERICANA.
ED: VISOR






MIRANDO LA GIOCONDA (de Rosario Castellanos)


          (En el Museo del Louvre, naturalmente)


¿Te ríes de mi? Haces bien.
Si yo fuera Sor Juana
o la Malinche o, para no salirse del folklore,
alguna encarnación de la Güera Rodríguez
(como ves, los extremos, igual que Gide, me tocan)
me verías, quizá, como se ve
al espécimen representativo
de algún sector social de un país del Tercer Mundo.

Pero soy solamente una imbécil turista de a cuartilla,
de las que acuden a la agencia de viajes para que
les inventen un tour. Y monolingüe
¡para colmo! que viene a contemplarte.

Y tú sonríes, misteriosamente
como es tu obligación. Pero yo te interpreto.

Esa sonrisa es burla. Burla de mí y de todos
los que creemos que creemos que
la cultura es un líquido que se bebe en su fuente,
un síntoma especial que se contrae
en ciertos sitios contagiosos, algo
que se adquiere por ósmosis.




(de "Poesía no eres tú, obra poética 1948-1971", Fondo de Cultura Económica, Letras Mexicanas, México, 1972)

HABITACIÓN DE HOTEL 1931 (de Irene Sánchez Carrón)


Habitación de hotel .1931
(Edward Hopper)


Una mujer ha entrado en el viejo hotel
y va hacia el mostrador.

Una mujer se quita el abrigo gris,
el sombrero, el vestido y los recuerdos.

Una mujer retira la áspera colcha
de la cama de hotel.

Una mujer sin rostro, casi desnuda,
está sentada al borde de su vida.

Una mujer se esconde dentro del miedo
y, tras leer la carta,
mide su soledad interminable.




(del poemario “Escenas principales de un actor secundario” Premio de poesía Adonais 1999)


EL ARTE (de Téophile Gautier)

Sí, es más bella la obra trabajada
con formas más rebeldes, como el verso,
o el ónice o el mármol o el esmalte.

¡Huyamos de postizas sujeciones!
Pero acuérdate, oh Musa, de calzar,
un estrecho coturno que te apriete.

Rehúye siempre cualquier ritmo cómodo
como un zapato demasiado gra nde
en el que todo pie puede meterse.

Y tú, escultor, rechaza la blandura
del barro al que el pulgar puede dar forma,
mientras la inspiración flota lejana;

es mejor que te midas con carrara
o con el paros * duro y exigente,
que custodian los más puros contornos;

o pídele quizá a Siracusa
su bronce en que resalta firmemente
el rasgo más altivo y delicioso;

con la delicadeza de tu mano
descubre dibujando en una veta
de ágata el perfil del dios Apolo.

Huye, pintor, de la acuarela y fija
el color demasiado desvaído
en el horno de los esmaltadores.

Haz que sean azules las sirenas
y retuerzan de cien modos distintos
los heráldicos monstruos sus figuras;

en el lóbulo triple de su nimbo,
la Virgen con el Niño, en cuya mano
hay la esfera con una cruz encima.

Todo pasa. Tan sólo el arte fuerte
posee la eternidad. Únicamente
el busto sobrevive a la ciudad.

Y la moneda rústica y austera
que un labriego ha encontrado bajo tierra,
recuerda que existió un emperador.

Hasta los mismos dioses al fin mueren.
Mas los versos perfectos permanecen
y duran más que imágenes de bronce.

Artista, esculpe, lima o bien cincela;
que se selle tu sueño fluctuante
en el bloque que opone resistencia.