Exposición del cuerpo de San Buenaventura. Francisco de zurbarán, 1629. Museo del Louvre, París |
en procesión de lívida gordura,
surgen del claustro, en la humedad oscura,
las blancas estameñas monacales.
Campanudos acentos funerales
estremecen la vieja arquitectura,
y el blanco vaho del alba se aventura
por las altas ventana ojivales.
Despojos son no más, miseria inerte,
polvo que torna, en brazos de la muerte,
a devolver sus átomos al suelo:
que el blanco monje, de virtudes muestra,
rodeado de santos, a la diestra
de Dios Nuestro Señor, está en el Cielo.