LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

CÉSAR (de Zbigniew Herbert)





Hubo una vez un césar. Tenía ojos amarillentos y mandíbula rapaz.
Vivía en un palacio lleno de mármoles y policías. Solo.
Se despertaba en la noche y gritaba. Nadie lo amaba.
Lo que más le gustaba eran las cacerías y el terror. Pero
se dejaba fotografiar con los niños, entre las flores.
Cuando murió, nadie se atrevía a retirar sus retratos.
Mirad, mirad, quizá todavía anda por vuestras casas su careta.



EL TIEMPO ORDENA A LA VEJEZ QUE DESTRUYA LA BELLEZA (de Santiago Elso Torralba)



El tiempo ordena a la vejez que destruya la belleza, 1746
National Gallery London
Pompeo Batoni








También te ha de pasar alguna vez.
Por el reloj de arena que su mano
sostiene y por sus alas, ese anciano
parece el Tiempo. Observa que es un juez
severo con lo hermoso, un cruel tirano
que ordena con un gesto a la Vejez
que arruine la tersura de la tez
de la Belleza, que se aparta en vano.
Esto que ves, Guillermo, y que yo veo
no es sólo un lienzo del pintor Pompeo
Batoni. Es una alegoría, o sea,
un símbolo que expresa cierta idea.
Declara que ese viejo está a la espera;
que ha de llamarte a ti como a cualquiera.

UCELLO, HOY 6 DE AGOSTO (de Eugenio Montejo)


La batalla de San Romano: el contrataque de Micheletto da Cotignola
Paolo Uccello


En el cuadro de Uccello hay un caballo
que estuvo en Hiroshima.
Nadie lo ve cuando se ausenta,
cuando sus ojos beben sombra
sobre los cascos que se pulverizan.
Uccello dejó un mapa de la guerra
arcaico, con armas inocentes.
No dibujaba aviones ni torpedos,
desconocía los submarinos,
su muerte iba del gris al rojo, al verde.
Sólo el caballo en este 6 de agosto
está herrado con viejas cicatrices,
sólo sus patas llevan en la noche
a la desolación del exterminio.
Es un caballo torvo, atado a un árbol,
siempre listo en su silla.
Uccello lo cubrió con capas de pintura,
lo borró de su siglo,
y hoy aguarda en el fondo de la cuadra
con los jinetes de Apocalipsis.

LA DESGRACIA (de Santiago Elso Torralba)

                                                                     Para mi hijo Guillermo

La Heroica de Ludwig van Beethoven,
que, cuando suena, el mundo para; Otelo,
Don Quijote o los versos con que suelo
matar el tiempo a veces; y la joven
Gioconda, que sonríe aunque la roben
de nuevo en el museo; y el Ciruelo
de Van Gogh, el David de Donatello;
los viejos templos que, de adobe, en
Uruk se edificaron; Notre Dame
de piedra y La Alhambra que el Islam
dejó en Granada. Todo esto es nada,
pues lo supera otra obra que hacia
sí convoca a más gente interesada:
la desgracia, Guillermo, la desgracia.

Una desgracia, 1870
Coleccion particular
José Jiménez Aranda

ESCLAVA EN VENTA (de Adelina Pérez Blaya)



Una esclava en venta , 1897
José Jiménez Aranda

 (en el cartel puede leerse en griego 
"Rosa de dieciocho años en venta por 800 monedas")
Obra de José Jiménez Aranda (Málaga)





Muchacha,
te miro una y otra vez
y un nudo se forma en mi pecho.
Si aún estás ahí, en el mercado
yo iría a consolarte.
Te pondría un vestido generoso,
para que te sintieras protegida
y pudieras levantar la cabeza,
abrir los ojos.
Quiero ver tu “mirada de mujer”
que ahora está lejos,
muy lejos en el tiempo y el espacio,
donde te raptaron.
Iré a verte, lo prometo.

















(del poemario "Miradas de mujer" Ed: Huerga y Fierro)

JUAN DE PAREJA (de Santiago Elso Torralba)


Juan de Pareja, 1650
Museo Metropolitano de Arte, Nueva York
Diego Velázquez



Velázquez pinta a su criado en Roma.
El lienzo es un espejo que refleja
a Juan, y Juan, que mira a De Pareja,
no sabe si él es él o el que se asoma
en ese cuadro. Con sus manos toma
un Juan al otro Juan, lo lleva y deja
en un museo y queda la perpleja
concurrencia asombrada con la broma
de Don Diego. Al criado fiel y al fiel
retrato que salió desde el pincel
de su maestro miran. “¡Qué portento!,
¿quién trajo al otro y quién es el traído?”,
dicen. Velázquez hizo a su talento
honor; y De Pareja, a su apellido.

ESTELA PARA LA DERROTA -Miliciano herido de muerte, Robert Capa- (de José Luis Puerto)

 




















¿Cómo nombrar lo derrotado?
¿Qué palabras, qué ángel
Tendría que dictar a los escribas
El rumor de lo que ha sido vencido,
De lo que yace en sombra,
De todos los anhelos
Que incendiaron las vidas de los seres
Y que fueron vencidos,
Convertidos en llanto,
En ciénagas de olvido
Y estiércol de la historia?
¿Cómo nombrar el muro sin consuelo
De todas las derrotas?

Mirad al miliciano
-Robert Capa captó su imagen trágica-,
Fijaos en su caída,
Cómo se va del aire hacia la tierra,
Trayectoria letal de la derrota,
Y él pugna por tenerse,
Por sostener su cuerpo,
Sus rodillas se doblan
Y sus brazos ya trazan la extensión
Del descenso de toda su agonía.
¿Cuándo esos brazos se harán alas?
¿Cuándo se elevarán sobre las sombras?
Venid a sostenerlo,
Mantened aún su masa
Que marcha hacia la muerte
En su temblor vivísimo,
En el hálito antiguo del origen.
Y sus fuerzas se escapan
Y el fusil se separa de sus dedos,
Todo él va hacia la tierra,
Su rostro tiene el rictus vencido de la muerte.
Venid a sostenerlo,
A interrumpir su vuelo descendente,
A evitar su derrota.
Prestadle vuestro aliento,
Vuestro pulso; la sangre
Que corra por su cauce moribundo.
Dadle todas las sangres
Y todo el respirar con los latidos.
Detened su derrota,
El vuelo descendente de sus brazos.
Estaba hecho su cuerpo
Para el amor y fue vencido.
¿Quién va ya a reclinar su rostro enamorado
En la meseta de su pecho?
Con su muerte se apaga el fulgor de sus días;
Ha sido aniquilado, se va fuera del tiempo.
Detened su derrota,
Venid a detener su muerte trágica.
Cuántos ángeles buenos
Tendrían que venir a sostenerlo,
A evitar su caída,
A mantenerle el corazón con lumbre,
Pues se va a la derrota,
Pues se nos va a la muerte.



UNA PREGUNTA A JACOPO STRADA (de Miguel D'ors)


Retrato del anticuario Jacopo Strada, 1567-1568
Tiziano





Dime: mientras posabas
para el sabio pincel de Tiziano
¿no pensaste un momento siquiera que muy pronto
unas manos futuras e ignotas sostendrían
tu retrato con ese mismo gesto
con el que sostenían -"Antiquarius"- las tuyas
aquella Venus blanca?

NI YO MISMO SABRÍA... (de Carlos Pujol)


Muchacha dormida, 1657
Vermeer van Delf
Ni yo mismo sabría 
decir qué es lo que pasa en este cuadro. 
Una historia  se agota en su misterio,  
hasta que se confunde
en rompecabezas muy dudoso, 
con piezas que no existen.  
Hay que dar algo más que esté a las claras 
y que por eso mismo 
se convierta en enigma.
A esa joven que duerme 
delante de la mesa, 
¿la ha vencido el cansancio o la embriaguez? 
¿O se abandona a la desolación 
de cuitas amorosas?
(pinté en la oscuridad 
un Cupido y su máscara).
Tras de la adivinanza está la excusa 
que figurase el sueño 
intangible y vugar:
la puerta a medio abrir, 
y al fondo la pared y su luz ambigua.

MARTE (de Mª Tecla Portela Carreiro)




El dios Marte, 1640
Diego Velázquez

















Alguna guerra
ahuyenta tu tristeza,
olvidadas las armas junto al lecho.
Mas otras quizás
protege el morrión
en tu cabeza de dios
hecha desánimo.
¿Quién ha vencido tu beligerancia?,
¿quién ha triunfado en tu contienda?
¿Quién, Marte, te ha ganado la batalla?

EL FALSO ESPEJO -El milagro de tu pupila- (de Santiago Elso Torralba)


El falso espejo
René Magritte























La luna ignora que es tranquila y clara,
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena que es la arena.

J.L. Borges



¡Contempla el cielo! Como si flotara,
más leve, más ligera va la luna
hacia tu íntima pupila, que una
brizna meciéndose en el agua clara. 

Y piensa que la luna, que desfila
enorme y blanca, tiene ya una dueña
que la encierra: la oscura, la pequeña
y rara luna que es una pupila,

ese círculo escaso que captura
la forma, los contornos y colores
de los líquidos, cuerpos y vapores,
la endeble sombra y la materia dura

del pie, la mano, el hombro, el fino y terso
cuello amante, del árbol y la piedra,
de un muro inerte y de su viva hiedra,
de todo lo que ofrece el universo.

Se arremolina el mundo en su insaciable
negro centro que todo lo devora,
y en ella caen igual la inmensa aurora,
el monte ensangrentado por un sable

de luz, que la menuda y dócil rosa
que tinta algún jardín con su color.
En ella es una rama no menor
que un bosque entero con su numerosa

agitación, y alcanzarán un mismo,
un único destino hoja y fronda,
pues todo, enorme o párvulo, se ahonda
y se sumerge en el voraz abismo

sin fondo ni confín que es tu pupila.
Todo le pertenece: el amarillo,
el blanco y el azul, tamaño, brillo
y ser de cada objeto que vigila.

Un caudaloso río de despojos,
un fuego de sustancias ardorosas,
un corrimiento, un vendaval de cosas
desgobernadas entran por tus ojos;

y allí, esas cosas, hallan a su orfebre:
tú, que unes cada una a su perfecto
nombre y les das su singular aspecto,
su molde, su razón, su afán, su fiebre.

No es en la tarde en donde el sol declina,
no es en la fuente en donde el agua mana,
no es en el aire en donde el ave gana
altura, sino en ti y en tu retina.

El mundo es tu mirada; así resulta
que tuyos son el mar, la flor, la roca,
la clara luz y aquello que ella toca,
y la sombra con todo lo que oculta.

En tu interior, el mundo sabe que es
el mundo, pues de selvas y de arenas,
de luna están tus dos pupilas llenas,
que son espejos para cuanto ves.

Tus ojos son de agua y son de fuego,
tus ojos son de tierra y son de viento,
ha recalado en ti cada elemento
para poder mirarse y no estar ciego.

Y no eres tú el que mira las estrellas,
el cielo, las mareas o la hierba;
cada cosa, a través de ti, se observa
y se contempla. No eres tú. Son ellas.




(del poemario inédito "Descripcion de cuadros para Guillermo")


EL MONO EXTERIOR (de Roberto Bolaño)

El triunfo de Alejandro Magno
Gustav Moreau





























¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?
La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta
la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula
en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces
rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración.
Caminaste como un mono infatigable entre los dioses
pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba
sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,
sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías
alcanzar el árbol y el pájaro, los restos
de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma
regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen
las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida
a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!

SONETO WATTEAU (de José Juan Tablada)

Peregrinación a la isla de Citera , 1717
Watteau






¡Manón, la de ebúrnea frente,
la de cabello empolvado
y vestidura crujiente,
tus ojos me han cautivado!

Eco de mi amor ardiente,
el clavicordio ha cantado
la serenata doliente
y el rondel enamorado...

¡Ven! ¡El Amor que aletea
lanza su flecha dorada,
y en el mar que azul ondea

surge ya la empavesada
galera flordelisada
que conduce a Citerea!

PÁJARO INMÓVIL SOBRE UNA ROCA QUE SE REMONTA (de Ashok Vajpeyi)

(Para Jagdish Swaminathan)



Untitled
Jagdish Swaminathan
La roca quiere volar
como el pájaro
en el cielo
a través del valle
y ver y retozar
y tocar el mundo
de por allí.

Pero el pájaro no quiere
cambiar de lugar
con la roca y
quedarse inmóvil durante siglos
contemplando el cielo azul
y otras rocas.

Y sin embargo el pájaro está
quieto
como la roca.

La roca se remonta
como el pájaro.

Un pájaro en vuelo
está y no está
posado inmóvil
sobre la roca.





L'ENIGME DE L'HEURE (de Guillermo Carnero)



El enigma de la hora
Giorgio de Chirico


























Considera el posible objeto del poema: lo intratable
por otras formas de saber, un lenguaje llamado
a emocionar, por mucho que Girondo
propugnara para la poesía una ley seca.
Conmover con una palabra mencionada mil veces,
definida por repetición cuando es oscura,
que cautiva la sensibilidad por su monodia
y se hace evidente a la razón: en los Libros Proféticos.
Su gravidez no hacia el significado sino hacia el signo mismo;
y como el signo, traidor por excelencia, ha de crear su propia carne
puesto que de la nuestra es un mal mensajero,
hazlo crecer por redundancia, y su presencia repetida
nos convenza de que sí existe algo tras él; menciona, crea.

El poema es un complejo artesanado, un gran reloj de cuco;
conocemos su engranaje y cómo da la hora
que es, con todo, un enigma: también nos duele confesar
una secrtea admiración por Donizetti.

CHILLIDA (de Francisco Umbral)



Chillida, hierro y viento,
bosque oxidado.
Chillida entre su seres solitarios,
geometría pacífica y guerrera,
ah el oro de lo viejo, de lo nuevo,
el gesto largo y roto de sus vidas.
Chillida es ya lo vasco,
el cielo fuerte,
el aire de las fraguas detenido,
el fuego de la aguas en espuma.
Una epopeya vive entre esos seres
que son hierro forjado y luz dormida,
los ademanes lentos de la fuerza,
la vejez victoriosa de la piedra.

Chillida es ya lo vasco,
luz resuelta,
una gran fuerza en paz,
un clima de oro,
el silencio hablador de sus figuras,
y las puertas del bronce, sus garitas,
ventana entre dos nadas,
aire y cobre,
caserío y campamento, sueño verde,
melodía del metal,
prehistoria viva.







TOLEDO EN LA TORMENTA - El Greco - (de José Luis Puerto)




Vista de Toledo, 1597
El Greco






Desciende de los cielos
Sobre almenas y torres,
Sobre augusta ciudad
Trazada con el blanco de la plata,
La tormenta y su furia.
Entregada a su vértigo,
Al fuego de la luz y la tiniebla,
La ciudad indefensa entre los montes.
Cubre el cauce del río
Una honda oscuridad que niega el mundo.
¿En ese espacio estamos?
¿Quién habita en las fábricas labradas
Por las manos de maestros alarifes?
Arrebatadas luces
En torbellino encienden el espacio.
¿No veis los árboles, las plantas,
El caserío, las hierbas,
Fulgir en el color al que se entregan
Entre los intersticios de las sombras?
Está en nosotros, en nuestras estancias,
Ese espacio tormenta,
Ese vértigo oscuro, vertical,
Que iluminan las alas de la luz
De azul, de plata y verde.

EL GEÓGRAFO (de Mª Tecla Portela Carreiro)



El geógrafo o Demócrito, 1628-1640
Diego Velázquez
¿Sois el geógrafo
que indica
apenas la distancia?
¿O el filósofo
que especula
con el destino de la Tierra?

Quizás seáis tan sólo
un pobre hombre
que señala,
irónicamente
la poquedad de mundo…

Aunque os hacéis grande,
y filósofo,
cuando,
así,
cariparejo y confianzudo,
olvidáis el mundo
cambiando su desconcierto
por una copa de vino…
Pero…
¿de qué vino,
hombre sabio,
del vino de qué mundo
se llena vuestra copa?
¿Del vino de qué tierra,
nunca señalada por vos
con menosprecio?
Guarda el secreto
vuestra mano alzada.
Y vuestra indiferencia.

UNA PUERTA (TOR) -Paul Klee- (de Ramón Cote Baraibar)

Una puerta - Ein Tor, 1939
Paul Klee


La memoria tiene dos puertas ocultas
como las ciudades sepultadas de los desiertos.

Quien impetuoso entre por el Norte
o sigiloso se deslice por el Sur

sediento de detendrá a beber en el mismo manantial,
y una vez se lleve el agua a los labios
descubrirá una palabra que jamás empieza
porque no ternina nunca.
Pero no es Olvido. Pero tampoco es Recuerdo.

Más allá de los días , de los cuerpos,
de los años, regresará a su boca
el lejano sabor del agua en la fuente
y entonces escribrirá en la arena,
en las paredes, en las calles, en las ventanas
esa palabra circular, esa palabra
que no parece tener principio ni fin:

                                         A

                                 E             E

                                         R

LA FAMILIA DEL PRESIDENTE (de Hebert Abimorad)




La familia del presidente, 1967
Fernando Botero
La familia del presidente aburrida
un general siempre listo
un cura que perdona todo
un amante para el público
con su tapado de visón
y su carterita para esconder
las llaves de su querido presidente
una esposa y una abuela triste
una niña que juega a la guerra
la serpiente alerta
el gato disimula
pasa tanta cosa en la casa del presidente
un volcán en erupción
que se parece más al humo
de un habano
todo debe ser perfecto
y armónico
el presidente ufano posa
con su familia modelo
es la familia católica
de un país católico
con beatos católicos.






(del poemario "Conversaciones". Ediciones Trilce, 2000)

LUCIAN FREUD (de John Updike)



Benefits Supervisor Sleeping
Lucian Freud




Pisque reanimada por un beso del amor
Antonio Canova



Sí, el cuerpo es una cosa horrible,
los pies y los genitales, especialmente,
el rostro humano no se queda atrás. Venas azules
forman serpientes en el envés de las manos, y estropean
la marmórea solidez de los muslos.
Vale ver ese peso coagulado
tras siglos del desnudo (Pigmalión
a Canova) en la forma exterior
del espíritu: llama blanca: Psique

Diana
Augustus Saint-Gaudens
¡Qué maravillosamente la delgada Diana de St. Gaudens
se encuentra en equilibrio sobre un pie, en el aire, como la luna fría,
para siempre!  Pero no, la carne nos arrastra hacia abajo,
su tierra moteada es la tierra ávida del pintor,
tierra inocentemente fea, profundísimamente dormida,
pobre desnudez, ángel caído, saco de flemas.

HACE TIEMPO (de Francisca Aguirre)




Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar no estaba ya en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.

Sé que una vez, cuando era niña,
el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
un socavón que se tragó a la vida,
un embudo por el que huyó el futuro.

Es cierto que una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado.

Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
Y un odio lacerante, una rabia homicida
que, paciente, ascendía hasta el pecho,
llegaba hasta los dientes haciéndolos crujir.

Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
y mientras él cantaba ante su caballete
se quedarían quietos los barcos en el puerto
y la luna saldría con su cara de nata.

Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en un muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.





(De: Pavana del desasosiego)


Los payasos, 1934
Lorenzo Aguirre Sánchez


Lorenzo Aguirre Sánchez nace en Pamplona el 14 de noviembre de 1885. Se traslada a vivir a Alicante donde comienza sus estudios de pintura. Años después viaja a Madrid y en  1901 a Francia donde perfecciona sus conocimientos.
Pintor, dibujante, caricaturista, escenógrafo, ilustrador, cartelista y constructor de hogueras, Aguirre participó en numerosas exposiciones nacionales e internacionales, obteniendo numerosos premios.

En 1930 se casa en Francisca Benito Rivas de la que nacerían tres hijas.  El 18 de julio de 1936 comienza la Guerra Civil y se traslada con el Gobierno a Valencia, ingresando al año siguiente en el Partido Comunista. Al finalizar la Guerra, huye a Francia donde sobrevive con su familia gracias a sus pinturas viviendo en París y Le Havre. Pero de nuevo la guerra hace acto de presencia en su vida. En este caso es la Segunda Guerra Mundial. En 1940 huye a España para reorganizar el PCE, pero Aguirre es detenido en Irún y trasladado a la cárcel de Ondarreta y después a Madrid siendo, cómo no, torturado.

Pese a que sus tres hijas pidieron de rodillas clemencia a Carmencita, hija de Franco,  Aguirre fue ejecutado a garrote vil ante todos los presos de la cárcel. Era el 6 de octubre de 1942.

HOMENAJE A MARK ROTHKO (de Eugénio de Andrade)







Amarillo, naraja, limón,
después el carmín: todo arde
en la arena
entre las palmeras y el mar: era verano.
Pero en lugar de tu nombre
la tierra tiene el color del verde
pensativo, que sólo la noche
pastorea suave.

 

EL GRABADO (de Jorge Luis Borges)



¿Por qué, al hacer girar la cerradura,
vuelve a mis ojos con asombro antiguo
el grabado de un tártaro que enlaza
desde el caballo un lobo de la estepa?
La fiera se revuelve eternamente.
El jinete la mira. La memoria
me concede esta lámina de un libro
cuyo color y cuyo idioma ignoro.
Muchos años hará que no la veo.
A veces me da miedo la memoria.
En sus cóncavas grutas y palacios
(dijo San Agustín) hay tantas cosas.
El infierno y el cielo están en ella.
Para el primero basta lo que encierra
el más común y tenue de tus días
y cualquier pesadilla de tu noche;
para el otro, el amor de los que aman,
la frescura del agua en la garganta
de la sed, la razón y su ejercicio,
la tersura del ébano invariable
o –luna y sombra- el oro de Virgilio.