LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

ÓLEO (Odette Alonso)

La muchacha del óleo me ha mirado
de su pincel renazco sin saberlo
dos manchas sobre el lienzo
tinta negra.
El pincel es mi dedo dibujado en su espalda
su dedo en mi nariz
la caricia en la nuca.
El lienzo es esta cama
y la ciudad entera
corazón que se abre sin confianza
blanco y negro en el lienzo
esa muchacha y yo.

ARTISTA (Charles Bukowski)

de repente soy pintor.
una chica de Galveston me da
50$ por la pintura de un hombre
que flota en un cielo ensombrecido
con una chocolatina en la mano.

luego un joven de barba negra
se acerca
y le vendo tres por 80$.
le gustan las pinturas cañeras
en las que escribo
“dispara mierda” o “EL ARTE SUBLIME ES
PURA MIERDA, COMPRA TACOS”.

puedo pintar un cuadro en 5 minutos.
uso acrílicos, pinto directamente con

el tubo.
hago el lado izquierdo del cuadro
primero con la mano izquierda y luego
termino el lado derecho con la
mano derecha.

ahora el hombre de barba negra
vuelve con un amigo con el pelo
de punta y traen una chica

rubia con ellos.
barba negra sigue siendo un pringao:
le vendo un cacho de mierda-
un perro naranja con la palabra
“PERRO” escrita en el costado.

pelo pincho quiere tres cuadros
por los que pido 70$.
no tiene el dinero.
me quedo los cuadros pero
promete enviarme a una
chica llamada Judy
con liguero y tacones altos.
ya le ha hablado de mí:
“un escritor de fama mundial-“, le dijo
y ella dijo, “¡ay, no!” y se subió
el vestido hasta la cabeza.
“eso quiero”, le digo.

luego regateamos las condiciones.
yo quería follármela primero
y la mamada después.
“¿y qué tal la mamada primero y
follar después?”, preguntó.

“eso no funciona”, dije
yo.

y nos pusimos de acuerdo:

Judy se pasaría y
luego
yo le daría a ella los
3 cuadros.
así que fijaos:
vuelta al sistema de trueque,
la única forma de ganarle a la inflación.

no obstante
me gustaría fundar
el Movimiento de Liberación Masculina:
quiero que una mujer me dé a mí 3 de sus
cuadros después de haberle
hecho el amor,
y si no sabe pintar
puede dejarme
unos pendiente de oro
o tal vez un pedazo de oreja
en memoria de alguna que
sí sabía.


Del poemario "El amor es un perro del infierno" , Traducción de Ciro Arbós, Ed: Visor, 2010
Cuadros de Charles Bukowski

LA DULCE LUZ (Marina Aoiz Monreal)

Rubliov pinta tres ángeles
en apacible coloquio.
Sumidos en profunda meditación,
los tres ángeles
inclinan con suavidad la cabeza.
Unidos por la dulce luz espiritual,
se muestran serenos, quizás algo tristes.

Quizá algo tristes,
ante La Trinidad, inclinamos
la cabeza confundidos, perdidos
en este laberinto de colores estridentes
y sospechosos ruidos. Peregrinos.
Hacia el sueño, hacia todo lo que duerme,
nos encontramos en el centro
de un pensamiento universal.
Hermanos de las esquinas,
aspiramos al canto.








Del poemario "Códigos del instante", Ediciones Edelphus, 2009.
Cuadro: "La trinidad", de Andrei Rubliov.

EL CABALLERO (Manuel Machado)

Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura,
donde brilla no más la empuñadura,
de su admirable estoque toledano.

Severa faz de palidez de lirio
surge de la golilla escarolada,
por la luz interior, iluminada,
de un macilento y religioso cirio.

Aunque sólo de Dios temores sabe,
porque el vitando hervor no le apasione
del mundano placer perecedero,

en un gesto piadoso, y noble, y grave,
la mano abierta sobre el pecho pone,
como una disciplina, el caballero.

LYRIKER, 1911 (Ángel Valente)

La cabeza ya ha sido abatida por los vientos o por un solo viento, solitario el viento y violento y triste. No la ha segado, la ha vencido. Se mantiene, sin embargo, viva; la frente grande, los grandes ojos abiertos, los colores intensos que encienden la faz de un pájaro no del todo rendido a su inmensa desgracia, la de no hacer reír y alimentar sin fin el llanto. Huracanado, el viento ha reducido hasta la horizontal, lo plano, el pensamiento. El cuerpo duramente lo sostiene. El cuerpo es la sola extensión sin fin del pensamiento. No hay cuello o no se ve. No hay tallo. No hay tallo que sostenga esta cabeza dolorosa. El hombro izquierdo de la triste figura, apenas descubierto bajo la oscura túnica parece cumplir esa función del tallo ausente. La cabeza se inclina casi en la horizontal hacia el lado derecho. La capa oscura ocupa en vuelos amplios buena parte del cuadro. Pero no llega a cubrir ni el rojo intenso del desnudo sexo ni el tronco erecto que sube a un tiempo blanco y llameante hacia el perfecto ángulo que componen el brazo y la mano derechos sosteniendo la izquierda que sostiene a su vez a la entera figura. Manos de dedos y uñas incendiados. Casi en ángulo recto, las líneas de las manos y los dedos son el centro del cuadro. ¿El centro del pensar? Ardiéramos con ellos en lo nunca extinguible.


Lyriker, 1911. (Egon Schiele)

HABLA EL CAMINANTE EN UN MAR DE NUBES (Santiago Elso Torralba)

(de una tela de Caspar David Friedrich)


No por rencor le doy la espalda al mundo
y lo ignoro. Me trajo aquí una sed
de espacios sin final. Venid y ved
el mar de blancas nubes donde hundo

mi cayado, venid y al cuadro entrad.
No hay vida aquí, pero tampoco muerte,
destino o movimiento, tiempo o suerte;
no hay hoy ni ayer, sino una inmensidad

sin término ni curso ni comienzo.
Aun dando un paso al frente no caeréis
en el nuboso abismo; os perderéis
en el revés oscuro de este lienzo

como mucho. Y acaso alguna mano
del museo se pose en vuestro hombro
reclamándoos; tanto es el asombro
de estar aquí, que llamará en vano.

Cruzad ese cordón de terciopelo;
por la escondida senda pincelada
subid al promontorio, y sienta cada
uno, bajo sus pies, el vasto cielo.



Poema inédito
Cuadro: "Caminante en un mar de nubes", de Caspar David Friedrich.

SIMONETTA VESPUCCI ( Antonio Colinas)

(Il vostro passo di velluto
E il vostro sguardo di vergine violata)
Dino Campana

Simonetta,
por tu delicadeza
la tarde se hace lágrima,
funeral oración,
música detenida.
Simonetta Vespucci,
tienes el alma frágil
de virgen o de amante.
Ya Judith despeinada
o Venus húmeda
tienes el alma fina de mimbre
y la asustada inocencia
del soto de olivos.
Simonetta Vespucci,
por tus dos ojos verdes
Sandro Boticellite ha sacado del mar,
y por tus trenzas largas
y por tus largos muslos,
Simonetta Vespucci
que has nacido en Florencia.

SOMBRERO CON VELAS (Billy Collins)

En la mayor parte de los autorretratos es el rostro lo que domina:
en Cézanne son dos ojos nadando en pinceladas,
Van Gogh mira fijamente desde un oscuro halo en torbellino,
Rembrandt asoma como si se tomara un respiro
el cuadro Sansón cegado por los filisteos.

Pero en éste, Goya está bastante alejado del espejo
y se nos muestra ante la mesilla de su estudio
frente a un lienzo recostado en un alto caballete.

Parece dirigir una sonrisa hacia nosotros, como si supiera
que nos divertiría contemplar su extraordinario sombrero,
cuya cinta a todo alrededor está llena de sujetavelas,
un artilugio que le permitía trabajar de noche.

No puedes sino preguntarte cómo sería
llevar un candelero así en la cabeza
como si fueras un salón o una sala de conciertos andante.

Mas una vez has visto este sombrero, ya no necesitas leer
ninguna biografía de Goya ni memorizar fechas.

Para comprender a Goya sólo tienes que imaginarlo
encendiendo las velas una a una, y luego poniéndose
el sombrero, preparado para una noche de trabajo.

Imagínalo sorprendiendo a su mujer con el nuevo invento,
la risa como ante un pastel de cumpleaños cuando viera ella el resplandor.
Imagínalo parpadeando a través de las habitaciones de su casa
en compañía de sombras que vuelan por los muros.
Imagina que un viajero perdido llamara a su puerta
una oscura noche en la colina, país de España.
‘Pase’, le diría, ‘estaba retratándome a mí mismo’,
parado en el umbral y sosteniendo el mango de un pincel,
iluminado bajo el fulgor de su famoso sombrero de velas.













LOS CAZADORES EN LA NIEVE (William Carlos Williams)


El panorama es el invierno
montañas nevadas
al fondo el retorno

de la caza se acerca la caída de la tarde
por la izquierda
los fornidos cazadores traen

de vuelta la jauría el letrero del mesón
colgando de una
bisagra rota es un ciervo un crucifijo

entre sus astas el helado
patio del mesón está
desierto salvo por la hoguera

enorme que flamea al viento atizada
por mujeres que se agrupan
en torno a la derecha más allá

de la colina hay trazas de patinadores
Brueghel el pintor
preocupado por todo esto escogió

un arbusto azotado por el viento como
primer plano
para completar su pintura


William Carlos Williams, de Cuadros de Brueghel, Lumen 2007

AUTORRETATO DE VAN GOGH (Oscar Hahn)

Autorretato con sombrero - Vincent Van Gogh


He empezado a hablar con mi propio espejo
Mi espejo me contradice y no me dice lo que yo quiero oír

La puta que lo parió

Hay una serie de cosas que giran en el mundo
cosas que giran en torno a su eje

Algo está girando girando y no deja nunca de girar
Los demonios se ponen mi oreja contra el oído
y escuchan el ruido de mis pensamientos

Un vaso de vino se vuelca y tiñe de rojo el mantel

Esta es la hora de los cataclismos celestes
cuando los muertos salen de los espejos
y el cielo estalla en remolinos de fuego

Veo unas vacas rojas con la piel pegada a los huesos

La noche choca contra el interior de mi cráneo
y se rompe en millones de estrellas

Mi pincel es un instrumento de tortura
Mis cuadros están llenos de flagelaciones

Veo dos mariposas blancas sobre un fondo verde

Una gota de sangre se desliza por el espejo
Mojo el pincel y pinto heridas en mi cara

Mi cabeza es un girasol en llamas




BOTINES CON LAZOS (Olga Orozco)

(Par de botas. Vincent Van Gogh Fecha:1886)


¿Son dos extraños fósiles,
emisarios sombríos de una fauna sepultada en un bosque de carbón,
que vienen a reclamar un óbolo de luz para sus muertos?
¿Son ídolos de piedra,
cascotes desprendidos del obraje de los más tristes sueños?
¿O son moldes de hierro
para fraguar los pasos a imagen del martirio y a semejanza de la penitencia?

Son tus viejos botines, infortunado Vincent,
hechos a la medida de un abismo interior, como las ortopedias del exilio;
dos lonjas de tormento curtidas por el betún de la pobreza,
embalsamadas por lloviznas agrias,
con unos lazos sueltos que solamente trenzan el desamparo con la soledad,
pero con duros contrafuertes para que sea exiguo el juego del destino,
para que te acorrale contra el muro la ronda de los cuervos.

Pero son tus botines, perfectos en su género de asilo,
modelos para atar a cada ráfaga de alucinada travesía,
fieles como tu silla, tus ojos y tu Biblia.
Aferrados a ti como zarpas fatales desde las plantas hasta los tobillos,
desde Groot Zundert basta la posada del infierno final,
es inútil que quieran sepultar tus raíces en una casa hundida en el rescoldo,
en el barro bruñido, el brillo de las velas y el íntimo calor de las patatas,
porque una y otra vez tropiezan con el filo de la mutilación,
porque una y otra vez los aspira hacia arriba la tromba que no entienden:
tu fuga de evadido como un vértigo azul, como un cráter de fuego.

Botines de trinchera, inermes en la batalla del vendaval y el alma:
han girado contigo en todas las vorágines del cielo
y han caído en la trampa de tu hoguera oculta bajo el incendio de los campos,
sin encontrar jamás una salida,
por más que pisoteen esas flores fanáticas que zumban como abejorros amarillos,
esos soles furiosos que atruenan contra tu oreja, tan distante,
perdida como un pálido rehén entre los torbellinos de otro mundo

Botines de tribunal, a tientas en la noche del patíbulo,
sin otro resplandor que unos pobres destellos arrancados al pedernal de la locura,
entre los que hay un pájaro abatido en medio de su vuelo:
el extraño, remoto anuncio blanco de una negra sentencia.
Resuenan dando tumbos de ataúd al subir la escalera,
vacilan junto al lecho donde se precipitan vidrios de increíbles visiones,
trizado por una bala el árido universo,
y dejan caer a lentas sacudidas el balance de polvo tormentoso adherido a sus suelas.

Ahora husmean la manta de hiedra que recubre tu sueño junto a Theo,
allá, en el irreversible Auvers-sur-Oise,
y escarban otra tumba entre los andamiajes de la inmensa tiniebla.
Son botines de adiós, de siempre y nunca, de hambriento funeral:
se buscan en la memoria de tu muerte.





EL TEMERARIO LLEVADO AL DESGUACE (William Ospina)

Con color de crepúsculo la nave que se rinde
parece, en la pesada soledad del regreso,
un anciano del mar que se apoya en un niño.
Herido el flanco de oro por la sal de los viajes,
vuelve a la vasta tierra que la engendró entre incendios,
al surtidor de hierro de las minas sombrías,
a los altos pinares que le dieron sus mástiles.
Pasó con arrogancia sobre hurañas corrientes,
recibió, como un árbol, los cielos y los pájaros,
unió blancas orillas que jamás podrán verse
y aún recuerdan sus velas cosidas las tormentas,
las raíces del cielo, las luminosas manos.
Un rostro se trasluce bajo este viaje extremo,
el de un inglés que mira hacia brumosas playas
e interroga los surcos que, con rejas, el tiempo
traza sobre las nubes, los llanos y las almas.


Es un triunfo este viaje del barco hacia la muerte.
El Temerario, guiado por ruidosos vapores,
deja atrás aguas de héroes y de piraterías,
ensenadas de espectros, noches que Joseph Conrad
contará para siempre. Británicas pasiones
donde el planeta entero no es más que un reino de agua
que surcan desafiantes, indomables muchachos,
aros de oro en los lóbulos sobre las negras barbas,
sables que empuñan manos curtidas por los vientos,
corazones violentos como el mar. Atrás quedan.


Y el Temerario tiembla, en silencio, agitando,
eterno, en una atmósfera de orgulloso cansancio,
las rojas aguas últimas.


(Joseph Mallor William Turner - El Temerario Remolcado 1838)

LIENZO (Adam Zagajewski)

De pie, callado ante el cuadro sombrío,
ante el lienzo que hubiera podido tornarse
abrigo, camisa, bandera,
pero en cosmos se había convertido.

Permanecí en silencio,
colmado de encanto y rebelión, pensando
en el arte de pintar y el arte de vivir,
en tantos días fríos y vacíos,
en los momentos de impotencia
de mi imaginación,
que como el corazón de la campana
vive tan sólo en el balanceo,

golpeando lo que ama
y amando lo que golpea,
y pensé que este lienzo
también hubiera podido ser mortaja.

A UN RETRATO DE SU CATÓLICA MAJESTAD DON FELIPE II A LOS CUARENTA Y TRES AÑOS DE SU EDAD, PINTADO POR SÁNCHEZ COELLO (Álvaro Mutis)

¿Por cuáles caminos ha llegado el tiempo
a trabajar en ese rostro tanta lejanía,
tanto apartado y cortés desdén, retenido
en el gesto de las manos, la derecha apoyada
en el brazo del sillón para dominar un signo
de impaciencia y la izquierda desgranando,
en pausado fervor, un rosario de cuentas ambarinas?
En el marfil cansado del augusto rostro
los ojos de un plúmbeo azul apenas miran ya
las cosas de este mundo. Son los mismos ojos
de sus abuelos lusitanos, retoños
del agostado tronco de la casa de Aviz:
andariegos, navegantes, lunáticos,
guerreros temerarios y especiosos defensores
de su frágil derecho a la corona de Portugal.
Son los ojos que intrigaron a los altivos
cortesanos del Emperador Segismundo
cuando el Infante Don Pedro, el de Alfarrobeira,
visitó Budapest de paso a Tierra Santa.
"Ojos que todo lo ven y todo lo ocultan",
escribió el secretario felón, Antonio Pérez.
Pero no es en ellos donde aparece
con evidencia mayor la regia distancia
de Don Felipe, el abismo de suprema sencillez
cortesana que su alma ha sabido cavar
para preservarse del mundo. Es en su boca,
en la cincelada comisura de los labios,
en la impecable línea de la nariz
cuyas leves aletas presienten
el riesgo de todo ajeno contacto.
La barba rubia, peinada con esmero, enmarca
las mejillas donde la sangre ha huido.
Las cejas, de acicalado trazo femenino,
se alzan, la izquierda sobre todo, traicionando
un leve asombro ante el torpe desorden
y la fugaz necedad de las pasiones.
Los lutos sucesivos, la extensión de sus poderes,
el escrúpulo voraz de su conciencia,
la elegancia de sus maneras de gentilhombre,
su inclinación al secreto, fruto de su temprana
experiencia en la febril veleidad,
en la arisca altivez de sus gobernados,
quedan para siempre en este lienzo
que sólo un español pudo pintar
en comunión inefable con el más grande de sus reyes.


(del libro "Crónica regia y alabanza de un reino" Ed. Cátedra. 1985)

HABITACIÓN DE HOTEL /HOPPER/ (Cristina Peri Rossi)



Las noches en que uno estira las últimas copas

en la sala del hotel antes repleta
los invitados se han retirado
algún rezagado como yo destila su melancolía
mirando fijamente el contenido del vaso
¿una cucaracha en el whisky?
no, querido, es la moneda redonda de tu soledad
es la gota de sangre de tu hastío
son las tres de la mañana
los camareros cansados desean irse a dormir
han trabajado largo
han trabajado duro
pero óiganme bien, soy cliente,
pago para que estén despiertos
es el valor del dinero
mientras no se me antoje no me voy a la solitaria
habitación del hotel
también podría llamar a una puta
pero ya es demasiado tarde
las últimas putas ya se fueron con sus clientes
aquí mismo en el hotel
donde se celebró en congreso de accionistas
–Sala A-
y un congreso de escritores –Sala C-
hay que tener botellas bien surtidas
testículos hinchados
culos abiertos de mujeres sodomizadas
el otro cliente del bar tampoco tiene ganas de irse
mira el fondo de su vaso
como si escondiera una inscripción
la cifra del poema que no ha escrito todavía
ni va a escribir
yo tampoco
yo vacilo
quizás el aire de la calle (Princesa)
me vendría bien
pero siento las piernas pesadas
menor me voy a la habitación vacía del hotel
buen hotel
un hotel para congresos convenciones conferencias
dos camas sólo para mí
que no necesito más que una
un bar debajo del televisor
buenas cortinas
secador de pelo máquina de afeitar
palomitas de maíz olivas y barritas de chocolate
mejor me meto en la cama
me abrigo bien
–buenas mantas, las del hotel, y además, hay calefacción-
y busco una puta en el televisor
–conecte con la red privad de pornografía, canal 98, de pago-
para no dormir sola esta noche.


Del poemario "Habitación de hotel" de Cristina Peri Rossi. Ed: Plaza y Janes. 2007.
Cuadro: "Habitación de hotel", de Hopper.