LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

AMOR EN EL BRITISH MUSEUM (de José Ángel Ochoa)




Ella me está esperando en el British Museum
y trata de localizarme entre los cinco millones de visitantes
que este año recorrerán sus salas.

Aunque ya han transcurrido 2.500 años, somos idénticos:
ella creía en la Vida después de la Muerte,
pensaba que su alma viajaría al Más Allá,
y, como yo, se preparó para ello.

Tumbado en una cómoda hamaca, muerto en vida,
mi cuerpo recibe la brisa del Mediterráneo
(mi cerebro ya en desuso con sus órganos internos maltratados)
y me envuelvo en un mejunje de cremas solares.
El corazón me lo porto en una revista semanal
que alberga sentimientos, conciencia y vida.
Torrefactado y rellenado de papas fritas,
voy vestido con un meyba morado
y en mi cuerpo se aprecian amuletos
y tatuajes con texto del Libro de los Muertos.
Sobre mi pecho cuelga una Virgen del Carmen
y las imágenes de los cuatro Jinetes del Apocalipsis
(dioses protectores de mis órganos internos).
Me cubro la cabeza con un pañuelo pirata
y un cuidador de playa me recita
las fórmulas de encantamiento:

“te ponemos el perfume del Este,
para hacer perfecto tu olor
y poder seguir el olfato de Dios

te traemos los líquidos que vienen de Ra,
para hacer perfecto tu olor
en la sala del Juicio Final”.

¡Y me has reconocido en cuanto he entrado!
Perpleja movías la cabeza en tu vitrina del British,
expuesta a todas las miradas, casi desnuda;
antes, violada por los asaltantes de tumbas,
y ahora, encerrada en este cubículo de cristal.

Me has reconocido en cuanto he entrado.
Nervioso te buscaba entre las miles de momias
y ahora sé que eras tú la Diosa
que el horóscopo me anunciaba
que encontraría en un lugar lejano y multitudinario.

Yo también aspiro a la Eternidad
y sueño con la Vida después de la Muerte;
mi vida ha sido un proceso de momificación
y ahora, al encontrarte, Mi Amor,
esperándome desde hace 2.500 años,
sé que estaremos unidos para siempre.

10 euros, Ryanair,
transbordo en el British Museum
y viajes al Más Allá.
Disponibilidad según temporada.
Extra costes de acuerdo a contrato.

RECUERDO DE MIS SESIONES CONTINUAS EN EL BELLAS ARTES (de Karmelo C. Iribarren)



Una buena autopista,
y venga tragar millas.

                           Eso era
poderío, sí señor,
eso era vida:
                         romper
con todo, largarse
de una vez.

                     Lástima
que al salir
lloviese a cántaros
y no tuviésemos
ni para el autobús.



MUROS DE AREZZO (de Francisco Brines)


Dentro de aquella descarnada iglesia
la nave era una sombra, cuyo aliento
era un vaho de siglos y en la hondura 
vimos la luz sesgando el alto muro.
Y el sueño humano allí, con los colores
del más ardiente engaño, las cenizas
del deseo de un nombre sepultadas
en árbol, en corcel, séquito o ángel.
No puso fantasía ni invención:
sobre la faz del hombre y de la tierra
dejó el orden debido; y admiramos
no la belleza física, la imagen
de nuestra carne serenada. Suma
de perfección es la cabeza humana,
sin fuego de alegría y sin tristeza;
ni altiva ni humillada bajo el arco
del aire azul,  tan quieta la mirada
que deja a los caballos sin instinto,
sin crecimiento natural al árbol.

Se nos narra una historia de este mundo;
el pretexto remoto de unos seres
como nosotros mismos, mas sabemos
que el bien y el mal aquí no son pasiones.
La pintada pared nos muestra el sueño
que abolió nuestra escoria; son iguales
el moribundo y el que ama, reyes
y palafreneros, montes o lanzas
la desnudez y el atavío, sol
o noche, los piadosos y el guerrero,
la sed y la coraza, quien vigila
y el dormido en la tienda, la señora
y sus damas, el estandarte rojo
y el sepulcro, el joven y el anciano,
la indiferencia y el dolor, el hombre
y dios.
          Enamorado alguna vez
y haciendo realidad el viejo sueño
de una mejor naturaleza, quiso
la perfección. Recordando el amor,
la dicha mantenida, sus pinceles
conservaron los hábitos y gestos
terrenales, copió la vida toda
y a semejanza de él, aunque visible,
un aire hermoso y denso allí respiran
logrando un orden nuevo que serena:
feliz, sin libertad, vive aquí el hombre.

LAS ARMAS DEL OFICIO (de Octavio Paz)




Les armes du métier
Marie José Paz

Blasón: dos agujas de gancho,
espadas cruzadas sobre un emblema,
un brocado color marfil y azul grisáceo.
Escudo: una miniatura de nácar
vuelta un carrete de hilo blanco.

Dos almohadillas de raso,
el corazón y la memoria,
atravesados por alfileres diminutos:
penas, corazonadas, deseos, alegrías,
soledades, despedidas, encuentros,
lo que el tiempo nos da y lo que nos quita,
el instante palpable y siempre evanescente,
el tiempo que anda a paso de tortuga
o es súbita centella:
si lo tocas, se fuga, regresa si lo olvidas.

Otros carretes de hilos multicolores
para coser recuerdos y presentimientos,
saltos y sobresaltos de la vida.

Dos manos, aplicadas bordadoras
de la tela que cubre y que desnuda,
ondea como bandera, flota como perfume,
armadura hecha de aire
para el combate de dos cuerpos.


CRISTO EN CASA DE MARTA (de María Tecla Portela Carreiro)


Cristo en casa de Marta y María, 1618
National Gallery, Londres
Diego Velázquez






















¿Qué pensamientos sazonas,
ausente,
en tu almirez,
pretendida Marta?

¿Qué preocupación adoba
la plata en escama de tus peces,
sabrosea tu aliño de guindilla,
condimenta de pulcritud tu preparado?

Nada,
ni el señalado aviso de los años,
parece traerte a ello.

¿Eres tú Marta
o se ausenta tu alma, María,
afanado tu quehacer,
macillo y almofariz,
en cotidianos cuidados?

¡Cuántas veces, Marta,
cuántas
te ausentarás soñando ser María!

Y cuántas, cuántas Martas
quisieran tantas veces ser Marías
contamplando al Amado
sin afanes que perecen.




AVILA AL CREPÚSCULO (de Paco Jover)




La muralla que ciñe tu cintura,
cual cíngulo de sayo franciscano
y celda de rigor carmelitano,
de misticismo aroma tu textura.

Encaramada en celestial altura,
espadaña del templo castellano,
proclamas un mensaje cotidiano
de ritmo sosegado, sin presura.

Encendidas de luz crepuscular
tus piedras se asemejan a crisoles,
el aire se recoge para orar,

se tiñe el horizonte de resoles,
tu cuerpo se dispone a levitar
y el alma se te incendia de arreboles.



ANTE EL CUADRO “LA RENDICION DE GRANADA” (de José María Alcalde Sanchez Toscano)



La rendición de Granada, 1882
Museo Palacio del Senado de España
Francisco Pradilla






















En un alegre y anchuroso llano
al pie de la muslímica Granada,
Boabdil entrega de su corte amada,
las llaves al Monarca castellano.

Tal concibió tu genio soberano
y hoy contempla la mente entusiasmada
una joya del Arte, que inspirada
trazó en el lienzo tu divina mano.

Al admirar tu cuadro portentoso,
orgullo patrio mi cerebro inflama
y miro en el monarca victorioso

de su talento colosal la llama;
en el moro vencido, al envidioso
y en la ciudad, el templo de la fama.

MORANDI (de Alfonso Costafreda)


Bodegón. Morandi
























Veo en esa botella 
el color verde oscuro  
y el esfuerzo del hombre 
para fijar aquí 
brevísimo y patético mensaje. 

Naturaleza muerta, 
retrato de sí mismo.



TOMANDO VINO (de Wislawa Szymborska)


Me miró, me dio belleza,
y yo la creí mía.
Feliz, me tragué la estrella.

Permití ser pensada
a imagen del reflejo
producido en sus ojos. Bailo, bailo
al compás de repentinas alas.

La mesa es una mesa, el vino, vino
en una copa, que es una copa
y está estando en la mesa.
Y yo soy imaginaria,
increíblemente imaginaria,
imaginaria hasta la médula.

Le hablo de lo que quiere, de las hormigas
que mueren de amor
bajo la constelación del diente de león.
Juro que una rosa blanca
salpicada de vino, canta.

Me río, inclino la cabeza
con cuidado, como si comprobara
un invento. Bailo, bailo
en una sorprendida piel, en un abrazo,
que me crea.

La Eva de la Costilla, la Venus de la espuma,
la Minerva de la cabeza de Júpiter
eran más reales.

Cuando él no me mira,
busco mi reflejo
en la pared. Y sólo veo
un clavo del que han descolgado un cuadro.




JARDÍN DE VILLA MEDICIS -VELÁZQUEZ- ( de Ramón Cote Bariabar)


Vistas del jardín de la Villa Medicis, en Roma. 1630
Museo del Prado
Diego Velázquez


































Ya no soy ese joven que llegara a Italia
para aprender en sus talleres y claustros y palacios
los codiciados secretos de la pintura.
Ahora ocupo el cargo de pintor de cámara de la corte
y he venido nuevamente a Roma
con el único propósito de adquirir obras de arte
para la colección de su majestad Felipe IV.

Esta tibia tarde de septiembre
regreso como entonces al Jardín de Villa Medicis
y mientras repaso en mi memoria
los nombres de algunos pintores ilustres
—Tiziano, Veronés, Correggio, Caravaggio—
observo a un par de hombres cancelar con unas tablas
una noble puerta de piedra que se alza delante de unos pinos.

Al respirar en el jardín el dulce aroma del azahar
que me hace revivir de repente mi infancia en Sevilla,
una voz me pide que abandone por un momento mis funciones,
que me olvide de mi dedicación y entrega a los demás
y guarde sólo para deleite mío testimonio de estas horas.

Entonces cierro los ojos y suplico al cielo
que sea capaz de repetir más tarde en la tela
esta efímera felicidad que ahora me acompaña,
antes de que mi propia memoria,
como la puerta de piedra que están cubriendo,
no me reconozca y me impida la entrada.

Al verme contemplar la pintura desde lejos
el rey me pregunta qué singular acontecimiento allí se refleja,
qué oculta alegoría pretendo enunciar,
pero solamente acierto a responder que es la tarde, Majestad,
solamente la tarde romana que pasa.




MI ESPAÑOLA EN LONDRES (de Luis Gabriel Portillo)




Venus del espejo, hacia 1647, 1651
National Gallery Londres
Velázquez
























Siempre me espera aunque jamás suspira.
Yo la frecuento cuanto me es posible.
Yacente, no se yergue ni aun me mira.
Mas me ofrenda hermosura inmarcesible.

Tornada –pudorosa si ostensible-
y absorta en la beldad de su mentira,
su grácil rostro –en el cristal sensible
que Cupido le ofrece- a sí revira.

Que, ajena a todos, a sí misma se ama.
De rosa, nardo y crema se recama,
y se enflora de fresa en el reflejo.

Es ella, en Londres, mi española dama,
y susurro al deciros que hoy se llama
la Venus de Velázquez y el Espejo...

LOS PINTORES (de Albin Zollinger)


Los pintores, como mirlos,
Han montado sus caballetes en los espesos viñedos junto al lago.
¿Qué hormiguean tan sigilosamente?
Por la tarde preparan el té.
Se sientan en las terrazas de su villas
-Pompeya y Miramar-
Encienden sus pipas
Rodeados de malvas, camomilas y flores,
Echan bocanadas de humo a las nubes
Y murmuran algo entre dientes,
Incluso la cabra es ordeñada
Porque la leche dulcifica los sueños:
Sueñan con dioses, con flautas
De faunos, con violetas, con el mar,
Con arcádicos atardeceres rojizos,
Con la sal y las velas, y  con la brea.
Caminan como cazadores antes de amanecer,
Como gruñones campesinos por el rocío,
Para captar las joyas del alba,
El vago presentimineto gris de la inspiración.
Mueren viejos, se esconden
En las rocas,
Vacíos, como conchas de caracol,
Sus huesos blanquean humildes y puros.




UN PRÍNCIPE DE LA CASA DE ORANGE (de Manuel Machado)


James Stuart, Duke of Richmond and Lennox
Anthony Van Dyck

A este joven señor, tan bellamente 
vestido, blanco el traje y la gorguera, 
blanca la tez, envuelve en luz poniente 
el oro viejo de su cabellera. 

De su apostura la elegante gracia 
tiene una laxitud de laxitudes, 
y en el pecho, podridas, las virtudes 
de su clara y fatal aristocracia. 

Tedio y desdén en la orgullosa frente, 
vago pesar en la mirada infausta...., 
lujosísima espada en joyas rica. 

Cruza una banda el busto indiferente. 
Blanca mano espectral, de sangre exhausta, 
y en la mano un limón, que significa...

LA MADONNA DE SENIGALLIA (de Ovidio García Valdes)



Madonna de Senigallia. 1474   Piero della Francesca


































Serena impronta del volumen, madre,
en una habitación de muros grises,
quieta, de pie, el niño en brazos;
tu cuello nos habría sostenido,
lejana, tu mirada
habría bastado para hacernos hermosos.

Dos figuras cerradas como mármoles
de piel dulce y cabello
rizado os escoltan.
Atrás, la luz del sol
por la ventana abierta,
también lleno de luz el velo blanco
que te cubre la frente.
                                         Si pudiera
despojarte del velo,
soltarte los cabellos y jugar
con los bucles. Si una vez
me dieras con tus manos
confitura que acabarás de hacer
-seguramenmte de naranja-,
si levantaras los ojos y me vieras,
si apoyara en tu cuello
mi mejilla.
Si me miraras.



UCELLO (de Jesús Ferrero)





















Nunca morirán esos caballeros
de altiva silueta roja.
Brazos que no saben
del palpitar de la sangre, corazones
de fieltro,
para ellos la inmortalidad.

Emblemas
de una guerra imaginaria
trazada por la mano de un geómetra
que amó la solitaria línea recta:
damas de manos
azul turquesa,
dragones de inmutable cuarzo,

para ellos la inmortalidad.
Para ti las acibadas
mañanas del apátrida,
para ti la noche
de oscuras avenidas
y los días diáfanos y los días grises,
para ti la vaporosa gloria de la vida.

Animal de efímeras certezas y efímeras mudanzas,
un instante tatuado sobre el agua
serán tus días.

HOPPER -Habitaciones junto al mar- (de Ángela Serna)



Habitaciones junto al mar, 1951
Yale University Art Gallery, New Haven, USA
Edward Hopper



























Esa luz, que inunda el vacío y deja ver el aire
entre los pliegues del silencio y de la ausencia,
llena la alcoba de rumores, de recuerdos,
de tantas horas pasadas junto a ti.

Abierta al mar, que espera impaciente tu llegada,
solo tú sabes que, más allá de la puerta abierta,
nadie, sino el mar, dará cobijo a las lágrimas vertidas
la última noche.

Solo tú serás capaz de cerrar la puerta sin violencia,
sin rabia, para que la ausencia presentida
sea al fin presencia serena. Algo así
como palabras de elefante aguardando que la piel,
transformada en papel, acoja la verdad de nuestra historia.

Solo junto al mar encontraremos el lugar propicio para la palabra.

MELANCOLÍA - Durero- (de Aníbal Núñez)



Melancolía, 1514
Frankfurt am Main,Städel Museum
Albert Durero

¿Para qué proseguir con el trabajo
de Babel si hay señales en el cielo
de que llega el reinado de Saturno?
Sierra, garlopa, regla, esfera, clavos,
martillo que ha tallado un poliedro
se ofrecen de alimento a las raíces,
que no van a tardar como tampoco
el compás en caerse de tus manos.

Porque el reloj de arena y la campana
no pueden recordarte los horarios
del afán, te ha surgido esas dos alas
y alguien ha coranado tu cabeza.

Dieciséis, tres, dos trece;
cinco, diez, once, ocho;
nueve, seis siete, doce;
cuatro, quince, catorce, uno. Es la suma
-en diagonal incluso- en cada hilera
treinta y cuatro. ¡Que sea...! Que se afane
cupido en apuntar cuentas y dardos
sobre la piedra del molino inmóvil.

Ya no quieren saber nada tus ojos
de la llaves del Número, que penden
muertas de tu cintura. Ya se apaga
el crisol. Tu mirada se ha asomado
más allá de la bóveda celeste
y espera que descienda de los astros
la abolición de toda Geometría.





LOS SEGADORES (de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero)



(Ante el cuadro "La siega" de Gonzalo Bilbao)

La siega, 1895
gonzalo Bilbao

Ni una brisa templada los orea
meciendo leve la reseca espiga.
Del sol, que despiadado los castiga,
el resplandor sobre la mies marea.

Abrasador ambiente los caldea
y sus miembros enerva la fatiga;
pero a luchar el hombre los obliga
y resisten la bárbara pelea.

Y aún queda en algún pecho voz y aliento
para lanzar al aire en la llanura
un cantar que es respiro y que es lamento...

Y quien contempla la brutal tortura,
funde en el haz de un solo sentimiento,
piedad, justicia, comprensión, ternura...

LA DAME A SA TOILETTE (de Jesús Ferrero)

































      1

Las joyas robaron de tu cuerpo
el dudoso poder germinativo:
la imagen se complica, ya no es
lo que fue; ignora su anterior
simplicidad: se hace laberinto.

Dirán que en tus formas ya no hay vida,
un recuerdo tan sólo de esa vieja
sabiduría gestual: ajedrez
de espejos donde sólo tú te miras:

el momento de palparte el collar
o elegir con cuidado una sortija
son actos que escapan al común

mortal, no escaparon sin embargo
a ese artesano que al pintarte
pintó también tu inteligencia:

esa divinidad tutelar
del lascivo  y el asceta,
esa madre común
de la virtud y el vicio


      Enigmas del lienzo alabado

      2

Si estás mirando al espejo ¿soy
yo, que te miro, acaso tu reflejo?

Y si soy tu reflejo yo ¿es mi faz
la reflejada en el cristal sostenido
por el hombre y la mujer? Entonces
¿tengo yo tu misma cara? ¿O soy
tu mirón travestido? 


      3

¿Y qué encubre esa seda que revela?
¿O es revelar tan sólo su objeto?

¿Mas que revela –di- la redondez
de tu cuerpo o ese cuerpo recamado
por los siete aderezos?

¿Y qué busca la sirvienta en el cajón?

¿Y por qué el pintor ha detenido
tu mirada en un tiempo sin deseo
siendo tu presencia la imagen meridiana
de todos los deseos?:

el cuerpo desnudo que era entero
y la piel que han ido troceando
palmo a palmo collares y pulseras.

¿Por qué la troceas y cuál es el secreto
de esa división? ¿O es tu deseo
evocarme esa noche en la que eras
todo, nada, oscuridad, fragmentos?



      Epílogo

      4

Las gentes que hurgan los museos
me revelan mi orfandad presente.
“El mundo –dicen- era antes mas benigno
y la vida más serena y más vivible”.

Se equivocaban como yo me equivocaba
al querer descifrarte, inútilmente.
No eres lo que pienso, o eres la noción
de dos ansiedades que convergen:

el recuerdo de una antigua oscuridad
y la nostalgia de una integridad perdida:

dos falsas añoranzas –quién lo duda-
como falsa es también la imagen tuya
y por eso verdadera estampa de la vida.