![]() |
La santa cena, 1560 Museo del prado Juan de Juanes |
A mi abuela, que pintó "La Santa Cena" de Juan de Juanes
y la expone cada día en nuestro comedor.
Los apóstoles miran con desgana
los programas de la televisión,
o puede que contemplen
aquella galería de retratos,
mueble inútiles, supervivientes
de tantas travesías y mudanzas
que han cambiado la piel del calendario.
Me pregunto qué misteriosa fe
le exigió capturar cada mirada,
la exactitud del gesto, la expresión
de un asombro sereno
que fija en los rostros como el frío,
con un claridad de foto antigua.
Hoy he vuelto a aquel cuadro,
en la penumbra del museo,
pero ya eran distintas la vida y el paisaje.
Las figuras del lienzo
apenas conservaban esa extraña dulzura
con que asocio la escena desde niño.
Me sorprende la sonrisa burlona
de un Judas que ha borrado
toda la compasión de sus facciones
y se aferra a la bolsa donde brillan
unas pocas monedas.
Incluso las torpezas me parecen
aquí mucho más nítidas:
los trazos excesivos de los rostros,
la difusa aspereza de la luz
o la desproporción
de los desnudos pies de Jesucristo.
Y quizá va forjándose
en mí la misma trampa:
pretender atrapar el vuelo de las cosas,
su frágil apariencia,
como si no existiese ninguna realidad
distinta a las palabras.
Aunque sigo creyendo en la dudosa ley
que me permite
imaginar tu rostro en estos versos
y repetir tu voz entre las sombras,
ajeno a esa otra voz que ahora pronuncia:
calcar la perfección fue siempre una quimera.