I
Parece que llegaras, desasido
del cuerpo de la piedra, a doblegarte,
a pasar de este lado, a formar parte
de este mármol de acá, más dolorido,
que es la carne del hombre, y convertido
ya en un ser como todos, recostarte
-rota ya la materia, roto el arte-
en tu propio desnudo atardecido.
Parece que vinieras, liberado
de lo eterno, a mezclarte con los otros,
a caer en la vida y disolverte.
Al borde de un abismo te has quedado:
ya no puedes bajar hasta nosotros,
ni a tu centro de piedra devolverte.
II
Te quedas en lo alto, suspendido
-como un duro celaje ensimismado-
y parece que así, más sosegado,
ya no quieras bajar, que arrepentido
de ser vida o ser mármol sin sentido,
quieras ser ese enigma apretujado,
ese nudo, ese nudo entrelazado
de piedra y animal; así tendido
en la tímida curva de un declive
-como un cielo parado y consistente-
se diría que callas, perezoso.
Eres algo que vive y que no vive.
Ni eterno ni mortal: eres presente
sucesivo, ya quieto, aún tembloroso.
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Crepúsculo y Aurora Miguel Ángel |