La caza de Atalanta y Meleagro (1637-38). Nicolás Poussin |
Cicatrices de luz verde en el cielo.
Nubes de cobre roído, de oro viejo.
De madrugada el bosque es una virgen
húmeda y vaporosa, destrenzada.
En el silencio de la espesuras
galopes de unos pechos como muros,
relinchos de corceles temerosos.
A la caza galopa Meleagro.
Ciñe el laurel la noble frente ebúrnea.
Todo el cuerpo de enfebrecido mármol
es azotado por las madreselvas.
Cicatrices, relámpagos del cielo.
Muerden los cascos todo el césped frió.
Suena como un tambor la tierra fértil.
Sabroso viene el aire hasta los labios.
Las puntas de las lanzas: con rocío.
Bajo los ojos muertos de Diana
pasan como una tromba los guerreros.
(del poemario "Truenos y flautas en un templo.
Ed: Colección premios literarios Ciudad de Irun")
Aunque no se conoce dato alguno sobre la gestación de este cuadro, se cree que fue pintado por Poussin en Roma para Cassiano dal Pozzo, entre los años 1637 y 1638. Se ignora, asimismo, la fecha de su ingreso en las colecciones reales españolas, siendo mencionado por primera vez en el inventario del Palacio de Buen Retiro, realizado en 1701 tras la muerte de Carlos II, donde constaba únicamente como "original de Italia". La primera atribución de esta pintura a Poussin data del inventario de las colecciones reales fechado en 1794. Según el investigador Anthony Blunt, el lienzo debió formar pareja, por su estilo y dimensiones, con el titulado Danza en honor de Príapo -actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sao Paulo- que estuvo también en el Buen Retiro y fue sacado de España durante la invasión napoleónica.
La pintura se inspira en una antigua fábula de la mitología griega, conocida como "La cacería de Calidón", citada ya en La Ilíada y recogida después por distintos autores, entre otros el poeta latino Ovidio en sus Metamorfosis.
Su protagonista, Meleagro, era hijo de Eneo y Altea, reyes de la ciudad de Calidón, en Etolia. Las Parcas habían vaticinado a sus padres que su hijo viviría el tiempo que tardara en consumirse un tizón que ardía en el hogar. Entonces su madre lo retiró del fuego y lo guardó en lugar seguro. Más tarde, Eneo olvidó hacer un sacrificio a Diana, diosa de la caza, y ésta se vengó enviando al país un jabalí de prodigioso tamaño y ojos centelleantes que asolaba los campos y hacía huir despavoridas a sus gentes. Meleagro, resuelto a exterminarlo, organizó una expedición con los más valerosos guerreros de toda Grecia, y convocó también a Atalanta, joven princesa arcadia famosa por sus dotes de cazadora.
Una vez penetraron en el interior del bosque donde se hallaba el jabalí, los hombres se dispusieron a su captura, pero fue Atalanta la primera en herirle con una de sus flechas. Después, Meleagro le remató con su espada y ofreció a la joven la cabeza y la piel del animal como trofeo. Este gesto provocó las protestas de los dos tíos maternos de Meleagro, quien, llevado por la ira, les dio muerte allí mismo. Cuando Altea tuvo conocimiento del fatídico suceso, echó el tizón al fuego, extinguiendo de este modo la vida de su hijo. Poussin representa aquí el momento de la salida para la caza. Jinetes armados, ojeadores y perros componen esta escena resuelta a la manera de un relieve clásico. Atraen la mirada del espectador los tres tipos de caballos del primer plano: el caballo encabritado, que monta Meleagro, el caballo al paso, sobre el que cabalga Atalanta, y el que gira violentamente la cabeza hacia el fondo en sentido opuesto a la de su jinete. Sobre un hermoso paisaje con colinas y nubes coloreadas destacan las estatuas de Diana y la de Pan, divinidad de los bosques.