Mueves el pie en el gozne del tobillo
como llevan la música los tímidos, y luego
llamado
entras a jugar sin mucha intención a la gallina ciega.
Y así errático, así torpe
oyes las voces de los corrillos, imaginas
la cadencia plúmbea de los potitos en pera.
Las voces son muy verbales, pero entre ellas debes recoger una
que te releve.
Esta casa no es tu demagógica y polvorienta plazuela
donde rápidamente cambiabas tu rol
con otro chiquillo humilde
que no ha venido.
Estas que oyes son tus nuevas voces. Pudieron ser
para tu previsible resentimiento, pero no.
El agnóstico que te confía su deseo de creer en Dios,
la descasada que parece vulnerable como chivita en pampa,
el ortodoxo y el que reconsidera las cosas, todos
son honestos
a su manera.
No son para tu resentimento, pero tampoco para tu entusiasmo.
Continúa con ese ánimo. Así
siempre podrás, como otras veces, dejar la ronda,
siempre podrás hacerles con los dedos una figura obscena
y largarte.
(de la antología "Elogio del refrenamiento". Ed Renacimiento)