(Egon Shiele, en el Museo Albertina)
Un solo cuerpo desnudo. Cuerpo sin madre. Un leve borde tendido, fruta de nada. Un dolor esencial o arrebatado a la noche. La carne difusa, dos sílabas negras el alma. Esto soy yo: rostro imperfecto, sexo, ceniza, fragmento. Soy el jardín rendido, la insistencia de una sangre sin costumbre, el tallo de la sombra, un himno a tientas por el verde de los labios.
Mira la tela. En ella eres tan sólo una curva transformada hasta ser nadi, una verdad muy lenta donde la herida transcurre: tu frío llega hasta nosotros como el ruido de un vivo corazón golpeándose en las jaulas. Un amor inaudible atraviesa la sala. La vida está en los ojos y casi no se mueve. Una mujer finge la luz y es la luz un río por fuera. Quisiera tocar el agua de su miedo, gastarme en lo concreto de su frente, equivocar tu calentura. Ser algo más que víctima o testigo de la tarde. Se algo más que un hombre de mi tiempo admirando un desnudo delirante en un museo sin entusiasmo. Ser cualquier cosa antes que el estruendo de la calle derribe de una vez nuestra mitad humana. Pues más allá tan sólo existe el ascua ciega de este cuadro, su ozono dañado.
(del poemario "Los mundos Contrarios". Ed: Visor)