Tríptico de la batalla de San Romano Paolo Ucello |
Ellos nunca morirán en ese campo de batalla
ni las sombras de los lobos reclutarán sus tesoros como
novias del trigo en todos los horizontes esperando allípara consumir el fin de la batalla
no habrá ningún muerto que ponga tensos sus vientres
flojos ningún montón de tiesos caballos en los que
enrojecer sus ojos brillantes o aumentar su comida de muertos.
Antes vagarían enfurecidos y hambrientos con lenguas
dementes que creer que en ese campo ningún hombre pudo morir.
Nunca morirán aquellos que luchan tan abrazados
aliento con aliento, el ojo reconociendo al ojo, imposible
morir o moverse, ninguna luz se filtra, ningún brazo con maza,
nada más que un caballo resoplando contra otro, escudo
brillante sobre escudo, todos iluminados
por el afilado rayo de un ojo bajo un yelmo.
¡Y aquellos pendones! Lo bastante airados para echar a volar
sus insignias de una parte a otra del cielo que han borrado.
Podría imaginarse que pintó sus ejércitos junto a los ríos
más fríos que tenías filas de calaveras de acero brillando en la oscuridad.
Pensarías que es imposible que un hombre muera
la boca de cada combatiente es un castillo de canción
cada puño de acero un gong soñador, golpe resonante,
golpe como gritos de oro.
¡Cómo desearía participar en tal batalla!
Un hombre plateado en un caballo negro con un estandarte rojo
y una lanza listada, nunca morir sino ser eterno
un príncipe dorado de una guerra pictórica.