El falso espejo René Magritte |
La luna ignora que es tranquila y clara,
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena que es la arena.
J.L. Borges
¡Contempla el cielo! Como si flotara,
más leve, más ligera va la luna
hacia tu íntima pupila, que una
brizna meciéndose en el agua clara.
Y piensa que la luna, que desfila
enorme y blanca, tiene ya una dueña
que la encierra: la oscura, la pequeña
y rara luna que es una pupila,
ese círculo escaso que captura
la forma, los contornos y colores
de los líquidos, cuerpos y vapores,
la endeble sombra y la materia dura
del pie, la mano, el hombro, el fino y terso
cuello amante, del árbol y la piedra,
de un muro inerte y de su viva hiedra,
de todo lo que ofrece el universo.
Se arremolina el mundo en su insaciable
negro centro que todo lo devora,
y en ella caen igual la inmensa aurora,
el monte ensangrentado por un sable
de luz, que la menuda y dócil rosa
que tinta algún jardín con su color.
En ella es una rama no menor
que un bosque entero con su numerosa
agitación, y alcanzarán un mismo,
un único destino hoja y fronda,
pues todo, enorme o párvulo, se ahonda
y se sumerge en el voraz abismo
sin fondo ni confín que es tu pupila.
Todo le pertenece: el amarillo,
el blanco y el azul, tamaño, brillo
y ser de cada objeto que vigila.
Un caudaloso río de despojos,
un fuego de sustancias ardorosas,
un corrimiento, un vendaval de cosas
desgobernadas entran por tus ojos;
y allí, esas cosas, hallan a su orfebre:
tú, que unes cada una a su perfecto
nombre y les das su singular aspecto,
su molde, su razón, su afán, su fiebre.
No es en la tarde en donde el sol declina,
no es en la fuente en donde el agua mana,
no es en el aire en donde el ave gana
altura, sino en ti y en tu retina.
El mundo es tu mirada; así resulta
que tuyos son el mar, la flor, la roca,
la clara luz y aquello que ella toca,
y la sombra con todo lo que oculta.
En tu interior, el mundo sabe que es
el mundo, pues de selvas y de arenas,
de luna están tus dos pupilas llenas,
que son espejos para cuanto ves.
Tus ojos son de agua y son de fuego,
tus ojos son de tierra y son de viento,
ha recalado en ti cada elemento
para poder mirarse y no estar ciego.
Y no eres tú el que mira las estrellas,
el cielo, las mareas o la hierba;
cada cosa, a través de ti, se observa
y se contempla. No eres tú. Son ellas.
(del poemario inédito "Descripcion de cuadros para Guillermo")