LA POESIA Y LA PINTURA, 1626. Francesco Furini. Galería Palatina, Florencia. "La armonía es más fuerte que la luz"

Descripción de cuadros para Guillermo

EL PINTOR (de Juan Gil-Albert)



Dios mío, cuanta luz en la existencia
cuánta plasticidad.
Cuánto color errante.
Cuánta forma.
Si yo pudiera al menos ordenarlos
para mí solo.
Para mí, para el alma del que mira
y que no sabe qué. Por recrearme.
Por recrear tal vez, por inducirme
a penetrar las cosas. Por sentirlas.
¿Por vivir más que yo, más que yo mismo?
Qué sabría decir. Yo veo un rostro,
unos suaves cabellos, una espalda;
un cuchillo en el borde de una mesa
donde han depositado unos tomates
y un delgado ajo tierno. Una sombrilla
protegiendo algún óvalo encendido
mientras al fondo fulgen las agallas
del riente verano. O bien, un joven,
deslizándose en barca rumorosa
sobre un férvido azul; y ya no duermo.
Toda aquella impresión intranscendente
se rebulle cual agua, o sol, o fuego,
que me pidiera el ser. Yo la instituyo
dentro de mí cual plasma novelesco
y siento que invade los sentidos
no ya lo que se ve, se huele o toca,
sino otra creación más rediviva
que toma su perfume originario
de mi alma inmortal, de su deseo
de quedar estampada prontamente
en una mancha ciega.
¡Virginal impostura!
Cada cuadro es lo virgen que renace.
Sedientas de su rastro van los cosas
libando en mí la miel de mi persona.
La miel:la hiel. No saben los pinceles
en qué porción se hunden de uno mismo.
En qué beatitud o en qué inclemencia.
Está el pintor en medio de la vida
como un San Sebastián lleno de dardos
que lo trasponen. Verde nunca es verde
para el que ve las cosas por sí mismo.
Que nos diga Van Gogh. Y sólo apresa
la humanidad real que se entremete
en la trama incisiva de los ojos
aquel que lleva dentro lo que mira.
Un paraíso aciago. Una tortura.
Que hará después que todos repitamos:
¿Se puede ser feliz más que un Vermeer?
¿Más suave que un Corot, más delicioso
que el vívido abanico que nos abre
la pradera goyesca? Pues cerremos
su varillaje. Un hombre es siempre un hombre.
Y todo lo exquisito de este mundo
es siempre el resultado ineludible
de una vida entregada, de un trabajo
que nos hace sangrar, que nos desangra
día a día, cuajando en nuestras telas
lo que quisimos ser: el mundo nuestro.