Lot embriagado por sus hijas Francesco Furini Madrid, Museo del Prado |
ellas cuerpos desnudos, él
vestido, aparentemente
inocente.
Son hermosas, para qué negarlo,
y él podría afirmar que también un padre
aprecia la belleza
de sus hijas.
De ellas sabemos sus motivos,
él diría en un interrogatorio:
yo no sabía, había bebido,
me embriagaron,
etc.
Son hermosas, para qué negarlo,
y para todos son ellas
las culpables. Lot
sólo se dejó llevar, como Adán y como Sansón,
la Biblia está plagada de hombres sin voluntad.
Ellas nos ofrecen la suavidad de sus nalgas,
unos labios aún no acostumbrados a besar,
pechos que se estremecen sorprendidos y gozosos
si los tocas;
él se esconde
tras una mirada borrosa, imposible saber
quién dio el primer paso, quién dijo qué,
quién alargó una mano. Si fue la mirada del padre
la que incitó a las hijas, si se limitaron a cumplir
el deseo silencioso. Él, en la penumbra,
no es ni luz ni oscuridad. A los tibios
los vomitaré de mi boca.