Por lo general percibimos sólo algunos detalles:
uvas del siglo diecisiete
siempre frescas y relucientes,
y quizás un bello tenedor de marfil
o la madera de la cruz y gotas de sangre,
y mucho sufrimiento, ya seco.
Cruje el brillante parquet.
Estamos en un ciudad extranjera
(casi siempre en un ciudad extranjera).
En algún sitio está el vigilante, y bosteza.
Tras la ventana se mece la rama de un fresno.
La descripción de cuadros inmóviles
es en grado extremo apasionante.
Se les dedican doctos tratados.
Pero nosotros estamos vivos,
repletos de memoria y de razón,
de amor y a veces de desconsuelo,
y por momentos sentimos un particular orgullo,
porque el futuro grita en nosotros,
y este balbuceo nos hace humanos.
(del poemario "Antenas" Ed: Acantilado)