La sombrerería (Degas) |
Los sombreros, calados de una luz
que afina sus trazos, son inocentes.
Una joven se ocupa del trabajo.
Arboledas y arroyos ¿dónde están?
¿Dónde la risa sensual de las ninfas?
Este mundo está hambriento y cualquier día
irrumpirá en esta habitación cómoda.
Le bastan ahora los embajadores
que anuncian: yo soy el ocre. Yo el Siena,
yo soy como la ceniza, el color
del espanto. En mí naufragan los barcos.
Yo soy el color azul, soy muy frío,
podría llegar a ser despiadado.
Yo soy el color del morir,
tengo mucha paciencia.
Yo soy el púrpura (casi invisible),
me quedo con triunfos y desfiles.
Yo soy el verde, soy sensible,
vivo en fuentes y en hojas de abedules.
La joven de hábiles dedos no puede
oír las voces, porque ella es mortal.
Piensa en el domingo, en su cita
con el hijo del carnicero,
que tiene ásperos labios
y grandes manos
manchadas de sangre.
(del poemario "Tierra de fuego" Ed: El acantilado)