señor de la esperanza, príncipe de la fe,
rey sin cetro, monarca sin corona, caudillo
que conduce a sus hombres al triunfo en la batalla,
portador del emblema sagrado de la estirpe
en el palor de brumas y en la brasa del sol.
Aquí tambien los laberintos silenciosos,
la sed de los guerreros moribundos, el cuervo
que grazna en el abismo, la siniestra corneja,
el áspid del orgullo en el árbol confuso
de la sabiduría, la muerte y el diablo
flanqueando la cuna de los recién nacidos.
Allí dentro la imagen de tu madre en el alma,
la paloma al acecho del halcón, el veneno
de aquel primer abrazo cuando el mundo era joven,
las doncellas germánicas que hilaron en tu alcoba,
la mujer que te quiso y aquella a quien quisiste,
el dolor del amor que mueve las estrellas.
Del poemario: Por fuertes y fronteras, 1996.