Habitación al mar, 1951
Yale University Art Gallery
Edward Hopper |
¿Pero qué lugar es este, señor Hopper,
qué refugio, qué frontera, qué dos mundos
enfrentados, por qué nos trajo aquí?
Qué desolación tan grande, señor Hopper,
esta habitación al mar
que con sus manos, que con sus botes de colores
ha pintado alrededor de nuestros pies.
Diga, ¿de pura lástima omitió ponernos?,
¿de pura compasión no quiso retratar
nuestra mirada absorta en el vacío?
¿Fue por piedad que puso un día luminoso?
Y esa cómoda, el sofá, ese cuadro,
¿fue para hacer más tolerable nuestro tedio?
En verdad, señor pintor, no es usted tan compasivo.
¿Qué puerta se abrirá sin que aparezca
la vasta latitud del mar; qué ventana
no dará a su calma sin mesura?
Por más que derribemos los muros
de esta casa, faro, último recinto,
nada encontraremos que no sea
su azul indiferencia, su abrumador silencio.
No lo quiero, Señor Hopper,
renuncio a este lugar, a este espacio soleado,
a su quietud, a su espera resignada.
¿No es usted artista, no es un demiurgo?
Pues cree, invente, mienta,
pinte algo que no existe o que no está.
Ponga usted un puerto, un buque ultramarino,
un petrolero en lontananza,
para que podamos decir:
aún escucho de noche sus sirenas.
Ponga alguna costa, una gaviota,
algún bañista, las velas de un pesquero,
la estela de una nave, alguna arena
con las huellas de unos pasos,
para que podamos pensar:
no estuve solo.
Ponga un capitán en el bauprés
frente a una salva de cañones;
una tormenta, un arrecife,
frente a una salva de cañones;
una tormenta, un arrecife,
algún naufragio, al tripulante que nos cuenta
arrepentido la infame muerte del albatros;
ponga la balada del viejo marinero,
para que podamos sentir
que nuestro encierro no es en vano.
Ponga, haga el favor, sobre las olas
una botella de cristal con un mensaje dentro,
para que podamos creer, siquiera,
que alguien nos buscaba.
Ponga un viento de infortunio, se lo ruego,
un velero que desgarre este lienzo con su quilla.
(del poemario inédito "Descripción de cuadros para Guillermo")