Esopo, 1640 Museo del Prado Diego Velázquez |
asexuado,
muestra al fabulista
con aire de Goya
y mirada de madre triste.
Su rostro,
herido por el desencanto,
irradia
una melancolía incurable.
Su mano izquierda
sostiene sin entusiasmo unos manuscritos.
La derecha
calma un dolor de vientre,
producto
de su indecible pesadumbre.
No está peinado
ni vestido de calle.
Lo cubre una tosca bata.
Hay a sus pies una tinaja
y algunas prendas misteriosas.
Mechones negros
son entre el pelo blanco
la señal última
de su antiquísima juventud.
La sombra invade
por la izquierda esta acre fábula ocre.