La mosca, el cigarrón, el alba bruja,
el ojo que no es ojo sino bajo,
la campana que pierde su badajo,
el búho que bucea en su burbuja,
todo es materia que una mano estruja,
raja, baraja y maja en su dornajo,
mientras que el gato se hace escarabajo
y un dedo que no existe lo dibuja.
Lorenzo Goñi gañe, engaña, guiña
su ojo frontal, y la pintura es niña
que escapa de su cueva de gigante.
Y Cuenca, encaramada en su barranca,
se arranca como un toro, brava y blanca,
y se lleva Lorenzo por delante.