La noche se cerraba sobre tu hombro
como una piedra ardiente
Tú, de julio, momentánea prisionera
de mis ojos feroces.
Lo que más me dolía
no era la tragedia de Eurípides
que los actores representaban,
sino saber que bajo tu vestido blanco
resonaba
como nunca y para nadie
la impaciente percusión de las ruinas
de Mérida.