(Inspirado por una instalación
de Dadang Christanto, 1996)
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| DAN TESTIMONIO Asian galleries, Art Gallery of New South Wales Dadang Christanto |
Dan testimonio
en un cuarto vacío,
hay dieciocho personas: ocho hombres, ocho mujeres,
cuatro filas de cuatro,
un número gafado.
Todos están calvos,
están desnudos,
todos, anchos de hombros,
tienen manos grandes, piernas fuertes, pies enormes.
Su piel es de un blanco grisáceo,
un pardo de tonos plomizos,
colores minerales, sucios, en forma de cicatriz,
como si estuvieran enterrados,
como sepultados durante mucho tiempo
y exhumados en secrero, como antiguas esculturas
que guardaron los huesos de reyes,
como si hubieran estado muertos.
Pero no lo están, en realidad.
Sus bocas están abiertas, aunque no tienen lengua;
sus ojos de par en par, aunque no hay ningún ojo;
tienen el espacio para la lengua, para los ojos,
huecos vacíos;
conversan y observan
con este vacío que llevan a cuestas.
Llevan el vacío,
llevan ropas vacías,
de colores vivos y con dibujos, no tonos apagados,
sino rojos, amarillos, azules, en las camisas, blusas, pantlalones,
moldeadas en forma de cuerpos,
los cuerpos que las telas cubrieron un día.
Hombres, mujeres y niños:
cuatro niños, cinco
niños, seis,
resulta difícil de decir.
Los que están desnudos llevan ropas
que nunca han sido suyas.
Llevan las ropas con delicadeza
como si estuvieran dormidas,
como si los cuerpos, ausentes de ellas, durmieran,
esos cuerpos de aire.
Con suavidad, alzan las rígidas ropas huecas
como guirnaldas, como ofrendas,
como fatídicas flores.
Pronuncian palabras, creo.
Testifican.
Dicen nombres.
Eso es lo que uno supone.
O quiezá es un canto,
una plagaria, una pregunta.
Quizá entonan alabanzas.
¿A quién cantan y rezan?
¿A quién interrogan?
El muro frente a ellos está en blanco.
¿Para quién, pues, entonan alabanzas?
Puede que sean ángeles
de una nueva clase, calvos, sin ojos
y sin alas.
Los ángeles son mensajeros.
Quizá traen un mensaje.
Los mensajes de los ángeles
rara vez son venturosos.
(¿Cuáles son sus nombres?)