La vida es la vida. Para distraerme, me gusta observar a las cucharachas. Por separado no son interesantes, pero juntas parecen tener un gran potencial.
Por ejemplo, ayer. Estaba sentado en la cocina fumando mientras ellas corrían de aquí para allá. Corrían y corrían, hasta que de repente se dispusieron formando la obra maestra de Leonardo da Vinci La última cena. ¿Casualidad? No, la inevitable ley del desarrollo, el dinamismo creativo del grupo, la evolución. Basta con que una sociedad corra para que haya resultados.
El problema está en que enseguida se dispersaron. Leonardo no duró más que un segundo. Pensé: “Voy a coger un insecticida en spray, esperaré y, en cuanto se vuelvan a disponer formando alguna obra, pulverizaré y la fijaré”. Cogí el spray y me puse al acecho.
Ellas de nuevo de aquí para allá. Se me apareció fugazmente algo como Le déjeuner l´erbe de Manet. Lo dejé pasar. Al parecer, habían avanzado en su evolución y ya estaban en el impresionismo. Podría fijarlo, pero, ¿acaso tengo derecho a detener el desarrollo? El impresionismo es un gran logro, pero si las detengo, quién sabe a qué dejarán de llegar, pudiendo llegar a ello.
El cubismo: lo dejé pasar
El surrealismo: lo dejé pasar
Mantengo un dedo sobre el spray, pero aún no aprieto. Ya se sabe que después de lo nuevo tiene que llegar algo más nuevo, es decir, después de lo bueno lo aún mejor. Así que no hay que preocuparse porque Leonardo y las obras posteriores se hayan dispersado, al revés, eso es el desarrollo.
Ya estamos en la era moderna. No hay más que maravillas. Warhol, por ejemplo. Pero él tampoco es ya el último grito, no es más que un clásico. Corred un poco más, hijitas, y llegaréis a formar algo jamás visto. Yo espero la más contemporánea modernidad, o sea, lo mejor.
Pero, ¿qué ocurre?, ya no veo nada, sólo unas cucarachas corriendo. ¿Se habrán cansado? ¿La decadencia? ¿La caída del arte? Abro los ojos de par en par, pero no hay nada más que cucarachas.
Oh, qué tonto soy. ¿Cómo podría ver algo, si aún no me he desarrollado? Ellas seguramente ya están en el siglo XXV (ya es más de medianoche y corren muy de prisa), y yo sigo a finales del XX. Mi percepción no alcanza a seguirles el paso, eso es.
Dejé el spray y me fui a dormir. Volveré a la cocina dentro de quinientos años.