Hay emoción en las nubes,
y no en la verde solidez de las colinas empinadas,
ni en las grises rúbricas de los ríos,
según Constable, que fue un estudioso de las nubes
y llenó estantes enteros con los bocetos de sus movimientos,
de sus gestos elevados y de sus repentinas consecuencias en el tiempo.
Fuera, debe de haber mirado el cielo miles de veces,
procurando que su lápiz siguiera el curso de su alto viaje
y reprodujera la silenciosa conmoción de su remansarse y su fluir.
Las nubes iban más allá de los dibujos que esbozaba,
puesto que se morían dentro de sí, desplomándose en su centro
y arremolinándose, en los bordes incandescentes, en vapores
que se disipaban en el azul universal del cielo.
Hoy podemos, con la fotografía, detener toda esta agitación
lo suficiente como para etiquetarlas con sus nombres latinos:
cirros, nimbos, estratocúmulos
-vertiginosos, románticos, autoritarios-,
títulos que despliegan sobre los colegios
en los que se memorizan sus formas y significados.
En el azul celeste de los lienzos de Constable
las constriñen los pigmentos, pero aún parecen
desplazarse, impulsadas por el viento de su pincel,
huyendo de Inglaterra y del siglo diecinueve,
y navegando por encima de los prados por los que ahora camino,
con la cabeza descubierta bajo esta cúpula en movimiento
y los pensamientos extendidos como pintura por un techo
intensamente azul.
(del poemariode Billy Collins "Navagando a solas por la habitación". DVD ediciones, poesía)
Algunas muestras del arte de Constable pintando nubes.