Marsias desollado Tiziano |
Cuando uno coge la pluma tras un largo silencio
y se inclina sobre el papel y se dice a sí mismo:
hoy tendré en cuenta a Marsias,
cuya piel fue desollada hasta el exceso,
quien no cometió ningún crimen que justificara
el horrendo castigo que lo hizo sufrir.
Hoy tendré en cuenta los jirones raídos de Marsias;
¿qué intentan decir cuando recogen la luz
del sol que a pedazos cae entre los árboles
como en un lienzo tardío de Tiziano? Pobre Marsias,
un cuerpo, un cuerpo de trabajo que se dobla y cae
al sufrimiento, transformando en luz la carne
que alimentó siglos después a los mirones.
¿Éste es el precio de abrazar completamente el dolor?
¿Tras un largo silencio podría yo con mi cuerpo
entero, refugiado, mantenido en la oscuridad por un ánimo
que así lo prefiere, saber lo que he hecho
y saber su valor? O es el cuerpo arrancado
al hueso de la experiencia, el mapa del sufrimiento
que debemos leer para que la carne se redima
siquiera un momento, el momento en que se convierte en canto.