a Pablo Picasso
Dejad a ese caballo rumiando su agonía,
dejad que el toro negro empitone su muerte,
cuánto mejor la espada que esta muerte no vista, no esperada
que llega del aire envenenado,
el niño duerme, muere,
los senos de la madre,
la descubierta estrella de la noche pasada,
no hay sangre,
no hay lugar para la sangre
en este panorama de cuerpos destrozados,
sólo el aire caliente,
el minuto sonoro
y después el silencio,
el grito no esperado
presente aquí
como la casa muerta
y los ojos del niño
abiertos hacia adentro,
dejad que el toro negro no acepte su agonía
y que el sueño de arena engañe su silencio,
dejad que el niño duerma
que la tierra se abra
que la casa sin muros abandone a sus hiedras,
nada se puede hacer,
el minuto ha pasado
sólo queda gritar,
gritar hasta que el viento nos muestre una salida.