Mujer leyendo una carta, 1663 Johannes Vermeer |
Es un silencio mate,
denso, domesticado,
este que nos ofrece
la mano prodigiosa
de Vermeer. Un silencio
y una quietud que ampara
la inquietante lectura
de la mujer que pone
(¿amor, duda, tristeza?)
su caricia en el pliego
que sostiene en sus manos.
(Delf atardece fuera,
palideciendo el oro
de la luz que declina).