Cristo muerto, 1480 Pinacoteca di Brera. Milán andrea Mantegna |
El cuerpo verde pálido empieza en los pies
avanzado a proa. La ley del espacio
no dio otra opción
que empujar la cabeza hacia el fondo.
En esta yacencia clínica, la divinidad
es sometida a la autopsia
de la perspectiva. La superficie es terrosa
en el rostro de la aflicción, cercado
por cabellos de sombra y abajo
la sangre seca de los cuatro orificios
entregada a la gravitación.
Como prensada, la masa total
se aplasta al planeta
aplazando la gran promesa
por la belleza de la pesado
y la torturada arcilla
de la madre inclinada, su lagrima campesisna.
Este maníático del ojo realista
mantuvo a su padre difunto
sin sepultar por varios días. Quería
saber más de la muerte que el propio modelo,
demorar los límites del cadaver
y definir el cuerpo místico
por la verdad terrestre de la forme sensible.
Por el moento, la escena
pertence a este mundo. En el sotamo clandestino
se consuma el sacrilegio y afuera
el claro cielo italiano espera su presa.