Anónimo. Siglo XVI
Baja la Virgen por el dulce aprisco.
Trae una cesta llena de bellota.
Carlos Edmundo de Ory.
Con las primeras lluvias de septiembre
Santa María baja
desde las lejanas provincias que dibujan las nubes,
desde los amplios horizontes que constelan los astros,
llega a la tarea suya de la misericordia.
Y las escolanías cantan sin tregua
te saludan los campos:
sementeras tempranas, la pisa de lagares,
la oliva prieta con el óleo indulgente y último.
Vuestros ojos reclinan
la tristeza almendrada que viera Fray Angélico,
y miráis el legado terrenal del otoño,
la criatura selvática
que la cellisca viste y desnuda del oro
agreste de las hojas,
tal un fauno escapado de antiguas paganías.
Miráis en el ornato doloroso del cesto
el limón y las cidras
-disimulad si veis la manzana picada-
el áspero membrillo, tersura de los nísperos,
la breva embarazada de cárdenas mieles,
la bujeta cerrada de castañas, y nueces y bellotas.
Acéptalos. Acéptanos.