Nighthawk (Edward Hopper) |
No es la noche la vital fanfarria del estrépito
ni el espumoso vino que cobra o regala juventud…
La noche es la morada del solitario,
la siempre ancha casa de las estrellas errantes…
Aunque he gozado de horas de disipación y de belleza,
nunca sentí la noche, tan rica y tan profunda,
como en esos días de entresemana
en que salgo solo, raramente feliz,
y observo semidesiertas calles otoñales,
hermosos y puros árboles pelados,
frío soplando en los vientos del norte,
gente (muy poca) con las manos guarecidas
en guantes y bolsillos, bufandas, gabanes…
Bares vacíos o prácticamente vacíos,
donde inmóviles figuras bajo el foco de luz,
se miran quietas en el espejo frontal de la barra
o contemplan la copa a medio terminar
como si fuera una pose o una actitud eternas…
La soledad habla con cada uno hondo
y, a ratos, quizás una sonrisa te recuerda otra vida.
No es mentira. Mas es tan honda esta verdad
de noche y soledad extrema, de música callada
y soliloquios íntimos
donde, recorriendo la inmensa ciudad,
oscura y vacía, eres más real y más tú
que nunca…
(Pensaba Edward Hopper: París allá. Remoto, infencundo,
perdido. No era su mundo.
Su reino fue consuetudinario, trivial. Vidas y abismo.
Lo que todos saben y ninguno lo dijo.)